Los ciudadanos siguen, seguimos dando lecciones una y otra vez a la clase política. Los ciudadanos, la sociedad civil tenemos cada vez más claro que si nos movilizamos, antes o después, se nos acaba escuchando.
La sociedad, la nuestra, ha hecho buena aquella frase que se le atribuye a Eduardo Galeano y que dice: “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.
Mover las cosas cuesta muchísimo tiempo, esfuerzo y disgustos, pero cuando se logra algo por mínimo que sea, la satisfacción es inmensa. Lo estamos viendo en las últimas semanas en cuestiones de alcance como la dimisión de Carlos Mazón en Valencia. Que sí, soy de la opinión de la mayoría, esa dimisión llega tarde y condicionada y no da satisfacción total a las víctimas, pero llega.
Hay un antes y un después del funeral de Estado por las víctimas de la DANA
La tumba política se la cavó Mazón solito al decidir que a pesar de la petición de las víctimas de que no fuera al funeral de Estado, se personó allí, y escuchó lo que todos hemos tenido la posibilidad de oír. Hay un antes y un después de aquello. Y eso, independientemente del resultado final, y de que Mazón se vaya, sin irse y que en definitiva la indignidad se consume.
Lo ocurrido en Valencia con las víctimas de la DANA es una muestra dolorosa y palmaria de que cuando la sociedad se une y reclama, antes o después se le escucha. Con matices sí y siempre tarde y seguramente mal, pero el impacto está ahí.
Tenemos otros ejemplos también recientes. Lo hemos visto con las movilizaciones previas al acuerdo para terminar con la masacre en Gaza. Las escenas que se vivieron en el recorrido de la vuelta ciclista, la decisión de la flotilla de llegar hasta Gaza, las manifestaciones multitudinarias… han sido mucho más que un toque de atención.
Otro ejemplo más, en este caso con origen en Vitoria y en el partido de baloncesto entre el Baskonia y el equipo de Dubai. El grupo Indar Baskonia decidió no asistir al encuentro para denunciar la falta del respeto a los derechos humanos en el emirato.
Los ciudadanos nos convertimos en protagonistas de reivindicaciones en las que las instituciones no actúan
Y tienen evidentemente repercusión, y si no lo hacen, los políticos deberían tomar buena nota, porque entre otras cosas, esta situación se da por el cansancio de la gente respecto a la política, y a la capacidad transformadora que se le presupone.
La gente que sale a la calle a protestar también está haciendo una clara llamada a los representantes políticos para que tomen cartas en asuntos que preocupan a la ciudadanía. Ante la impasibilidad de las instituciones, los ciudadanos tomamos la calle y nos posicionamos a través de iniciativas que no tienen otra función que elevar la voz y dejar claro qué es lo que se demanda.
El combinado insatisfacción ciudadana y desafección política debe ser tenido en cuenta. Los políticos recuerdan estas cuestiones casi siempre en campaña electoral, pero luego y una vez que asumen el poder, tienen cierta tendencia a olvidarse.
El empoderamiento de la sociedad civil es evidente, y responde a la falta de referentes que den respuesta a las inquietudes que surgen ante acontecimientos desgarradores
Cada uno sin duda tiene su papel y su responsabilidad, pero el empoderamiento de la sociedad civil en los últimos tiempos es más que evidente, y responde como decíamos a la falta de referentes válidos que den respuesta a las diferentes inquietudes que van surgiendo ante acontecimientos tan desgarradores como la tragedia de la Dana o el genocidio en Gaza.
Merecen estas actitudes un mínimo análisis, sobre todo en ese reparto de papeles que como decíamos tenemos todos y cada uno de nosotros. Si la sociedad civil tiene que suplir a la clase política, lo hará, y de momento está empujando. Estamos llamando la atención sobre aquello que nos chirría y donde no encontramos respuesta.
Las poltronas se las dejamos a otros que solo buscan cómo mantenerse en ellas, o cómo irse sin irse, para no perder la condición de aforado y tener que enfrentarse a la realidad como el común de los mortales.
Les suena, ¿verdad?
