Casi no nos quedan ya días para que este 2024 llegue a su fin. 365 días con muchas noticias e historias y con bastantes cuestiones por resolver y aclarar para el nuevo año.
Una de las más importantes es la incorporación de energías renovables al ecosistema energético vasco. Hemos sido testigos de la presentación de muchos proyectos para instalar tanto parque eólicos como solares en todo el territorio, principalmente en Álava, pero también hemos sido testigos de como la mayoría de ellos no acaban de prosperar y, además, se encuentran con un fuerte rechazo de una parte de la sociedad.
Todo el mundo, o casi todo y si alguno no lo está ya no se atreve a decirlo en público, está de acuerdo en la imperiosa necesidad de descarbonizar la energía que consumimos en Euskadi y saben que eso sólo puede hacerse incorporando energías renovables, pero seguimos sin ponernos de acuerdo en como y donde hacerlo. Esta es una situación totalmente insostenible que debe cambiar urgentemente para que Euskadi no siga a la cola de las regiones europeas con una menor aportación de energías renovables a su mix energético.
Las cifras no engañan ni son opinables. Esta es la realidad: En Euskadi poco más del 20% de la energía que se consume es renovable, en España se supera el 50% pero es que en países como Suecia el consumo de energía renovable es del 83% o del 77% en Dinamarca. Queremos descarbonizar nuestra economía y nuestra industria pero preferimos seguir consumiendo miles de toneladas de combustibles fósiles que ponernos de acuerdo en donde y como vamos a instalar nuevas planteas de renovables en Euskadi. Este debate no se puede postergar más.
Creo que en el Parlamento Vasco se han dado cuenta, por fin, de esta urgencia y justo antes de las vacaciones de Navidad ha aprobado la versión provisional del Plan Territorial de Energías Renovables, tras resolver más de 4.300 alegaciones presentadas.
Cuando el plan definitivo salga a la luz, esperemos que a principios de 2025, 110 ubicaciones de nuestra geografía, 57 para proyectos eólicos y 53 para instalaciones solares, serán susceptibles de acoger una nueva planta. Evidentemente, todos los proyectos deberán pasar y superar la correspondiente autorización ambiental. De esta manera, tendremos todos, empezando por las empresas que impulsan estos proyectos, una foto clara de donde se pueden implantar.
Este plan llega con muchos años de retraso y denota una falta grave de visión estratégica de las instituciones que ha lastrado la incorporación de energías renovables en Euskadi en un momento en que la transición ecológica y, por lo tanto, energética es clave para la competitividad de un país y, por supuesto, de su industria.
Ya hemos comprobado que otros países y regiones europeas nos llevan una enorme delantera, ahora lo que tenemos que hacer es acelerar los nuevos proyectos para descarbonizar la energía que consumimos y seguir avanzando en la reducción de nuestro consumo, en este campo vamos mejor con un descenso de más del 10% en 2023.
Euskadi necesita incorporar nuevas plantas de producción de energía renovable ya, pero esta urgencia no tiene que ir reñida con la salvaguarda de su ecosistema natural, agrícola y paisajístico. Se debe y se puede llegar a grandes consensos para evitar conflictos y tensiones sociales en el despliegue de estas renovables. No podemos seguir permitiendo que el efecto NIMBY (Not in My Back Yard/no en mi patio trasero) siga impidiendo la producción de más energía limpia en la comunidad autónoma. Esto tampoco quiere decir que se tengan que aceptar todos los proyectos que vengan, para eso están todos los permisos preceptivos que tienen que dar las diferentes administraciones para asegurar el interés público.
No podemos ser hipócritas, somos un país que basa buena parte de su riqueza en un excelente tejido industrial que consume mucha energía y que necesita que esta energía sea lo más limpia posible, para reducir sus emisiones pero también para ser más competitivo.
Tanto la industria como el resto de sectores tienen que impulsar la eficiencia para reducir ese consumo pero, en cualquier caso, la descarbonización de la energía es absolutamente fundamental para culminar la transición ecológica del planeta y, evidentemente, también de Euskadi. Si en otros países y regiones se ha podido hacer, también podemos hacerlo en Euskadi. Aprovechemos esta última oportunidad para incorporar proyectos renovables que tengan el menor impacto posible y que convivan con el resto de actividades del territorio.
Con voluntad de todas las partes se puede y se debe conseguir. Esperamos que 2025 sea el año de las renovables porque de que así sea depende buena parte de nuestro futuro.