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Hace unas semanas titulé mi artículo sobre la aprobación de la Ley ELA con la frase  "para qué sirve la política". Hoy me gustaría titular esta nueva columna con un sonoro "para qué no sirve la política".

Decía que el trabajo político ha de ser la herramienta que contribuya a mejorar la vida de las personas; sigo pensando lo mismo pero asisto atónita, como casi todo el mundo, al continuo rifirrafe entre mandatarios públicos más preocupados de valorar quién es más corrupto que de hacernos la vida más vivible.

Se suben al estrado y sacan a relucir las porquerías del otro mientras ese otro, desde su escaño, ríe pensando en el zasca que va a otorgarle a continuación levantando otra alfombra bajo la que también hay mucha inmundicia. 

La corrupción hay que denunciarla pero sobre todo, hay que combatirla. De nada sirve el "y tú más". Mal de muchos consuelo de tontos dice el sabio refranero español y como no considero que la ciudadanía lo sea creo que merece mucho más respeto.

Asisto atónita al continuo rifirrafe entre mandatarios públicos más preocupados de valorar quién es más corrupto que de hacernos la vida más vivible

Siento vergüenza cuando asisto a esos debates en los que lo de menos es si los jóvenes pueden o no emanciparse o si esta o aquella familia conseguirá llegar a fin de mes. Parece no importar que tres millones de personas salgan a trabajar cada mañana pero estén en situación de pobreza porque con su salario no les llega para cubrir las necesidades básicas. O que cada vez más españoles recurran a créditos rápidos por los que pagan intereses usureros porque necesitan esos 50 o 100 euros para comer los últimos días de mes. 

Seguimos asistiendo al espectáculo político de cada día mientras que ni la subida del salario mínimo interprofesional ni la reducción de la tasa de paro esté sirviendo para reducir la pobreza en España. Lo peor es que no se trata de un hecho puntual con el origen en la inflación o la subida de los precios de los pisos sino que es una tendencia.

La tasa de pobreza laboral lleva creciendo desde el año 2015 y está ahora en un 13,6% de trabajadores y, sobre todo, trabajadoras del servicio doméstico y los cuidados, que viven por debajo del umbral de la pobreza situado en 915 euros mensuales. Si se te estropea la lavadora, lavas a mano. Si se te rompen las gafas, a ver menos. Así están 2.957.000 trabajadores. 

Para colmo de males, la izquierda que pretende solventar estos problemas, con poco éxito por cierto, se cubre de gloria al permitir que en sus filas aniden políticos maltratadores que defienden posiciones y valores en el estrado pero las olvidan en ascensores y habitaciones. Quienes claman justicia, equidad, seguridad e igualdad se destapan ahora no solo como perpetuadores de la cultura de la violación sino como encubridores de quienes quieren esconder sus actitudes machistas. Saber de una situación de violencia sobre las mujeres y decir, un año después, que "de esto ya se hablaba" es ser cómplice. Sin medias tintas. 

Cada vez más españoles recurren a créditos rápidos por los que pagan intereses usureros porque necesitan esos 50 o 100 euros para comer los últimos días de mes

La ética parece haber desaparecido de la política. Puede que el concepto en sí no esté de moda pero veo muchas actitudes, más de políticos que de política, que en sí mismas no son ni éticas ni estéticas. 

La filósofa Adela Cortina, referente en lo que a pensamiento ético se refiere, hablaba de una ética mínina que nos predispone a tomar unas decisiones u otras. Esta ética puede ser personal o política, y es a esta última a la que hay que hacer una revisión. Me pregunto si es el bien común lo que buscan los y las políticas o si cada uno lo entiende de manera diferente.

Asegura Cortina que no hay auténtica política sin una base ética y tiene claro que una política que prescinde de la ética es, sencillamente, mala política. Es cierto que hay muchas interpretaciones de lo que es el bien común y ahí está el papel de la ciudadanía, en determinar desde una posición madura y lúcida, qué clase política queremos que nos gobierne. 

Miedo da pensar que con tanto ruido político, y tan pocas nueces, lo que está verdaderamente en peligro sea la democracia. Nuestro sistema político va apagándose porque la ciudadanía está poco implicada en la resolución de los problemas. Hay tal cansancio de política de declaraciones que no llegan a ningún sitio que incluso la gente más joven empieza a dirigir su voto a opciones que usan la democracia pero no la defienden. 

Incluso la gente más joven empieza a dirigir su voto a opciones que usan la democracia pero no la defienden

Decía la filósofa Cortina que los partidos políticos no nos están ayudando demasiado a que la democracia funcione porque, al final, las personas nos damos cuenta de que todo es cálculo de votos para intentar llegar al poder o mantenerlo. 

Viendo el panorama que tenemos, cargado de casos de corrupción por todas partes, tanto por la izquierda como por la derecha, y la discordancia entre lo que plantean algunos políticos y sus actos en la vida cotidiana, es cierto que lo que sale perdiendo es la democracia y la libertad

Solo quien ha vivido en una dictadura es capaz de valorar en toda su esencia y grandeza la opción democrática. Habrá que hablar más de esto. Nos va mucho en ello.