En Inglaterra, o Gran Bretaña, hay una larga tradición de funcionarios y altos funcionarios que prevalecen a los cambios de Gobierno. Brillantemente representada en las series de la BBC “Yes, minister” y “Yes, prime minister”, por el jefe de gabinete, sir Humphrey Appleby, esta curiosa variedad de animal, cordado, vertebrado, mamífero, primate, homínido, homo, sapiens y falsus servus, es la responsable de engrasar las actividades diarias de la administración con una lealtad que va más allá de los partidos que gobiernan. Se llama servicio público.
La lealtad y dedicación de Appelby sólo está condicionada por su propia supervivencia y prevalencia, lo que es cuestionable pero legítimo. Peor sería que se vistiera con la camiseta de una de las opciones políticas del país en el ejercicio de su cargo. Cuando entras en el servicio público, tus creencias políticas y religiosas salen por la ventana. Por cierto, un inciso: estas series satíricas de la BBC eran las preferidas de Margaret Tatcher.
Los Appelby ingleses suelen proceder de clase alta, de colegio público y de Oxbridge. Orígenes elitistas que no les han impedido rular Britannia con mano firme desde el siglo XVIII, servir a los diferentes amos electos, navegar guerras y templar gaitas. Son una institución y tienen una carrera: el Servicio Público.
En la Francia, revolucionaria y jacobina, existía también una élite “aristocrática” laica que nutría ministerios, embajadas o la propia Unión Europea. Eran los enarcas, los pijos y pijas que estudiaban en la ENA, École Nationale de'Administration. De ahí salieron miles y miles de funcionarias y funcionarios de toda categoría.
La ENA fue creada por el vicepresidente francés y secretario general del partido comunista, Maurice Thorez, por encargo de Charles de Gaulle, durante el gobierno provisional de 1945. El objetivo confeso era democratizar el acceso a la alta función pública del Estado a través del mérito por concurso y asegurar la selección y capacitación de los altos funcionarios estatales franceses. El oculto, supongo, sería desnazificar la administración colaboracionista e impedir, nevermore, que algo así pudiera volver a suceder.
Han sido enarcas unos tales Valéry Giscard d’Estaing, Édouard Balladur, Michel Rocard, Jacques Chirac, Lionel Jospin, Jean-François Copé, Nicolas Dupont-Aignan, Françoise Chandernagor, Dominique de Villepin, François Hollande, Ségolène Royal o Emmanuel Macron. No lo han sido Jean Marie Le Pen, ni su hija Marine Le Pen, ni Jordan Bardella ni Eric Zemmour.
La ENA fue cerrada en 2021 por Enmanuel Macron, uno de sus hijos, debido a numerosas críticas por el nepotismo y endogamia en la selección del alumnado, por su burocracia y su centralización. La sustituyó el Institut National du Service Public. Mismo perro con distinto collar. Esperemos que la enarquía vuelva a cerrar filas y aplique este mes el cordón sanitario que algunos “vichyssois republicains”, siempre de derechas, pretenden reventar. El fin oculto del que escribíamos más arriba: impedir la vuelta del fascismo. Servicio Público.
En Euskadi, las escuelas de administraciones públicas fueron los batzokis. Allí se pedían y se apuntaban las voluntarias y voluntarios para las nacientes instituciones autonómicas
En Euskadi, las escuelas de administraciones públicas fueron los batzokis. Allí se pedían y se apuntaban las voluntarias y voluntarios para las nacientes instituciones autonómicas. De allí salía la primera valoración de los listados de candidatas y candidatos: de fiar, afiliada, borroka pero el padre es del partido, rechazar por español, socialista borrar, y otros items del psicotécnico jeltzale. Eran los días en que contaban más las tortillas de patatas y los turnos de barra que había hecho el futuro funcionariado que sus cualidades profesionales.
De esta forma -simplificando mucho- se llenaron de funcionarios y funcionarias la administración general, ETB, Osakidetza, las empresas públicas y chiringuitos varios. Solo había una condición: ser nacionalista y/o abertzale. Más tarde se recurrió a una apariencia de legalidad a partir de oposiciones donde contaban más unas cosas que otras, y donde las bolsas de trabajo mediatizaban los resultados.
Unas bolsas de trabajo que fueron cayendo, poliki poliki, en brazos y manos y pies y todo, de los sindicatos que, en este caso, son dos, ELA y LAB. Ahora, en este sector laboral, las personas que trabajan se dividen casi al 50% entre votantes del PNV y 50% votantes de Bildu. Las y los votantes del PNV ocupan mayoritariamente las escalas más altas y los de Bildu el resto.
Muy mal se tienen que estar dando las cosas en el PNV para estar lanzando señales de búsqueda activa de altos cargos públicos fuera del funcionariado afín. Posiblemente no los encuentran por tres motivos
Esta fórmula ha permitido hasta ahora nutrir de cargos públicos las administraciones jeltzales. Funcionarias y funcionarios que pasaban a ser directores, viceconsejeros, consejeros, diputados forales, concejales de grandes capitales -con sueldo-, gerentes de chiringuitos, etc... y que cuando se daba la vuelta la tortilla (Gobierno de Patxi López o Diputación de Gipuzkoa de Martin Garitano) volvían a sus altos puestos funcionariales, con suculentos sueldos garantizados de por vida y acceso a la información, para fiscalizar desde dentro la labor de los okupas.
Esto no es servicio público.
Muy mal se tienen que estar dando las cosas en el PNV para estar lanzando señales de búsqueda activa de altos cargos públicos fuera del funcionariado afín. Posiblemente no los encuentran por tres motivos: uno, la clase dirigente de primera (y segunda hora) se está jubilando. Dos, los jeltzales que quedan con menos edad (entre 30 y 45 años) no dan para gestionar o -tres- no quieren.
Entre los que quieren y no pueden vemos a los fieles cuarentañeros que siguen yendo a los alderdis de Salburua pero que van justitos para las cosas de gestión. Gremio de fontanería y poco más. Y entre los que podrían valer pero no quieren están los que no van a Salburua, ni son concejales de sus pueblos, ni desean un compromiso político que les altere sus findes en Laredo o Noja. Al fin y al cabo, tienen un sueldaco de por vida.
En el libre mercado, el PNV se está encontrando lo que antes el PSE y Bildu cuando rompieron la hegemonía nacionalista: que no son de fiar para los posibles candidatos y futuros cargos
Y fuera del funcionariado. En el libre mercado, el PNV se está encontrando lo que antes el PSE y Bildu cuando rompieron la hegemonía nacionalista: que no son de fiar para los posibles candidatos y futuros cargos. Que aún sabiendo que, si te vas de cargo público a la administración, tienes garantizada la vuelta a tu puesto de trabajo privado cuando cesas, a los nuevos y jóvenes profesionales no les salen las cuentas. Ni económica ni reputacionalmente.
Por lo tanto, me reafirmo en que pocas sorpresas en el próximo Gobierno vasco. Mucho aparatero y profesional de la política (como creo que debe ser), y alguna o alguno que va a tener que aplazar su retiro en Cádiz.
Mientras tanto, el PNV augura un otoño caliente en la administración y en los servicios a la ciudadanía a cargo de ELA y LAB. Tu quoque fili mi. Los hijos devorando a Plutón.
La que has liado, pollito. Tu metodología funcionarial no da ni para ti. Para hacérselo mirar.