Unas semanas atrás servidor hablaba con un empresario vasco acerca de todos aquellos atentados que sufrían las empresas de Euskadi y Navarra.
-Estarás de acuerdo conmigo en que Euskadi está de moda. Vienen cada vez más turistas. Se ruedan más películas que nunca. Hasta hay un fenómeno literario, la 'Euskadi noir', con novelas ambientadas aquí...
-Sí, el posterrorismo es una maravilla para la economía vasca. Lo jodido es que ya nadie recuerda esas bombas contra nosotros, los empresarios.
-Claro que no. Esta sociedad es amnésica. Prefiere mirar para otro lado o, mejor dicho, mirar para adelante pero sin echar la vista atrás.
-Alberto, no me vengas con juegos de palabras. Es una vergüenza.
-Tampoco te pongas así.
-Me pongo así porque se olvida el sufrimiento de muchos como mi padre. ¿Sabes lo jodido que era aquello? ¿Sabes lo que tuvimos que vivir por las obras del TAV? Y esa era la época menos mala, porque antes ni te cuento. O pagabas o te mataban.
-Eso es, como en 'Patria', la novela.
-Sí, tal cual. Pero más jodido que todo eso. Yo tengo la sensación, como te digo, que de aquellas bombas y amenazas contra las empresas no se acuerda nadie. Salvo los que las sufrieron, claro.
-No te servirá de consuelo, pero no creo que sólo pase con las empresas.
Viene esto a cuento porque precisamente la semana pasada se conocía la sentencia de la Audiencia Nacional que condenaba a la etarra Miren Itxaso Zaldua a 110 años de cárcel.
La condena se debe a tres atentados: uno en Aragón, contra El Corte Inglés de Zaragoza, y otros dos en Navarra, contra la granja de UVESA en Arguedas y contra Ultracongelados Virto en Azagra.
La condenada dirigía el 'comando Basajaun' que perpetró esos tres ataques. No hubo víctimas mortales. Pero en el atentado de Zaragoza sí hubo tres heridos. Pocos salvo ellos recuerdan aquellos hechos.
En los grandes medios esta condena ocupó menos que un breve. En los periódicos vascos tampoco destacó demasiado. En algunas webs del inframundo de jóvenes abertzales y/o nostálgicos del terrorismo se habló de "represión" contra esta "presa política".
La terrorista, Miren Itxaso Zaldua, es de Hernani. En 2017, cuando volvió de Francia tras cumplir condena, fue recibida en aquellas calles como una heroína. Después, fue primero encarcelada (2020) y luego absuelta (2023) por el presunto asesinato de Manuel Giménez Abad.
Ahora la Audiencia Nacional le impone la citada condena de 110 años de cárcel, pero no la envía a prisión hasta que la sentencia sea firme. Lo hace porque siempre ha acudido cuando la han llamado y porque mantiene su arraigo en Hernani, donde vive con su familia, y trabaja en Azkoitia.
No está de más recordar que cuando fue detenida en 2020, Sortu, matriz de Bildu, segundo partido más votado en esta tierra, afirmó que dicho arresto era "un obstáculo más en el camino emprendido por este pueblo hacia la paz, la convivencia y la libertad".
Si en algún momento Zaldua vuelve a la cárcel, sus simpatizantes colgarán su imagen de nuevo en las tabernas de la localidad. Continuará el bucle melancólico de asesinos, cómplices y entorno.
Claro que en la Euskadi actual todo esto, y esa es la cruda verdad, ya no le importa a nadie.