Está por todos lados, en las redes, en la calle, en las conversaciones más anodinas... la última moda es posicionarse, cual guerra donde hay que escoger bando, sobre qué programa hay que ver en el access televisivo. Si se es más de El Hormiguero o de La Revuelta, como si estos espacios supusieran, además de un momento de consumo de entretenimiento mediático, una trinchera ideológica más.
Seguramente hay mucho de esto detrás, no lo niego, así como los que llevan determinada pulsera en la muñeca frente a los que prefieren las camisetas con lemas revolucionarios, los que son de tortilla con cebolla o sin cebolla, de gaviotas o de rosas.
Considero la TV el electrodoméstico más democrático en un domicilio porque se apaga y se enciende a gusto del consumidor. No obstante, entre tanto análisis televisivo-político y seguimiento de la guerra de audiencias, reconozco que David Broncano ha introducido una pregunta nueva que realiza a todos sus invitados en su programa: ¿eres más machista o más racista?
Una invitación a reflexionar en una autoexploración sobre nuestro yo no público. Una pregunta sin pretensión acusatoria, sino de reconocernos interiormente. Me quedo con la respuesta más sincera y reflexiva que escuchado por el momento, la del escritor Juan José Millás: "Tengo trazas".
Una pregunta sin pretensión acusatoria, sino de reconocernos interiormente
En efecto, somos producto de nuestra educación, de nuestro entorno y de la manera en la que asumimos o no que las sociedades van cambiando. Me parece de lo más oportuno pararnos en este punto de plena actualidad para hablar de racismo, de política y de identidad.
La última encuesta del CIS sitúa a la inmigración como el principal problema de la ciudadanía, pasando en tan solo tres meses de estar en el noveno puesto a encabezar el ranking, por delante de la vivienda o los problemas económicos. Preguntados por cuál es el problema personal más acuciante es entonces cuando la inmigración baja hasta la quinta posición y aflora la sanidad o la calidad del empleo.
Considero un ejemplo empírico de cómo el debate político y mediático influyen en la percepción de la sociedad y no, no es casualidad. La agenda de los partidos políticos es capaz de mover y atraer voto si toca la tecla de la percepción ciudadana desde las tripas, desde el sentimiento y no desde la razón. Dicho de otro modo, cuando el dato no gana al relato.
Me parece de lo más oportuno pararnos en este punto de plena actualidad para hablar de racismo, de política y de identidad
En Cataluña el partido de la alcaldesa de Ripoll, Aliança Catalana, ha logrado dos representantes en el Parlament. Se puede definir como extrema derecha, sin duda, pero la acusación de fascistas queda distante del origen de esta formación. El discurso por boca de Sílvia Orriols, de corte soberanista catalán, tiene una estructura más pegada a la defensa de la identidad catalana frente a la amenaza de la destrucción o el reemplazo de lo propio por otras identidades culturales o religiosas, con una gran carga antiislamista. Así pues, sus votantes no se perciben como ultras sino como defensores de unos valores que vienen a ser suprimidos.
¿Podría surgir una formación política similar en Euskadi? Tengo serías dudas, aunque no pondría la mano en el fuego a tenor de lo que está ocurriendo en toda Europa, y no solo con gobiernos de extrema derecha como en Italia. El caso de la socialdemocracia en Alemania es llamativo.
El canciller alemán Scholz ha prometido deportaciones masivas y reducir la inmigración irregular a raíz del atentado de Solingen. Pero es que además, una nueva formación de izquierdas, liderada por la carismática Sahra Wegenknecht, está atrayendo el voto obrero antiinmigración que hasta este momento flirteaba con Alternativa por Alemania. Lo llaman la izquierda rojiparda.
Durante las fiestas veraniegas en Euskadi han aparecido algunas pancartas en los recintos festivos escritas en euskera y sin firmar. Mensajes como "Aberria Defendatu, Etorkinak kanpora" amén de réplicas del mismo corte y similares en las redes sociales. Un fenómeno inédito, anónimo y ¿puntual?.
Sus votantes no se perciben como ultras sino como defensores de unos valores que vienen a ser suprimidos
Una de las claves es que ningún partido vasco ha coqueteado con esta idea. A diferencia de Cataluña donde Junts otorgó la alcaldía de Ripoll a Orriols , y ante su avance en las pasadas elecciones catalanas, está viendo cómo parte de su electorado podría fugarse por esta grieta.
Así se explica en gran medida el voto en contra de Junts para la reforma del artículo 35 de la Ley de Extranjería o la petición de la asunción íntegra de la competencia de migración, "nos jugamos la nación" afirmó Jordi Turull, presidente de Junts.
Comprar los marcos de la extrema derecha es una amenaza para la democracia y la cohesión social que siempre va a ganar el original frente a los tibios y sucedáneos. Sin embargo, hay que abordar este debate con bases humanista y amplias miras de cara al futuro. La no guetización, la interculturalidad, la religión no son los mundos de Yupi. Supone un reto para todos, los de aquí y los de allí. Tampoco se consigue solucionar nada quedándose en los discursos buenistas tan manoseados especialmente por la izquierda.
Hace poco volví a mi antiguo barrio, estaba llegando a casa de mis padres en una de mis visitas habituales. En ese momento y al poco de llegar a mi destino, de un portal salió una mujer, llevaba de la mano a dos niños pequeños al colegio. Iba vestida completamente de negro y solo dejaba asomar sus ojos por el velo que la cubría completamente. Creí adivinar la juventud en su mirada y sentí dentro de mí las trazas de las que habló Millás.