La cabeza de Olmo fue la delgada línea roja que nos separó ayer de la decepción, de los ventajistas xenófobos -españoles y periféricos- y de los pesados del Chiringuito, que unos días antes estaban afeando al seleccionador riojano que hubiera sacado un poco de pecho tras eliminar a Francia. Afortunadamente para nuestra salud mental, la delgada línea roja paró en seco la carga final de la Brigada Ligera en la batalla de Berlín.

Este suceso, caído al segundo plano del relato, ha permitido, entre otras muchas cosas, la entronización de Nico y Yamal, los niños extremos, pedir el balón de oro para Rodri o que don Jesús Navas sea el español, y muy español, con más títulos de selección en sus botas: un mundial y tres Eurocopas. 

Si esa pelotita hubiera entrado y finalmente España hubiera perdido, hoy estaríamos hablando de las ocasiones falladas por Morata, Olmo o Yamal. Cuestionaríamos sin pudor los cambios del seleccionador y clamaríamos por las ausencias en la convocatoria de éste y aquel. Con rotundidad y crueldad. España y yo somos así, señora.

La misma selección con distinto resultado igual a todos al suelo que vienen los nuestros. 

“Nuestros desembarcos (…) han fallado en ganar una satisfactoria cabeza de playa y he decidido retirar las tropas. Mi decisión de atacar en ese tiempo y lugar estuvo basada en la mejor información disponible. Las tropas, la aviación y la marina hicieron todo lo que la bravura y la devoción al deber pudieran hacer. Si alguna culpa o fallo ha ocurrido en este intento es solo mío”.

El general Eisenhower preparó este discurso por si venían mal dadas tras el Día D. Evidentemente, nunca llegó a pronunciarse visto el éxito del desembarco en Normandía, primero, y el afianzamiento, después, de las tropas aliadas en la Francia ocupada por Hitler.

Dicen que el éxito tiene mil padres y que el fracaso es huérfano, lo que hace aún más importante que alguien prevea la asunción de responsabilidades basadas únicamente en tu posición en la toma de decisiones. Yo estoy arriba, yo asumo la culpa y actúo en consecuencia. Punto. Es tan raro.

Es tranquilo, es religioso, tiene pinta de ordenado y aguanta carros y carretas. Lo opuesto a un servidor ¡totalmente, oiga! No obstante, me traslada una gran sensación de tranquilidad. Creo que hasta me iría con él de birras. Un buen, gran tipo

Tengo la íntima convicción de que la reacción del seleccionador De la Fuente hubiera estado a la altura de Ike en el supuesto de que sus tropas hubieran sucumbido en el Olímpico que vio a un negro aplastar el mito de la superioridad aria ante la agriada mirada de Hitler.  

Es tranquilo, es religioso, tiene pinta de ordenado y aguanta carros y carretas. Lo opuesto a un servidor ¡totalmente, oiga! No obstante, me traslada una gran sensación de tranquilidad. Creo que hasta me iría con él de birras. Un buen, un gran tipo. 

Del triunfo de la transversalidad y de la multiculturalidad no voy a hablar porque es mentira. Han ganado unos jugadores profesionales de fútbol muy preparados y bien pagados. Su extracción social es, en muchos casos, humilde. Con toda lógica. El fútbol, como en boxeo o, en otras latitudes, el baloncesto, el deporte en definitiva es la salida de los más desfavorecidos, de los que, como decía mi padre, tienen hambre. Por eso en nuestro país destacan cada vez más los deportistas de origen subsahariano, magrebí o hispanoamericano. 

Lo único que pediría a nuestros cracks es que imiten a los franceses y no se olviden ni por un instante de dónde vienen, porque hay un montón de hijoputas deseando devolverles allí

Porque a los blanquitos en su mayoría -Fabián sería la excepción que confirma mi regla- no nos interesa. No nos hace falta. No hay por qué sufrir, privarse de la juventud, someterse a una disciplina férrea, romperse ligamentos, huesos, rodillas, isquios, meniscos, sóleos… por un futuro en la élite que solo alcanza uno entre cien mil. Demasiado trabajo.

Lo único que pediría a nuestros cracks es que imiten a los franceses y no se olviden ni por un instante de dónde vienen, porque hay un montón de hijoputas deseando devolverles allí. 

Los franceses saben, porque tienen memoria y porque no hace tanto que ocurrió, que en 1998, cuando ganaron su primer mundial, las portadas, las calles y la opinión pública se llenaron de multiculturalidad y buen rollo. Lejos queda ya aquel espíritu «Black-Blanc-Beur». Hoy, ante la amenaza de Le Pen y su extrema derecha, han tenido que fajarse y mojarse.

No olvidar. Os querremos mientras ganéis. Ni un segundo más.