La presencia de Milei en el acto de Vox celebrado en Madrid la semana pasada y sus insultos a Pedro Sánchez, a su mujer y a la izquierda como ideología terminaron convirtiéndose en el primer acto del PSOE de cara a las Elecciones Europeas cuya campaña electoral hoy mismo comienza; o sea, un regalo a la estrategia de Sánchez de polarizar el panorama político para, a continuación, presentarse él mismo como el representante y aglutinador de todo lo que no sea derecha o extrema derecha, a las que iguala y junta en el mismo pack por propia conveniencia, aunque no sean en absoluto lo mismo.
La presencia de Milei ha sido, por lo tanto, otro regalo de Vox a Sánchez, a cuyo rescate sale en cuanto las cosas se le tuercen al presidente del Gobierno de España, y han sido unas cuantas veces en los últimos tiempos. De hecho, para eso impulsaron el PSOE y el conjunto de la izquierda oficial a la extrema derecha española, incluso antes de que esta llegara a tener representación institucional: para que la tuviera cuanto antes, dividiera a la derecha e impidiera que el PP pueda ser alternativa y alcanzar la Moncloa. O para que al menos le costara Dios y ayuda poder hacerlo.
Porque Vox no es sino una escisión del PP por la derecha, agrupada en torno a dos ideas fuerza que destacan por encima del resto: por un lado, la lucha torpe contra el independentismo ofreciendo para ello un nacionalismo de signo contrario; por otro lado, su oposición al feminismo de última generación. Esas son las dos banderas que enarbola y hace suyas y que le sirven como elementos aglutinadores de su proyecto político, además de algunas otras, algunas de las cuales la igualan y otras la diferencian de la extrema derecha europea, que sigue creciendo.
Un regalo a la estrategia de Sánchez de polarizar el panorama político para, a continuación, presentarse él mismo como el representante y aglutinador de todo lo que no sea derecha o extrema derecha
Y al reducir los votos que el PP obtendría en caso de que Vox no existiera, le imposibilita o al menos dificulta que Feijóo se convierta, a pesar de todos los desmanes cometidos por Sánchez, en presidente del Gobierno de España. Esto ya se vio en los resultados de las últimas elecciones generales, en las cuales, en el último momento, miles de ciudadanos decidieron no votar al PP, o abstenerse, e incluso mantener su voto al PSOE, ante el miedo de que el PP formara gobierno con Vox, para no ser o al menos no sentirse corresponsables de que tal cosa acabara ocurriendo. Porque hay millones de ciudadanos críticos con las políticas llevadas a cabo por Sánchez y su pacto infame con los independentistas que quieren romper España... pero son igualmente críticos, o incluso lo son más, con las políticas que propone la formación de Santiago Abascal.
La presencia de Milei en Madrid ayudó, por tanto, a polarizar la ya polarizada política española y dio otra baza a Sánchez para reivindicarse como el representante de todos los que se oponen a la extrema derecha populista y así poder desviar la atención de todos los asuntos que lo afectan. A un lado, el fango; al otro, Sánchez como solución a lo que el fango representa. Es como si Sánchez tuviera varias vidas, en parte por sus dotes de estratega, su audacia, su capacidad de decir una cosa y hacer justo la contraria sin que se le mueva una ceja y su ausencia de límites morales para llevar adelante su proyecto político, que no es otro que permanecer en la Moncloa, le pese a quien le pese y caiga quien caiga.
Pero en parte también por los errores o las limitaciones de sus adversarios, especialmente el PP, que no encuentra el modo de quitárselo de encima. Porque lo de Vox no es un error sino una estrategia para beneficiarse a sí mismo, aunque tal cosa conlleve la permanencia de Sánchez en la Moncloa. Al final, es un sumatorio de ambas cosas: por un lado, sus habilidades políticas que le han permitido eliminar políticamente a todos sus adversarios a los que se ha enfrentado en la última década; por otro lado, la incapacidad del PP de ofrecer un proyecto político lo suficientemente atractivo. Como queda dicho, porque su escisión por la derecha se lo impide.
Miles de ciudadanos decidieron no votar al PP, o abstenerse, e incluso mantener su voto al PSOE, ante el miedo de que el PP formara gobierno con Vox
Sánchez no gusta pero Milei gusta todavía menos; y si es Milei el representante político al que menos gusta Sánchez, será que Sánchez no es tan malo como parece, se dirán muchos. O aunque no se digan conscientemente nada, es lo que parece inundar el aire que respiramos y lo que termina teniendo una gran influencia en la opinión pública y en la actitud de los ciudadanos: y tal cosa beneficia a Sánchez. Porque una cosa es exigirle que aclare los negocios de su mujer, pero otra cosa es insultar al presidente del Gobierno de España o llamar corrupta a Begoña Gómez aunque no haya habido sentencia alguna que lo haya dictaminado. Cuando te pasas de frenada, no logras tanto debilitar a tu adversario como victimizarlo y, seguidamente, fortalecerlo. Aunque beneficies en el ínterin a tus propias siglas, en este caso las de Vox. Que de eso también se trataba con la presencia de Milei.
Cuando Milei acudió recientemente a México y arremetió contra el presidente López Obrador, la oposición respondió acertadamente, cosa que no ha sabido hacer Feijóo ante los exabruptos de Milei contra el presidente Sánchez. En México, la opositora Xóchitl Gálvez respondió a Milei del siguiente modo: "No le permito a Milei que hable mal del presidente, de eso me encargo yo". Así que, por un lado, pidió respeto para el que es el presidente de todos los mexicanos y al propio cargo institucional que ocupa, y, por otro lado, mostró su capacidad para ser ella quien, como opositora, sea la que critique a su presidente, cosa que habitualmente hace. En España, Feijóo se encuentra emparedado entre unos y otros, por lo tanto, centrado, lo cual no se sabe si es bueno, regular o malo, en estos tiempos políticos de verdades absolutas y excesos ideológicos. En todo caso, es obvio que no está dando con la tecla. Además de ser moderado, es necesario ser inteligente.
Las inminentes elecciones europeas pueden provocar la convocatoria por parte de Sánchez de unas elecciones generales después del verano. Si Feijóo logra una amplia victoria, para que Sánchez pueda tomarse la revancha, y porque carece de apoyos para gobernar, más allá de que se mantenga en el Gobierno. Si Sánchez contradice las encuestas y evita su derrota, porque se encontrará en disposición de renovar su alianza supuestamente progresista que le permita mantenerse en la Moncloa. A los vascos nos toca nuevamente volver a votar, tras las recientes elecciones autonómicas que han dictaminado que el PNV siga en Ajuria Enea con el apoyo de los socialistas vascos. El polarizado ambiente político español no ha traído por estos lares suficientes cambios para que la alianza entre nacionalistas y socialistas se rompa. Pero no se sabe qué puede ocurrir en el futuro. Porque si cae Sánchez, podría caer la entente vasca.