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La semana pasada, conocíamos que el ministerio de juventud e infancia, dirigido por la ministra Sira Rego, planteará una reforma legal de la LOREG para ampliar la edad de voto a partir de los 16 años.

Lógicamente, las reacciones han sido rápidas, contundentes y en gran medida faltas de rigor argumentativo como suele ser habitual cada vez que se plantea un cambio de la estructura electoral en España.

La portavocía del gobierno reconoció que desconocía dicha propuesta, abriendo la enésima crisis dentro de las filas del gabinete de Sánchez. El movimiento de la ministra de juventud es inteligente y estratégico. Sabe que el melón de la edad del voto se tiene que abrir, pero que habrá resistencias dentro de las filas progresista e incluso que conseguir en esta legislatura establecer la edad de voto a partir de los 16 años será muy difícil, aunque no imposible.

Si el movimiento se hace por los cauces oficiales del Consejo de Ministros, muy probablemente no llegue a buen puerto. Es más, la propuesta puede que no llegue a hacerse pública. La ministra hace bien en plantear un debate público sobre este tema del que ya están hablando los académicos y en varios países de Europa.

El error que se le puede achacar a la ministra Rego es que tal vez ha lanzado del debate público sin demasiado contenido, sin explicar los por menores de la ley, qué supondría y cuáles son los pasos que dar, y como es lógico, los grandes medios al hacerse eco de la noticia la han vaciado de contenido. Un ejemplo, una importante agencia de noticias publicaba en sus redes sociales un vídeo en el que preguntaban en la calle a ciudadanos qué opinión tenían sobre establecer la edad de voto a partir de los 16 años y titulaba esta publicación con un grandilocuente: “la ciudadanía en contra de rebajar la edad de voto a los 16 años”.

Algún día hablaremos sobre la falta de rigor que tiene este tipo de piezas, el escaso valor que aporta como información y lo fácil que es manipular estos contenidos y presentarlo como verdad sin que lo sea. Hoy vamos a hablar de la edad de voto a los 16 años.

El argumento en contra más repetido que esgrimen los detractores de establecer la edad de voto a los 16 años es la falta de madurez de los jóvenes. En este punto, el consenso entre psicólogos es poco claro, pero desde luego no fijan la madurez plena a los 18 años en ningún caso. Algunos lo hacen a los 16 años, otros a los 21 y los hay incluso que hablan de edades más tempranas. La verdad es que la madurez llega dependiendo de muchos factores e incluso si los lectores hacen un poco de memoria, seguro que conocen a adultos evidentemente inmaduros. Si regimos la edad de voto por la madurez, posiblemente tendríamos que dar derecho a voto antes a las mujeres que a los hombres, e incluso hacer exámenes psicológicos a cada uno de los votantes, quienes accederían al voto en función de si se supera o no dicho examen, acabando de facto con la democracia.

¿Pero, porque se estableció la edad de voto a los 18 años en la mayor parte del mundo? La razón no es ni lógica, ni racional y mucho menos científica. Es una razón meramente tradicional. En la cultura cristiana, los 18 años se interpretan como un salto hacia la adultez. Por ejemplo, es la edad en la que se pasa a la universidad y se accede a la mayoría de derecho (aunque el acceso a los derechos cada vez es más temprano) y a las obligaciones. De hecho, en los primeros pasos de los sistemas democráticos la edad de voto estaba más establecida en los 21 años que en los 18 y solo tras la universalización de los derechos fundamentales se rebajo la edad de voto de manera generalizada.

Y este es otro de los puntos importantes. La edad de voto no siempre ha sido estable, se ha movido y se sigue moviendo. De hecho, cada vez son más países los que rebajan la edad de voto a los 16 años para hacerla coincidir con las obligaciones y derechos que tiene los jóvenes de cada país. Ningún país ha planteado de forma seria subir la edad de voto a los 21 años, con lo cual la tendencia es clara a nivel internacional. Países como Argentina, Brasil, Escocia, Gales, Malta y Austria han rebajado la edad de voto a los 16 años en todas o algunas de sus elecciones.

Vamos a fijarnos en concreto en Austria, país europeo que estableció la edad de voto a los 16 años en el 2007 en todas las elecciones. La medida ha tenido muchos beneficios de un importante valor y casi ninguna desventaja.

En primer lugar, los jóvenes de 16 a 18 años participan en las elecciones más que los grupos de edad que les siguen, con lo cual, la participación política y social de los jóvenes en Austria ha aumentado considerablemente. Se sienten más parte de la comunidad y aportan más a ella.

En segundo lugar, los temas de la agenda política y mediática se han renovado, haciendo que políticos y medios presten más atención a los temas que más preocupan a los jóvenes, en concreto, vivienda, educación y ocio. La consecuencia de esto, la vivienda se abarato, el sistema educativo mejoro, y la oferta pública de ocio aumento.

En último lugar y lo que me hace inclinarme a favor de establecer la edad de voto a los 16 años: en Austria la democracia no se resintió por la medida, es más se fortaleció. Los jóvenes de 16 a 18 años mostraron procesos racionales a la hora de elegir su voto, no se dejaron influenciar por su entorno y conservaron su libertad de elección. Son más los beneficios que los perjuicios, es más, se puede asegurar con un alto grado de rigor que no hay perjuicios en establecer la edad de voto a parti de los 16 años.

Hay una última razón. En el contexto de confrontación de democracias contra autoritarismos, estos últimos pretenden limitar de facto y cada vez más el derecho a voto de las minorías (jóvenes, mujeres, migrantes). La posición de fuerza de las democracias no es defender lo ya conquistado, es mejorarlo y por tanto que cada vez participe y vote más gente es una obligación democrática.