En la memoria colectiva de los aficionados al deporte, y en especial en los fans del motor, ha quedado una frase multiusos: ¡Trata de arrancarlo, Carlos, por Dios!. Corría el año 1998, Carlos Sainz y Luis Moya, bicampeones del mundo de Rallys, luchaban por su tercer título en la RAC de Inglaterra, cuando a menos de un kilómetro para meta su coche se paró debido a una fuga de aceite.
La rabia del copiloto estalló en esa consabida expresión que recoge toda la impotencia y toda la frustración del momento.
A mi parecer, puede que esta sea una situación sea muy similar a la que podría haber vivido Pedro Sánchez en el último Consejo de Ministros. Me puedo imaginar al presidente del Gobierno exhortando a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero y al ministro de Economía, Carlos Cuerpo, para que traten de arrancar la legislatura llevando a buen puerto la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.
El bloque de la investidura de Sánchez parece que no es tan compacto como creía, ya que el pegamento anti Vox es lo único que lo cohesiona, y así, lo cierto es que el curso político transcurre al ralentí. Más allá de la aprobación de la Ley de Amnistía, cada intento por avanzar en la gobernabilidad, la manta que arropa al Ejecutivo queda corta bien por los pies, bien por la cabeza.
Sin embargo, el presidente lanza señales de resilencia sosteniendo que aún quedan tres años por delante con o sin el apoyo del Legislativo. Desde luego, en su mano está la prerrogativa de disolver las Cortes y convocar elecciones, pero ¿se puede ser Gobierno sin poder gobernar?.
Me da en la nariz que lo que pretende Sánchez en mandar un mensaje a Waterloo, tras el no de Junts en julio a la aprobación de los objetivos de deuda y déficit. Algo así como:
Querido Carles Pugdemont: los siete votos de Junts son imprescindibles para aprobar los PGE, pero no estoy dispuesto, por el momento, a dejar caer la legislatura en pleno maremoto por la financiación autonómica y la crisis migratoria. Estoy convencido de prorrogar los presupuestos y Dios proveerá.
Por si fuera poco, la financiación singular de Catalunya pactada por PSOE y ERC, que consiguió la investidura de Salvador Illa como president de la Generalitat, no es que haga echar chispas a la derecha de PP y Vox, es que ha hecho voltear la cabeza a Podemos, que la considera poco de izquierdas. A Sumar socio de coalición, aunque más prudente, parece que también es un sapo que tendría que tragar.
Al PNV le preocupa que este asunto se aproveche para arremeter contra el Concierto vasco y el Convenio navarro, y que se vuelva a la matraca populista del desaparecido Ciudadanos de considerarlos un privilegio. Más calladito anda EH Bildu y el Bloque Nacionalista Galego reclama ser los siguientes en tener más autonomía en sus cuentas autonómicas.
Eso sí, aún nadie conoce la letra pequeña del acuerdo y cómo se va a llevar a práctica. Puro estilo Sánchez para manejar la agenda política.
Miren, a estas alturas, no se sabe en qué fase de la representación política estamos, pero veo más sencillo encontrar una aguja en un pajar que la legislatura aguante los tres próximos años.
¿Será por eso que Sánchez ha adelantado un año la celebración del Congreso Federal que pretende reorganizar el poder territorial de los órganos del PSOE especialmente en Andalucía, Madrid y Castilla y León para noviembre?
La obligación de cualquier Gobierno es presentar unas cuentas. En ellas, las diferentes partidas marcan el carácter de las prioridades del Ejecutivo. En una lectura genérica de cualquier presupuesto se puede adivinar de qué sesgo ideológico son.
No en vano es la principal Ley de cualquier Gobierno, piedra angular de las políticas a aplicar. "Un Gobierno sin Presupuestos es tan útil como un coche sin gasolina" le afeó Sánchez a Mariano Rajoy cuando éste era presidente en 2018 añadiendo además, que la consecuencia inmediata debiera de ser la convocatoria de elecciones generales. El coche de Sánchez permanece en punto muerto ¿conseguirá arrancarlo?.