Ibone Bengoetxea, la vicehelendakari primera y consejera de Cultura y Política Lingüística del Gobierno Vasco, acaba de presentar en el Parlamento Vasco las líneas estratégicas de su departamento. Entre los objetivos de su "hoja de ruta", ha destacado tres: incrementar el uso del euskera, reforzar el sistema cultural del territorio vasco y hacer más activa a la ciudadanía.

El segundo de los objetivos podría sonar relativamente bien si no tuviera el peligro, históricamente confirmado, de que el "sistema cultural del territorio vasco" se traduzca y se aplique de manera sectaria y nacionalista sin decirlo explícitamente, esto es, que solo se entienda por "sistema cultural" lo relacionado con el euskera y los usos y costumbres culturales del nacionalismo vasco, obviando el resto de expresiones culturales que siguen vivas en Euskadi y que igualmente forman parte del "sistema", que es lo que han venido haciendo todos los gobiernos vascos desde que somos comunidad autónoma y nos gobiernan nacionalistas confesos o nacionalistas asimilados, esos que, sin supuestamente serlo, se comportan como si lo fueran.

No existe el derecho a provocar hablantes forzosos que extiendan una determinada lengua para perpetuarla o para que otros tengan con quien hablarla

Lo de "hacer más activa a la ciudadanía" espero que se refiera a que el actual Gobierno Vasco potencie y ofrezca actividades culturales que sean atractivas para quienes residimos en el País Vasco o para quienes acuden a visitarnos, en lugar de favorecer e introducirnos con calzador solo aquellas que les interesan por razones ideológicas; al fin y al cabo, la cultura hoy día es producto globalizado, y circunscribirnos a lo que los nacionalistas consideran "lo nuestro" sería tan cateto como un imposible: basta con mirar cuáles han sido por estos lares la canción del verano, el libro más leído o el concierto más exitoso. No es que haya que orillar o no atender incluso especialmente las expresiones culturales minoritarias sino que ninguna de ellas se considere una mala influencia y ajena a lo que nos conforma como seres humanos y ciudadanos. O sea, mejor el universalismo, el mestizaje y la diversidad antes que "lo propiamente nuestro", porque además en aquello está incluido esto mientras que en esto no está incluido aquello.

Pero es el primero de los objetivos verbalizado por la consejera nacionalista el que se repite en el tiempo, y cada vez con más ahínco, como un grito desesperado: incrementar el uso del euskera por parte de quienes ya lo saben. Y si es ese el objetivo primero del departamento es porque tienen conciencia y conocimiento de que el euskera no se usa tanto como se pretendía y, desde luego, menos de lo que algunos desearían, lo que constata su monumental fracaso (que no el nuestro). Y no seré yo quien se oponga a que el euskera se use tanto como los ciudadanos que lo manejen libremente consideren, pero sí me opongo a que, para que se hable más de lo que ahora mismo se habla, se utilicen fórmulas coercitivas, que es lo que se ha venido haciendo a lo largo de la democracia, con el peligro añadido de que no solo no se supriman los elementos de presión lingüística que ya existen sino que estos se refuercen. Bildu ya ha pedido ser "valientes y audaces", y ya sabemos a qué se refieren: que la gente siga sacrificándose para que ellos se sientan (algún día) satisfechos. Porque no existe el derecho a provocar hablantes forzosos que extiendan una determinada lengua para perpetuarla o para que otros tengan con quien hablarla, y porque, además  de inútil, resulta costoso social y económicamente y profundamente injusto.

La oficialidad de una lengua debe venir porque efectivamente se habla, no para que se hable, que luego pasa lo que pasa y se toman las medidas de imposición lingüística que se toman

En el mundo globalizado en el que nos desenvolvemos y en una sociedad tan plural como la vasca donde todos conocen una lengua tan potente y global como el castellano, que además es común a todos nosotros, pretender que el euskera ocupe un espacio mayor del que ya ocupa a base de nuevas imposiciones es un disparate que solo llevará al sufrimiento de unos y a la frustración de otros, lo que llevará después a la implementación de nuevas medidas coercitivas. Para que se entienda: es normal que el euskera se siga hablando en aquellas partes del País Vasco donde ya se habla porque es lengua familiar y de comunicación habitual, pero pretender que se extienda artificialmente donde nunca se ha hablado o se habla menos es un absurdo. Otra cosa es que quien quiera pueda aprenderlo o que quien lo de desee pueda cursar sus estudios en dicha lengua, pero estos derechos están ya garantizados. El problema son las vulneraciones lingüísticas hoy día vigentes: imposibilidad de estudiar en castellano en determinadas localidades vascas y exigencias lingüísticas excesivas por desproporcionadas e innecesarias para acceder a un puesto de trabajo en la Administración. Y esto es lo que se pretende seguir haciendo.

Porque a las propias palabras de la consejera en el Parlamento Vasco me remito: además de lo anterior, se pretende aumentar el espacio del euskera en el entorno digital, incrementar las posibilidades de trabajar en euskera tanto en el ámbito público como en el privado y lograr la oficialidad del euskera en Europa. No digo yo que quienes ya estudian o trabajan en euskera no necesiten ciertos recursos académicos que hoy día no existen, pero todo resulta un exceso y una obsesión: por ejemplo, ¿para qué se quiere que el euskera sea lengua oficial en el resto de Europa si solo se habla en "Euskal Herria" y ya está perfectamente protegida? Como he dicho en alguna otra ocasión, la oficialidad de una lengua debe venir porque efectivamente se habla, no para que se hable, que luego pasa lo que pasa y se toman las medidas de imposición lingüística que se toman. Y hablamos de vulneraciones gravísimas de derechos.

La consejera, además, propone que todas las actividades extraescolares sean en euskera, nueva idea impositiva que se dará de bruces con la realidad y chocará con el hartazgo social, cosa que ya está ocurriendo; especialmente entre los más jóvenes, que ven toda esta parafernalia impositiva como lo que es: algo ajeno a sus propios intereses. Ellos son mucho más listos: lo hablan con naturalidad, por gusto y cuando les es de utilidad. Y basta que se les obligue a algo para que te lleven la contraria.