En septiembre de 1998, Arnaldo Otegi calmaba a las bases de Herri Batasuna, temerosas de que el cambio de nombre (Euskal Herritarrok) implicara otro de posición ante la violencia política. Todo el mundo tranquilo, vino a decir, que aquí nadie va a condenar esa violencia; los culpables de que exista son el Estado y los partidos políticos españoles.

Dicho y hecho: en cuanto la banda terrorista retomó los asesinatos en enero de 2000 (23 personas en ese año), Arnaldo Otegi y demás dirigentes de HB o guardaron silencio o, más comúnmente, culparon al Estado y los partidos políticos españoles.

La kale borroka tomó en esos años un impulso renovado con nuevos objetivos que sumaban a los tradicionales de la policía vasca o las banderas izadas en fiestas, otros como periodistas o profesores universitarios. Por supuesto, tampoco hubo el más leve gesto de solidaridad con los atacados y reproche a los atacantes por parte de HB. 

Tras los graves incidentes de Torre Pacheco, Santiago Abascal declaró que por supuesto que su partido, Vox, condena la violencia, pero la del Estado y los principales partidos políticos españoles que han propiciado la inmigración. Se negó y se niega rotundamente a una condena sin más de los victimarios y ni asomo de una muestra de solidaridad con quienes son objetivo de esos ataques.

Abascal se negó y se niega a una condena y ni asomo de una muestra de solidaridad con quienes son objetivo de esos ataques

Por supuesto, la violencia de ETA y alrededores a finales del siglo pasado era completamente diferente en motivaciones y objetivos que la violencia que ampara Vox actualmente. Sin embargo, el patrón de la violencia y de las formas de justificación de la misma se asemejan notablemente.

Cierto que su inspiración está más en movimientos violentos de ultraderecha europea con los que Vox y otros partidos de su ámbito ideológico más que coquetear se pasa el chicle, pero hay elementos muy concretos y llamativos que están haciendo de esa violencia callejera la kale borroka de Vox.

El primero de ellos es la deshumanización del objetivo. Para la kale borroka de Vox, como lo era para la de ETA, es esencial que se de por supuesto que el objetivo no es exactamente un ser humano, como lo es cualquiera que esté al otro lado del cóctel molotov. Para ello, nada mejor que usar una jerga en la que el objetivo de la violencia se animaliza.

Hay elementos muy concretos y llamativos que están haciendo de esa violencia callejera la kale borroka de Vox

Aquí, en Euskadi, en los años del terrorismo, la palabra escogida fue txakurrak, de modo que no se apaleaba, quemaba o se le destrozaba el negocio a otra persona exactamente, sino a un perro. De hecho, durante varias campañas se les representaba como dobermans con la baba colgando. 

Por su parte, el discurso con el que Vox alienta la actual kale borroka de la ultraderecha llama a expulsar a ocho millones no de personas sino de “inmigrantes ilegales” y sus hijos, primer paso para una deshumanización que se completa cuando se hacen llamamientos para “cazar” a esos mismos inmigrantes.

Lejos de corregir el rumbo del discurso, Abascal comparece públicamente para llamarlos “plaga”. De esta manera, cazando y exterminando una plaga, los ocho millones se convierten en un objetivo completamente deshumanizado. La consecuencia, como veíamos aquí en cada ataque de la kale borroka o en cada asesinato de ETA, es que el perpetrador está convencido de estar haciendo un bien a la comunidad al librarla de esa calamidad que aflige al auténtico pueblo (vasco o español).

El segundo rasgo que camina al paso del discurso de HB es la culpabilización del agredido. Si ETA liquidaba un policía, un guardia civil o un militar, la reacción de HB era culparles de la “ocupación”, de estar donde no debían ni podían por no ser su tierra.

En Euskadi, en los años del terrorismo, la palabra escogida fue txakurrak, de modo que no se apaleaba, quemaba o se le destrozaba el negocio a otra persona exactamente, sino a un perro

Si la kale borroka atacaba a un periodista, un ertzaina o un profesor, la reacción era el colaboracionismo con el enemigo. El discurso de Vox que alimenta la actual kale borroka no duda tampoco un segundo en señalar la culpa en el agredido: los inmigrantes son delincuentes, están donde no deben ni pueden, hay que extirparlos. El resultado es el mismo: bienvenida sea la kale borroka actual porque está haciendo justicia al enfrentarse violentamente a los verdaderos culpables, las víctimas.

El tercer elemento que comparte Abascal con Otegi y la kale borroka de Vox con la de HB es señalar al Estado y a los principales partidos políticos españoles como los verdaderos responsables de la violencia.

Otegi decía lo cierto cuando aseguraba a las preocupadas bases de HB que con el cambio de nombre no habría identificación de la “lucha armada” con la violencia. Esto segundo era cosa del Estado y los partidos españoles, lo primero, la “lucha armada” de los verdaderos vascos que daban la cara por su pueblo.

Es el patrón, casi palabra a palabra, que ha seguido Abascal tras los sucesos de Torre Pacheco. Los convocados a cazar son su gente, su pueblo, los verdaderos españoles y es imposible que ejerzan violencia alguna sino tan solo un legítimo derecho a la defensa. A veces, la única diferencia es el adjetivo.