Escribo esto mientras disfruto de unos días en zona playera en la que el verano parece eterno. Veo a la gente disfrutar, bailar, divertirse, pasear, coger olas y pasar unos días sin pegar un palo al agua después de años y años de trabajo. Observo con atención todos estos movimientos y recuerdo las palabras de tantos y tantas personas que ayer hacían lo mismo y hoy vive bajo el terror de las bombas.
Impresiona pensar que de hoy para mañana, nuestra vida puede convertirse en un infierno. Pasamos en menos que canta un gallo de tocar el cielo a intentar esquivarlo por si nos cae un misil encima.
Reconozco que soy de las que piensan bastante en la situación mundial. Procuro estar al día de los conflictos que asolan el planeta, incluso de esos olvidados que no aparecen en los telediarios y que solo sufren quienes los viven en primera persona.
A veces pruebo a no abrir cada notificación, cada última hora que me llega de fuentes y medios autorizados en un intento de que la infoxicación no me consuma, pero no lo consigo.
Por mucho que nos empeñemos en pensar que el planeta se va al garete, lo cierto es que quienes nos vamos somos nosotros
Tengo esa sensación compartida por muchas personas de que nos encontramos en un cambio de era. Por mucho que nos empeñemos en pensar que es el planeta el que se va al garete, lo cierto es que quienes nos vamos somos nosotros, que somos precisamente quienes hemos provocado que la naturaleza quiera ocupar el sitio que le hemos usurpado.
No solo el cambio climático va a acabar con la humanidad, sino que las mentes enfermas de varios poderosos, más preocupados por su poder y su dinero que por sus gobernados, van a provocar que volemos por los aires. Hay datos que apuntalan esta teoría pero lo cierto es que es, sobre todo, una sensación.
Para corroborar mis inquietudes, varios gobiernos nórdicos instan a la población a que se preparen para una posible guerra. Lo hacen distribuyendo por todos los hogares un folleto con decenas de consejos que van desde almacenar alimentos no perecederos hasta tener suficientes reservas de agua embotellada pasando por el repaso del inventario doméstico básico en el que se encuentran las velas y las cerillas, por si se corta el suministro eléctrico, o las pastillas de yoduro de potasio por si hay un ataque nuclear.
La guía incluye consejos sobre evacuaciones, dónde refugiarse en caso de bombardeo, cómo detener una hemorragia, cómo comunicar a los niños y niñas una situación de guerra, cómo gestionar la ansiedad y la manera de proteger a los animales domésticos
Las guías las han enviado los gobiernos de Finlandia, Noruega, Suecia y Dinamarca, países que sienten que un ataque ruso es probable. No es la primera vez que lo hacen pero la edición 2024 de la guía incluye nuevos consejos sobre posibles evacuaciones, dónde refugiarse en caso de bombardeo, cómo detener una hemorragia, cómo comunicar a los niños y niñas una situación de guerra, cómo gestionar la ansiedad y la manera de proteger a los animales domésticos.
No con intención de prepararme para la guerra pero si con curiosidad de periodista he repasado el folleto noruego. La introducción procura ser tranquilizadora y atribuir su distribución a que siempre es mejor estar preparado para algo que puede no ocurrir, que no estarlo en absoluto, así que nos invita a fortalecer nuestra autopreparación.
El texto asegura que vivimos en un mundo cada vez más volátil, incluyendo el cambio climático, las guerras y las amenazas digitales. “Aunque todo funciona como debería, debemos estar preparados para que las condiciones meteorológicas extremas, pandemias, accidentes, sabotajes y, en el peor de los casos, los actos de guerra puedan afectarnos. Si sigues los consejos de este folleto podrás manejar mejor desde pequeñas interrupciones de la vida diaria hasta grandes crisis”, dice.
Una lee todo eso y no puede evitar pensar en lo que una comunicación de esas características significaría en España. Inmediatamente se producirían problemas de desabastecimiento de artículos de “primera necesidad”, como el papel higiénico, y después las redes se llenarían de memes que si bien quitarían hierro a la situación, también contribuirían a restarles seriedad e importancia. Así somos por aquí.
En Valencia, la comunicación de la situación a la población, la mala comunicación mejor dicho, ha causado más muertos y más devastación de la que se hubiera producido si las cosas se hubiesen contado de otra manera
Precisamente España, Valencia, acaba de sufrir la mayor catástrofe de su historia provocada por fenómenos naturales. La comunicación de la situación a la población, la mala comunicación mejor dicho, ha causado más muertos y más devastación de la que se hubiera producido si las cosas se hubiesen contado de otra manera. Ha sido tiempo de bulos y de mentiras. Pues bien, las guías nórdicas también se refieren a esto afortunadamente. Invitan a su población a ser crítica con las fuentes ya que en situaciones de crisis todo es impredecible y la desinformación se propaga fácilmente.
Esto pasa por qué alguien deliberadamente difunde bulos para desestabilizar la sociedad creando confusión y malentendidos. Dado que la información que recibimos afecta a las decisiones que tomamos, las guías invitan a que obtengamos la información de las autoridades o medios periodísticos contrastados, a que comprobemos quién está detrás de la información que recibimos y a que nos mantengamos alerta cuando recibimos noticias que nos sorprendan o nos hagan enfadar.
La manipulación de vídeos, textos y audios es hoy bien sencilla, así que piensa bien antes de compartir algo que no veas claro.
Cierto es que recibir un folleto en el que se exponen las claves para afrontar una situación catastrófica o de guerra en estos tiempos que corren puede llegar a inquietarnos aún más. Cierto es también que la prevención, la información fiable y contrastada y el pensamiento crítico son las únicas armas que como ciudadanía tenemos ante la desazón internacional que nos asola.