“Cerrado por cese de negocio. Tranqui que todavía puedes seguir comprando en …etc. para terminar de hundir el comercio local y echarle la culpa a los inmigrantes o a Catalunya”. El mensaje que en alguno de sus aspectos puede ser discutible, corresponde a un pequeño comercio en Albacete, que se ve obligado a echar la persiana. Este cartel de cese de negocio que se hizo viral en cuestión de minutos, podría haberlo colgado con ese u otro texto, cualquiera de los 300 pequeños negocios que en los últimos seis años se han visto obligados a cerrar en Euskadi. La cifra en España es desgarradora. En una década hemos perdido más de 50.000 pequeños comercios, según datos de la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA). El sector ha perdido en los últimos 12 meses más de 20.600 autónomos y la sangría continúa.
En paralelo vemos, muchos de nosotros con tristeza, como las ciudades van perdiendo luz y vida. Al principio esto afectaba a los barrios periféricos. Ahora el centro de muchas ciudades está, como solemos decir, muerto y lo que más proliferan son los carteles de “se vende” ó “se alquila”, que en muchas ocasiones van engrosando polvo, porque nada ni nadie se decide a reabrir el negocio. Y sí, hay algunas cosas que van creciendo: los bazares comerciales y los espacios para las grandes marcas, que nos convierten a todos en clones, usando y consumiendo lo mismo en todas partes.
Con esos cierres se pierde para siempre parte de nuestra esencia, de lo que hemos vivido y las imágenes que han ido alimentándonos a muchos durante mucho tiempo
El cierre de los pequeños comercios se lleva con ellos además, el trato personalizado, esa forma de interactuar con el cliente llamándole por su nombre, ofreciéndole y recomendándole eso que saben que se acerca a sus gustos o a sus necesidades. Y además también perdemos la generación de puestos de trabajo, sin olvidar que con cada comercio que cierra se oscurece el color en nuestras calles.
Cierran las mercerías, las librerías de barrio, las tiendas de comestibles, las de ropa, los bares de toda la vida… y con esos cierres se pierde para siempre parte de nuestra esencia, de lo que hemos vivido y las imágenes que han ido alimentándonos a muchos durante mucho tiempo.
¿Qué podemos hacer? Obviamente con los que ya han cerrado nada, pero si sería muy interesante trabajar cómo se puede contribuir a la supervivencia de los que quedan.
El pequeño comercio tiene que adaptarse a los nuevos tiempos, y eso exige por encima de otras cosas, formación en muchos aspectos: nuevas tecnológicas, competencia, cambios en el mercado…
Los principales motivos de los cierres son dos. Por un lado la competencia y los medios de los grandes, contra quienes es imposible luchar, y por otro lado, la falta de relevo generacional que es una de las causas más importantes por las que desaparecen un buen número de tiendas y comercios de toda la vida.
Y ¿qué tienen a favor? Fundamentalmente la cercanía, el trato personalizado, la experiencia y hasta cierto punto, la diferenciación. Sin embargo, hace ya mucho tiempo que eso dejó de ser suficiente.
El pequeño comercio tiene que adaptarse a los nuevos tiempos, y eso exige por encima de otras cosas, formación en muchos aspectos: nuevas tecnológicas, competencia, cambios en el mercado… todos aquellos aspectos que les permitan ofrecer un servicio con mayor valor añadido y abrirse a consumidores exigentes que valoran las diferencias que aportan en positivo estos establecimientos.
Sí, es probable que el pequeño comercio sea en algunas ocasiones más caro que las grandes superficies pero, si puede pagarse, desde luego merece la pena invertir
Para los que ya no están cualquier iniciativa llega tarde, pero los que permanecen y quieren seguir estando tienen que reinventarse y adaptarse a los tiempos, si no quieren ingresar en la lista de desaparecidos para siempre.
Y por otro lado las administraciones tienen que seguir impulsando estos negocios con todas las armas que estén a su alcance: formación, fiscalidad, puesta en valor, comunicación…
No podemos olvidarnos tampoco de todos y cada uno de nosotros como consumidores. Sí, es probable que el pequeño comercio sea en algunas ocasiones más caro que las grandes superficies pero, si puede pagarse, desde luego merece la pena invertir.
Sólo con la complicidad de todos lograremos salvar esas historias de ayer y de hoy que a muchos nos gustaría que fueran las de mañana.