Esta semana la política y la sociedad vascas se teñían de luto por el fallecimiento el lunes de José Antonio Ardanza, el lehendakari más longevo de la democracia (1985-1999). Dejaba este mundo un hombre moderado, dialogante y pacifista que tejió los primeros acuerdos transversales de PNV y PSE que ahora, tantos años después, sirven aún para gobernar Euskadi.
También tejió Ardanza el acuerdo más recordado entre los partidos contra el terrorismo de ETA: el Pacto de Ajuria Enea. Asimismo, bajo su mandato se desarrolló más que nunca el autogobierno de Euskadi, ese que siempre se le ha quedado pequeño a los nacionalistas más furibundos pero que ahora, cosas de la vida, los unos y los otros defienden con ahínco.
La despedida a Ardanza de los partidos -incluso aquellos que más chocaron con él- y de la sociedad ha quedado opacada por los fastos del Athletic, sí, pero al mismo tiempo nos reconcilia con lo mejor de la política y supone un ejemplo innegable del legado del fallecido.