Sabíamos ya que el poder cambia a los políticos. Pero hay cambios, como los de opinión, más que reveladores. Los veteranos del oficio recordamos cómo hace unos años, concretamente en 2015, Pedro Sánchez, entonces jefe de la oposición, prometía una y otra vez publicar "la lista de la vergüenza" cuando llegase al Palacio de la Moncloa.
Sánchez se refería, conviene aclararlo, al listado de personas que se habían beneficiado de la vergonzante amnistía fiscal perpetrada por el Gobierno de Mariano Rajoy. Ahora, casi diez años después, resulta que la lista que va a publicarse es la de los propietarios y accionistas de los medios de comunicación. Las vueltas que da la vida.
Lo de más, al menos para servidor, es que se lance un paquete de semejante envergadura para legislar acerca de los medios de comunicación privados pero, en cambio, nada se diga de qué hacer con los medios de comunicación públicos
Con todo, ese listado es casi lo de menos. Lo de más, al menos para servidor, es que se lance un paquete de semejante envergadura para legislar acerca de los medios de comunicación privados pero, en cambio, nada se diga de qué hacer con los medios de comunicación públicos.
Es decir que el Poder, así, con mayúsculas, quiere alumbrar la Verdad, otra vez urge la mayúscula orwelliana, sobre lo que pasa en los medios que no controla pero al mismo tiempo deja como están los que sí controla. Un disparate de proporciones escandalosas. Claro que a nadie salvo a los propios periodistas va a escandalizarle nada a estas alturas.
Veamos algunas preguntas al respecto, para quien le interese profundizar. ¿Cuánto cobra cualquier presentador de las televisiones públicas? ¿Y las productoras afines cuánto se llevan por realizar programas que podrían realizar los empleados públicos?
¿Qué cantidades perciben los tertulianos? ¿Por qué se escoge a determinados periodistas para acudir a las tertulias de medios públicos y no a otros? ¿Se van a implantar criterios objetivos y verificables para designarlos?
Suena cuando menos extraño, incluso un tanto bolivariano, si me apuran, que se trabaje tanto por la Transparencia en los medios de propiedad privada, pero no en los que pagamos todos
En todo caso, no todo lo referente a los medios que contiene este plan de regeneración me parece mal. Limitar la publicidad institucional y, mejor aún, repartirla conforme a criterios objetivos de audiencia suena fenomenal. Todo lo que sea combatir la propagación de bulos y fake news también se antoja necesario. Etcétera. Quizás falte pedagogía. Lo veremos.
Podríamos debatir, ya puestos, hasta qué punto es lógico que impulse la regeneración de las instituciones quien acaba de colocar a un ministro como gobernador del Banco de España, por poner un mero ejemplo, pero mejor no abramos ese melón, porque este texto sería demasiado largo y ni usted ni yo queremos eso.
Volviendo al principio, suena cuando menos extraño, incluso un tanto bolivariano, si me apuran, que se trabaje tanto por la Transparencia en los medios de propiedad privada -ay, la libertad de empresa y la libertad de información- pero nada se haga para que conozcamos las entrañas de los medios que pagamos con nuestros impuestos.
Y de aquella "lista de la vergüenza" ya ni hablamos, claro.