Que una sociedad muestre su solidaridad con quienes están sufriendo una injusticia flagrante es signo en general de empatía y de salud democrática; que ocurra en los tiempos que corren, caracterizados por el individualismo y el sálvese quien pueda, es doblemente meritorio.

Sin embargo, la solidaridad que históricamente pero especialmente durante los últimos tiempos la sociedad vasca ha mostrado por la situación que sufren los palestinos, víctimas tanto de sí mismos como de la crueldad con que Israel los ha tratado, es cosa digna de estudio, porque debe responder a cuestiones más complejas y menos evidentes que a la bondad de los corazones de los ciudadanos vascos, una obviedad luminosa de lo que no debemos dudar ni por un instante, ni siquiera vistos los antecedentes históricos más recientes.

Aunque es cierto que una solidaridad como la que últimamente está expresando la sociedad vasca por los palestinos indefensos que están siendo víctimas de la implacable, desmedida y desproporcional respuesta del Gobierno de Benjamín Netanyahu a los crímenes de Hamás sólo es posible que pueda darse en las sociedades avanzadas donde las libertades de expresión están garantizadas y la gente, en general, tiene sus necesidades más urgentes salvaguardadas y, por lo tanto, puede dedicarse a algo más que a las cuestiones que directamente afectan a su bolsillo, no es cuestión de quitar méritos a la ola de movilizaciones, paros, huelgas y manifestaciones que están teniendo lugar en Euskadi últimamente.

Manifestación a favor de Palestina en la calle Mateo Moraza de Vitoria Sofía Lázaro CV

Hay otros conflictos

Pero es, reconozcámoslo, ciertamente sorprendente. Al menos para mí, y eso que ya casi no me sorprende nada. Porque, al fin y al cabo, hay otros conflictos, otras guerras e incluso otros genocidios que están siendo perpetrados ahora mismo en otras partes del mundo, incluso más cercanos, por los que la sociedad vasca no está mostrando, no ya tanto interés sino incluso ninguno.

Por lo que esta sensibilidad especial que se muestra por los palestinos se tiene que deber a otras razones no tan evidentes pero que, en última instancia, o en primera, son las que están moviendo a que la gente alce la voz para denunciar los crímenes en Gaza. O sea, por ser claro: que a cierta gente esto le interesa y es por ello que se moviliza y azuza a otra gente a movilizarse.

Porque las muestras de solidaridad raramente son espontáneas.

Al fin y al cabo, no ha habido concierto no sólo en Euskadi sino en el resto de España donde el cantante o los miembros del grupo o el promotor musical o el personal de seguridad no hayan aparecido con un pañuelo palestino, dedicado unas palabras a condenar la invasión de Gaza o incluso enarbolado un voluntarioso aunque mejorable discurso a favor de la causa palestina y la paz en el mundo, coletilla que se añade cuando se trata el asunto.

Parte de la plantilla de CAF, en el centro de la imagen; a la derecha, un trabajador coloca la bandera de Palestina. CV

Escudos humanos

Lo mismo ha venido ocurriendo en otros eventos culturales, manifestaciones populares o incluso movilizaciones deportivas, sin que, por cierto, y no sé si es curioso o simplemente malintencionado, casi nunca se haya recordado que el terrorismo de Hamás es injustificable, aun cuando esta última incursión israelí haya sido consecuencia de la acción terrorista más cruenta que en la zona de conflicto se recuerda.

Y quede claro que ni siquiera esto justifica aquello. Pero como tiene relación, quizás podría nombrarse, porque los palestinos realmente pacíficos están siendo víctimas, no sólo de Israel, sino en primer lugar de los terroristas de Hamás, que los tiene secuestrados y los usa como escudos humanos desde hace años.

Tanta es la motivación social por Palestina, que parece que hayamos olvidado o puesto en cuarentena la criminal invasión de Ucrania por parte de la Rusia de Putin, a punto de, tras asesinar a centenares de miles de ucranianos, hacerse definitivamente con al menos una parte de su territorio por la fuerza de las armas. Y eso que Ucrania es Europa y las consecuencias de que Rusia siga avanzando podrían condicionar muy seriamente nuestras vidas.

Parece que hemos olvidado la criminal invasión de Ucrania por Rusia, y eso que Ucrania es Europa y el avance de Rusia podría condicionar seriamente nuestras vidas

No es que no haya habido manifestaciones contra Rusia y en defensa de Ucrania, pero estas, en general, han sido mucho menos numerosas y más modestas, y, desde luego, no han llegado en ningún caso a las movilizaciones a favor de Palestina, donde la gente parecía jugarse la vida y ha habido incluso violencia callejera. El otro día, en Bilbao, hasta se cantó La Internacional en árabe, en muestra flagrante de despiste colectivo, por ser suave. Es cierto que al menos a Ucrania la tenemos presente en nuestras oraciones, porque otros conflictos, otras agresiones y algunas dictaduras las pasamos absolutamente por alto, y no tenemos problema en hacer negocios con ellas o en que nuestros equipos deportivos se desplacen a dichos lugares a participar en eventos internacionales, por mucho que en algunos de ellos se cuelgue a los homosexuales o las mujeres carezcan de derecho alguno. Y en esos casos todo nos resbala.

No voy a citar a Venezuela, cuya situación política sí ha estado presente al menos recientemente por estos lares, supongo que porque buena parte del arco político apoya directa o indirectamente… la dictadura de Maduro, en otra muestra de desquicie colectivo. La izquierda oficial española no ha sido capaz ni de felicitar a la valiente María Corina Machado, Premio Nobel de la Paz; de hecho, no sólo eso, sino que hasta la izquierda reaccionaria podemita la ha insultado estos días pasados en redes sociales.

De las mujeres de Irán que se juegan la vida por sus derechos mejor ni hablamos, pero es cuestión de Iker Jiménez descubrir por qué la izquierda oficial las mantiene en el olvido

De las mujeres de Irán que se juegan la vida por sus derechos, mejor ni hablamos, pero es cuestión digna de Iker Jiménez descubrir por qué la izquierda oficial las mantiene en el olvido mientras por estos lares las feministas se movilizan por cuestiones muy menores como contar un chiste más o menos desafortunado.

O qué decir de los kurdos, que ahí siguen, víctimas de unos y de otros pero olvidados por los vascos, tan solidarios. Por olvidar, hemos olvidado hasta los conflictos a los que históricamente hemos estado sentimentalmente más unidos, como, por ejemplo, la causa saharaui, a quienes por razones inexplicables hemos abandonado desde que los abandonó por intereses políticos el Gobierno de España.

Es cierto que cada cual se moviliza por lo que considera y que no hay obligación de movilizarse contra todas las injusticias que en el mundo existen cuando te movilizas sólo contra una, pero a mí me sorprende semejante asimetría.

Esta misma semana acudí a la reunión del instituto donostiarra donde estudia mi hija, y vi panfletos solidarios con los palestinos por todos los pasillos… pero ninguno otro que tratara cualquier otro conflicto, por menor que fuera. Es como si, salvo Gaza, el mundo se hubiera convertido en la Arcadia feliz en la que no dudo que un día se convierta, pero es que no parece que ese día haya llegado todavía.

O sea, que me sorprende sobremanera semejante sensibilidad por los palestinos cuando aquí, solidaridad, la solidaridad de la de verdad por la que te juegas la vida, no ha habido nunca demasiada. A ETA nos enfrentamos cuatro gatos durante muchos años.

Y la causa de las víctimas nunca ha estado entre las prioridades de la sociedad vasca. No sólo eso sino que, según las encuestas, Bildu se convertirá pronto en el partido más votado. Por eso yo, a estas alturas, no me creo nada.