Hoy es imposible escribir desde la cabeza porque el corazón lo invade todo. A veces hay que dejarse llevar, escribir lo que nos dicten las entrañas y no el cerebro.
Cuando lean estás líneas yo estaré corriendo la Anantapur Ultramarathon en el sur de la India, una carrera de 170 kilómetros por relevos. Anantapur es el lugar en el que la Fundación Vicente Ferrer puso en marcha sus proyectos de solidaridad con el único objetivo de que cuántas más personas pobres pudieran entrar en sus planes, mejor. Siempre trabajando desde la búsqueda de la excelencia, porque a los pobres no se les da lo que nos sobra sino lo mejor. Solo así podrán salir del círculo de la pobreza.
A pesar de que la India se haya consolidado como una de las más importantes potencias mundiales y tenga un índice poblacional muy elevado, a pesar de eso, en la India hay también unos altísimos índices de pobreza.
Podría centrarme en los datos, en la cifras que suelen olvidarse rápidamente y que no nos dejan poso, pero ver de cerca los ojos de los pobres, su mirada y su agradecimiento por tus pequeñísimas acciones sí que deja huella. Profunda huella.
Llegué hace una semana a Anantapur con el doble objetivo de vivir una experiencia deportiva extraordinaria y de conocer de primera mano el trabajo de Vicente Ferrer.
Solo construyendo sólidos cimientos se puede alzar una vida digna y feliz
¿Qué hizo Ferrer aquí? Ayudar a los más pobres, impulsar su acceso a la formación, trabajar sin descanso para que tuviesen eso tan básico pero tan difícil de conseguir por esta parte del mundo que es una casa, comida y cariño. Solo construyendo sólidos cimientos se puede alzar una vida digna y feliz.
Precisamente en la vivienda quería pararme. Entre las muchas visitas que hemos realizado estos días previos a la carrera me gustaría acercarles lo vivido en la inauguración de un grupo de casas en una aldea en la que sus habitantes, familias enteras, se cobijaban bajo la paja del techo de una choza.
Tener una casa es fundamental para poder elaborar un proyecto de vida, para que sus moradores puedan plantearse iniciar retos personales y profesionales que les lleven a una vida digna y feliz. Bien lo sabemos en España, donde el problema de la falta de vivienda está dejando a muchas personas sin plan de vida.
Reconozco que al llegar a la aldea y ver a docenas de personas agolpadas en los márgenes del camino agradeciendo nuestra visita y sus nuevas casas me sentí como si fuese una americana llegando a España con el Plan Marshall bajo el brazo. Sin embargo la realidad es bien otra.
Las personas que reciben su nueva casa están profundamente agradecidas porque desde España alguien se acuerda de que existen y no piden nada a cambio de su ayuda. Solo esa mirada, solo esas flores, solo vestirse de domingo para el recibimiento.
He cortado la cinta de la puerta de su casa con toda una familia alrededor. Ocho personas que ya no sentirán como la lluvia les cala por el techo, que podrán reunirse en la sala y tener una cocina de verdad.
Y ¿quién será la titular de esa vivienda? Ella, la mujer. Nadie podrá echarle de su casa por quedarse viuda, por convertirse en una mujer sola. Ningún hombre podrá repudiarla y expulsarle de su propio hogar porque el hogar es suyo. Todas las viviendas que entregan desde la Fundación están a nombre de las mujeres.
Aquí no se llega como el blanco salvador al que le mueve la pena, aquí no hay colonos, aquí lo que hay son personas que dan y reciben al mismo tiempo. Las personas indias reciben educación, alimentos, cuidados, casas y la posibilidad de salir de ese círculo de la pobreza tan difícil de romper. Quienes venimos desde España recibimos un calor y un agradecimiento que son los que nos impulsan a seguir poniendo nuestro granito de arena en estas acciones que cambian vidas.
Me he parado en la vivienda porque es uno de los primeros problemas que refieren los y las españolas a quienes se pregunta por sus principales preocupaciones, pero hemos visto el trabajo que se hace con mujeres transgénero, con niños y niñas con discapacidad, con parálisis cerebral, sus proyectos ecológicos y un sin fin de proyectos que se convierten en realidad.
Por pequeñas que sean las acciones individuales que realizamos cada una de nosotras, sumadas son un gran movimiento. Hay mucha gente en el mundo que necesita de esas acciones y puedo asegurar que se recibe más que se da.
Cuando se publique este artículo estaré recorriendo por las aldeas de la zona de Anantapur, lugar de trabajo y de descanso eterno de Vicente Ferrer
Lo dicho, cuando se publique este artículo estaré recorriendo por las aldeas de la zona de Anantapur, lugar de trabajo y de descanso eterno de Vicente Ferrer. Tengo 170 kms por delante para seguir recibiendo el calor de tantísimas personas que sin saberlo, están transformando nuestras vidas tanto como nosotros las suyas. Nos esperan muchas personas en este camino que estamos construyendo juntos.
La carrera está organizada por la iniciativa 1km1vida. La puso en marcha hace diez años el corredor solidario Juan Manuel Viera y a ella nos hemos sumado ya cientos de personas. Cada día somos más quienes soñamos con un mundo más justo, a pesar de tantas cosas que nos darían para otro artículo.