El nombre de Marian Muñoz ha aparecido en los archivos de tres comandos de ETA. Figuraba en un 'pen drive' olvidado por la banda terrorista en un piso franco de Ezcaray (La Rioja). Marian Muñoz. Ahí estaba, en una carpeta que se llamaba 'Lana' (trabajo, en euskera). El trabajo de ese comando, llamado 'Askatasun Haizea', era entre otros seguir a Marian Muñoz. Quizá algún día asesinarla. Por eso, por estar en el punto de mira de ETA, esta concejal socialista de Iurreta (Bizkaia) de 53 años ha vivido durante 17 años junto a dos escoltas. "Normalizamos algo que no era normal", explica Muñoz, que empezó en política con apenas 18 años, trabajando de peluquera e impulsando, a mediados de los años ochenta junto con otros vecinos de Iurreta, su desanexión de Durango "desde una lonja con un ordenador".

Esos años apasionantes dieron paso a otros más terribles, con el Ayuntamiento de Iurreta ya constituido en 1990. "Los problemas empezaron cuando se decidió que el primer alcalde fuera del PNV y no de HB", recuerda Muñoz, que unos años después figuraría ya, junto con otros ediles, en la agenda de ETA, en los trabajos pendientes de sus comandos. "Cuando se construyó la comisaría de la Ertzaintza en el pueblo, a principios de los años 90, estuvimos rodeados por vecinos de la izquierda abertzale, y yo creo que ahí nos ficharon a todos", apunta Muñoz, que por entonces trabajaba en un bar y tuvo que dejarlo. Muchos en el pueblo dejaron de saludarla. Por miedo. Se convirtió en una Bittori más. Pero real. "No volví a trabajar en los 17 años que tuve escolta, nadie quería contratarme", recuerda la concejal, que hoy asegura que nunca fue de las que tuvo "miedo". "La verdad es que pensé en dejar la política, pero nunca en marcharme de Euskadi porque dependíamos del trabajo de mi marido, que estaba aquí", relata durante una conversación con 'Crónica Vasca'.

Muchos en el pueblo dejaron de saludarla. Por miedo. Se convirtió en una Bittori más. "No volví a trabajar en los 17 años que tuve escolta, nadie quería contratarme", recuerda la concejal

Por entonces no hacía mucho que Muñoz había dado a luz a su hijo. Tenía apenas dos años cuando a la concejal le asignaron los escoltas. "Mi hijo no tuvo una infancia normal porque no pudo hacer apenas amigos en el colegio, nunca se vio integrado en ningún grupo, ni consiguió hacerlo", recuerda. "Lo peor fue el día que llegó a casa y me dijo que un compañero le había dicho, nombrando a los escoltas por su nombre, que ellos venían con nosotros porque ETA me quería matar. Ese día fue de los duros, porque mi hijo solo tenía cinco años", explica Muñoz. Así que Juancar y Félix, los dos escoltas de su madre, se convirtieron en sus mejores amigos. "Cuando hizo la comunión, él lo único que deseaba era que los escoltas vinieran a comer con nosotros, que los invitara a su comunión porque eran sus amigos", explica su madre. Y fueron a la celebración. Le regalaron una equipación del Athletic. Hoy, tras 17 años junto a los escoltas -hasta que ETA anunció en 2011 el fin de la violencia-, sigue manteniendo una gran relación de amistad con ellos.

Cuando hizo la comunión, él lo único que deseaba era que los escoltas vinieran a comer con nosotros, que los invitara a su comunión porque eran sus grandes amigos. Y fueron a la celebración. Le regalaron una equipación del Athletic.

Seis meses sin salir de casa

Pero esa infancia dejó huella en el chaval, que "tuvo que ir a tratamiento psicológico" por miedo a que le pasase algo a su madre. "Apenas salía de casa, tampoco ahora lo hace", explica su madre, que todavía recuerda cuando le llevaba al colegio y cada mañana tenía que mirar en los bajos del coche. "Recuerdo que dejaba a mi hijo alejado del coche y le decía que íbamos a mirar si había gatos debajo, para no pillarles", explica Muñoz. Lo que miraba, conviene recordar, es si ETA le había colocado una bomba lapa.

La presión y la amenaza a la que le sometió ETA alteraba la vida de Marian Muñoz, al igual que la de otros cientos de personas señaladas por la banda terrorista. "Cuando me pusieron la escolta llegamos a estar seis meses sin salir de casa, no salíamos ni a celebrar los aniversarios con mi marido, hay muchas cosas cotidianas que tienes que dejar de hacer", aclara la todavía concejal de Iurreta. "Bueno, compraba los langostinos y los hacíamos en casa, qué íbamos a hacer", dice ahora tranquila, recordando aquella pesadilla con serenidad. "Tal vez fue un fallo el normalizar algo que no era normal, no lo se", reflexiona ahora. El día que ETA anunció su final, Muñoz recuerda que se montó por primera vez sola en más de tres lustros en un autobús de línea. "Fue una experiencia maravillosa", recuerda emocionada.