Pocas horas después de que se conocieran los resultados de las últimas elecciones catalanas, nuestros compañeros de 'Crónica Global' abrieron su portada con este titular: "Illa será president". Tantas semanas después está claro que, en efecto, el socialista llegará al Palacio de la Generalitat incluso a pesar del circo que promete con su regreso el fugado Carles Puigdemont. Un cambio de ciclo histórico para Cataluña.
Claro que los efectos de la investidura de Illa no se antojan pequeños en toda España. Junts ya amenaza con dejar caer a Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados, sea por la vía del desgaste -Puigdemont sabe que sus votos son igual de decisivos que antes y puede minar al Gobierno en cada votación- o sea incluso por la vía de la censura, si bien esta parece más compleja.
Además, el pacto entre el PSC y ERC para poner en marcha un 'concierto catalán' a semejanza del vasco genera fuertes discrepancias entre algunos barones del PSOE. Quién sabe si el partido de Oriol Junqueras seguirá o no unido a tenor de las enormes diferencias internas vistas para investir a Illa. Ni siquiera está claro, de hecho, que lo pactado por PSC y ERC vaya a cumplirse porque es difícil que llegue a buen puerto en el Congreso.
O sea, la inestabilidad, la polarización y el ruido seguirán marcando el rumbo de esta legislatura nacional.
Los amigos íntimos de los abertzales aceptan una suerte de pacto fiscal y los que vuelven a ser compañeros de viaje de los jeltzales -para disgusto de Urkullu, por cierto- se echan al monte. El mundo al revés
Los ecos de todo esto en Euskadi son bastante paradójicos. Está claro, para empezar, que la fragilidad de Sánchez no es buena para PNV y Bildu, que, cada uno por sus motivos, algunos de ellos compartidos, desean que no haya elecciones generales y que no quieren ni pensar en que Feijóo llegue a la Moncloa.
La paradoja estriba en las posiciones de sus socios catalanes. Porque curiosamente ERC se comporta con el posibilismo propio del PNV y Junts se maneja con el esencialismo de Bildu. Los amigos íntimos de los abertzales aceptan una suerte de pacto fiscal y los que vuelven a ser compañeros de viaje de los jeltzales -para disgusto de Urkullu, por cierto- se echan al monte. El mundo al revés.
Peneuvistas y soberanistas asisten con tanta cautela como preocupación a lo que sucede en el Parlament. ¿La vuelta de Puigdemont nos regalará otra vuelta de tuerca 'procesista' o será una pantomima que se olvidará pronto? A estas alturas, todos saben que en la política de este trozo de planeta todo es posible.