Es un hecho, este país ha pasado página. La memoria es selectiva, caprichosa y moldeable, sobre todo si el futuro es incierto y el presente se lleva la mayor parte de nuestros pensamientos. Lo entiendo, es humano, pero no por ello necesariamente como sociedad hemos hecho lo correcto.
Me refiero a nuestro pasado más reciente, a cómo la sociedad vasca respira el aire de la libertad sin una banda terrorista que decidió que era el momento de bajar la persiana hace trece años y quienes políticamente les respaldaron han abrazado la estrategia de la praxis política con gran éxito electoral.
En la actualidad unos 122 presos de ETA permanecen cumpliendo condena en las cárceles vascas. Representan entre el 8 y el 9% de la población reclusa mientras que los presidiarios condenados por delitos sexuales les triplican en número.
Los presos de ETA que están por debajo del 10% del conjunto de personas privadas de libertad en Euskadi
No obstante, la gran manifestación anual convocada por Sare cada enero ha aglutinado a miles de personas en Bilbao para pedir el fin de las excepcionalidades en la política penitenciaria que denuncian se aplica al colectivo de presos vascos. Un eufemismo que se refiere exclusivamente a los presos de ETA que están por debajo del 10% del conjunto de personas privadas de libertad en Euskadi.
Según los convocantes más de 60.000 ciudadanos acudieron a la manifestación, según cifras de la policía municipal 15.000, otro clásico matemático de la contabilización en las protestas. Más allá del dato cuántico, es más interesante analizar lo cualitativo.
EH Bildu escenificó el apoyo a la manifestación al máximo nivel. Arnaldo Otegi ha vuelto a defender que un horizonte sin presos, refugiados y deportados sería una aportación a la convivencia, además de destacar la transversalidad de la protesta. Una media verdad es tan mentira como un embuste, porque ni transversalidad, ni suficiencia en la aportación a la convivencia es la defensa de la excarcelación de los presos.
Veamos, a la convocatoria de Sare llevan acudiendo los mismos de siempre todo el tiempo. El pronombre posesivo que utilizó Otegi “nuestros” en la charla ante la militancia en Eibar para referirse a los presos de ETA nos lo dejó cristalino. Son suyos, de su responsabilidad y de su casa. En 2014 el PNV acudió en solidaridad por la prohibición de la movilización original en defensa del derecho al principio de manifestación. Resultado, sus dirigentes fueros insultados.
Social y políticamente hay una gran mayoría que respalda que el colectivo de presos de ETA transcurra por la senda de las oportunidades de progresión de grado, regímenes abiertos y la reintegración en la sociedad como cualquier otro condenado. De lo que nos nos pueden hacer partícipes es de la excepcionalidad por motivos de connivencia. Del mismo modo que Covite denuncia terceros grados fraudulentos y trampas en las excarcelaciones y creo que se equivocan, sería recomendable situar en el punto de mesura exacto esta situación.
Para la construcción de la convivencia real y efectiva deberíamos preguntarnos cómo se sale de la cárcel. Si hemos conseguido la deslegitimación ética, social y política total de quienes formaron parte de ETA y de quienes les respaldaron.
Avance y retrovisor como en un automóvil en viaje a la construcción del futuro, con la necesidad de saber si las justificaciones del pasado asoman por el cristal de la ventanilla
En mi opinión, aquí está el meollo de cuestión, la médula espinal de la construcción social basada en haber entendido el capítulo antes de pasar al siguiente. Avance y retrovisor como en un automóvil en viaje a la construcción del futuro, con la necesidad de saber si las justificaciones del pasado asoman por el cristal de la ventanilla. Si no es así, el examen lo habremos suspendido todos.
A los que peinamos canas, relatos y vivencias personales esto nos sigue obsesionando, aún a sabiendas de que nos puedan tachar de cualquier cosa poco agradable y conocedores de que no tendremos más eco que el de nuestras propias reflexiones, aunque no es óbice para tener la seguridad de que el precio de los atajos y de no construir sobre cimientos firmes siempre sale más caro a la larga.
Quizá soñemos con el reconocimiento de lo injusto, de toda vulneración de los derechos humanos venga de donde venga, del Estado o desde el terror de una banda, sin estrategias partidistas para gloria de los culos asentados en las poltronas de la desmemoria.