“Cuando estalla el trueno ya es demasiado tarde para taparse los oídos”. Esta frase, que fue escrita por Sun Tzu en el siglo V antes de Cristo, siguen teniendo plena vigencia apenas dos semanas después de que la peor DANA de este siglo haya provocado una situación catastrófica en la provincia de Valencia.
Me van a permitir que en este artículo deje de un lado el reparto de responsabilidades por una nefasta gestión de la crisis e incluso el enorme drama que ha supuesto esta situación para miles de familias que tardarán mucho en volver a la normalidad, para poner el foco en lecciones aprendidas que nos ayuden a cambiar una futura respuesta y, sobre todo, a prevenir estas situaciones porque, lamentablemente, cada vez van a ser más frecuentes y graves.
La primera de las lecciones es evidente, rotunda y palmaria: el cambio climático no es neutro. Nuestro planeta se está calentado a marchas forzadas por el aumento de las emisiones de CO2 a la atmósfera y esto tiene serias consecuencias, como que estos episodios de lluvias torrenciales sean cada vez más intensos y frecuentes.
Dejemos de postponer medidas necesarias para combatir este cambio climático alegando que la transición ecológica es cara porque es mucho más caro pagar a posteriori los estragos de estos episodios
El Mediterráneo es, además, una de las zonas más afectadas por este fenómeno y mientras no consigamos reducir drásticamente esas emisiones estas catástrofes van a seguir produciéndose. Por lo tanto, no seamos hipócritas y dejemos de postponer medidas ambiciosas y necesarias para combatir este cambio climático alegando que la transición ecológica es cara porque, es mucho más caro pagar a posteriori los estragos de estos episodios, sin tener en cuenta que la pérdida de vidas humanas es irreparable.
El agua recupera siempre sus dominios y hacer urbanismo y construir sin tener en cuenta las zonas inundables es un error de bulto. Desgraciadamente, esto lleva haciéndose en España durante décadas y ahora mismo más de 3 millones de españoles residen en zonas inundables.
Sólo en Euskadi, según el último Plan de Gestión de Inundaciones 2022-2027, más de 104.000 personas viven en lugares donde es medianamente probable que ocurra un evento de inundaciones, 16.000 en zonas con alta probabilidad de estos episodios.
Por lo tanto, primero dejemos de construir en estas zonas y segundo, establezcamos medidas e iniciativas que ayuden a mitigar esos efectos y planes de contingencia efectivos que prevengan con suficiente antelación para salvar el mayor número de vidas posible. Eso pasa, en primer lugar, porque todas y cada una de esas personas sean conscientes de que viven en una zona inundable y tengan claros criterios sencillos de cómo actuar en caso de emergencia.
Este tipo de soluciones basadas en el hormigón puro y duro solucionan el problema de la capital, pero agravan el del sur del área metropolitana por otro
En estos días he leído y escuchado con bastante estupefacción como diferentes medios y profesionales ponían en valor la capacidad que había tenido la obra del desvío del cauce del Turia por el Sur para evitar las inundaciones en la capital valenciana. Incluso algunos nostálgicos han aprovechado para recordar que fue una obra de Franco. Claro que no han sido tantos los que se han dado cuenta de que este tipo de soluciones basadas en el hormigón puro y duro solucionan el problema de la capital, en este caso, pero agravan el del sur del área metropolitana por otro, al crear una barrera artificial que acumula las avenidas de agua a esta área.
Lo hemos dicho aquí en repetidas ocasiones. Las soluciones más efectivas son las basadas en la naturaleza, también para la prevención de inundaciones, y en Euskadi tuvimos un ejemplo muy claro con las inundaciones del río Zadorra en 2003.
Gracias a las recuperadas balsas de Salburua y a otras obras como el canal del río Alegría, los polígonos industriales y una buena parte de la ciudad de Vitoria-Gasteiz se libraron de quedar anegados y, además, no se trasladó el problema aguas abajo del afluente del Ebro.
La restauración de nuestros ríos y cauces de agua deben hacerse con criterios sostenibles, dejando espacios adecuados para que cuando se produzcan avenidas estas acaben ahí y provoque los menores daños posibles
Las soluciones permeables permiten que los suelos filtren y absorban una gran cantidad de agua, las canalizaciones con hormigón provocan exactamente el efecto contrario. La restauración y el cuidado de nuestros ríos y cauces de agua en general deben hacerse con criterios sostenibles, dejando espacios adecuados para que cuando se produzcan avenidas estas acaben ahí y provoque los menores daños posibles en zonas habitadas.
Sabemos que este tipo de episodios climáticos son muy difíciles de predecir con exactitud, eso es un hecho con el que tenemos que aprender a convivir. Sin embargo, estoy seguro de que con los actuales mecanismos de predicción por parte de las diferentes agencias de meteorología combinados con una buena información hidráulica se puede mejorar enormemente los avisos de emergencia.
He escuchado estos días que la inteligencia artificial puede ayudar a combinar esa cantidad ingente de datos que disponemos para establecer escenarios con la antelación suficiente para avisar a los damnificados. Otra cuestión, que abordaremos un poco más adelante, será el cómo comunicar con efectividad estas situaciones de emergencia.
Les recomiendo que busquen y lean la nota de prensa emitida por la Confederación Hidrográfica del Júcar sobre el aumento del caudal en la cabecera del barranco del Poyo para darse cuenta de dos aspectos: lo rápido que puede cambiar el caudal de un cauce y la pésima gestión comunicativa y de coordinación que se dio con la información de los sistemas de aforo de este barranco.
La última de las lecciones que creo que deberíamos aprender tiene que ver con 2 aspectos fundamentales en la gestión de una crisis: la coordinación y la comunicación. Es evidente que ambas han dejado mucho que desear en la gestión de esta crisis. Si hay protocolos, que no dudo que los hubiera, está claro que no han funcionado y por lo tanto hay que revisarlos.
La información del clima, de cauces y aforos, de infraestructuras viarias o de emergencias tienen que estar perfectamente engrasadas para, primero prever situaciones de peligro, y luego actuar con la mayor celeridad posible, por encima de divisiones territoriales y, por supuesto, de colores políticos.
En esta ecuación, los ayuntamientos, que son las instituciones más pequeñas, juegan un papel fundamental porque también son las más cercanas a la ciudadanía. Si no tienen la suficiente información o ésta no les llega a tiempo actúan dando palos de ciego.
Es increíble oír las intervenciones de responsables políticos sobre la tragedia con una falta absoluta de humanidad hacia personas que han perdido una buena parte de su vida en estas riadas
La comunicación va unida de transparencia y proactividad para evitar en lo posible que esa ausencia de información sea caldo de cultivo para bulos y desinformación que lo único que hacen es agravar la situación. También la empatía, es increíble ver y oír las intervenciones de responsables políticos sobre la tragedia con una falta absoluta de humanidad y comprensión hacia personas que han perdido una buena parte de su vida en estas riadas.
No hay nada peor en una crisis que la falta de comunicación porque sin información veraz las víctimas se sienten abandonadas. Los protocolos de comunicación, como los de coordinación y alerta, deben de revisarse de manera exhaustiva e integral porque estos episodios van a seguir produciéndose. Dejemos de tropezarnos en las mismas piedras, se lo debemos a las más de 200 víctimas y a las 800.000 personas que de uno u otro modo han sido afectadas por esta DANA.