Dos nombramientos de alcance en una semana. Dos personas avaladas por un amplio curriculum vitae, que en principio les acredita para ejercer de forma solvente sus nuevas encomiendas. Dos formas de entender el fondo y la forma. Dos maneras de hacer, con algunas similitudes, y bastantes diferencias.
Me refiero al nombramiento de la magistrada Isabel Perelló como presidenta del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), y a José Luis Escrivá como gobernador del Banco de España.
A Perelló que se le tilda de progresista, la propusieron los conservadores y logró el beneplácito de 16 de los 20 miembros, del recientemente renovado CGPJ. Un auténtico logro, sobre todo si tenemos en cuenta que la renovación del órgano ha tardado años por discrepancias entre Gobierno y oposición. Por delante la primera presidenta de esa institución tiene retos de altura, ya que a nadie se le escapa el protagonismo que en los próximos meses van a tener las cuestiones relacionadas con la justicia. Sin duda el objetivo más importante y más complicado va a ser regenerar la imagen del poder judicial, y eso pasa por separarlo del poder político, encomienda casi, casi milagrosa, si tenemos en cuenta las injerencias entre uno y otro en los últimos tiempos, con el descredito que ello ha generado.
Por otra parte, el nombramiento de Escrivá totalmente legítimo, puesto que corresponde al Gobierno decidir quien ocupa el cargo de gobernador del Banco de España, se hace con la rotunda negativa de la oposición que no comparte que alguien como dijo Feijóo sea "ministro por la mañana y gobernador del Banco de España por la tarde".
Evidentemente que Escrivá llegue así a su nuevo puesto, es malo para la institución que va a presidir, y vuelve a poner en el punto de mira eso que ha dado en llamarse puertas giratorias.
Le ha faltado en este nombramiento al Gobierno mano izquierda y sobre todo formas. Se mire como se mire, es difícil explicar que quien fuera hasta hace nada ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública, pase de la noche a la mañana a ocupar el puesto de gobernador del Banco de España, un organismo al que se le presupone independencia.
No pueden obviarse tampoco las polémicas que el ex ya ministro tuvo, cuando ostentaba la cartera de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, con la entidad de la que ahora se va a hacer cargo, con motivo de algo tan sensible como son las pensiones.
Vamos, que lo vistan como lo vistan, esto no son formas. Y para colmo, si tiramos de hemeroteca nos encontramos con ilustrativas declaraciones de Pedro Sánchez hace tiempo, renegando de este tipo de prácticas.
Como ven, hay diferencias importantes entre la forma de Perelló para acceder a la presidencia del CGPJ, y como se está escribiendo la historia del nuevo gobernador del Banco de España.
En cualquier caso, tras ambos nombramientos hay un tufo político que los empaña. El hedor es mucho más fuerte en el caso de Escrivá, pero también se deja sentir en el órgano judicial. Y eso es malo para las instituciones y también para los políticos.
Este tipo de formas opacan cualquier trayectoria profesional, y eso nos hace perder la perspectiva y deja al margen un debate que debería darse. y que no es otro que las posibilidades de que quien ejerza la política en un momento determinado, tenga derecho a acceder a las mejores opciones que el mercado laboral le ofrezca, una vez finalizadas las responsabilidades políticas.
Si no dejamos esa puerta abierta y acotada, no hace falta que sea giratoria, perderemos la posibilidad de que los mejores entren en política, y no estamos para desperdiciar talento.
Creo que esta cuestión merece un debate sereno y sosegado en el que acabe estableciéndose un código deontológico por el que se regulen estas situaciones.
Evidentemente el modelo por el que se ha nombrado al nuevo gobernador del Banco de España, no es el modelo a seguir. El modelo se parece más al de Isabel Perelló porque parte de un consenso aunque sea relativo, pero también se puede hacer mejor.
Es evidente que hay margen de mejora y debe explorarse.