Iñaki Arteta (Bilbao, 1959) estrena esta semana en la Seminci de Valladolid el documental 'Sin libertad, 20 años después', ya desgranado en este diario. El director vasco cuenta detalles sobre la obra, ofrece su versión nada amable sobre el nacionalismo y narra algunas peripecias vitales en esta conversación con 'Crónica Vasca'
La pregunta es obligada: ¿Por qué decidió elegir a un grupo de jóvenes como entrevistadores?
Porque la trayectoria de mis películas me ha ido llevando al presente. En 'Bajo el silencio' hace dos años nos poníamos a ver la huella del terrorismo, cómo se vivía el tiempo post-ETA, etcétera. En esta película quería acercanos al presente, donde están esas encuestas que dicen que los jóvenes no tienen ni idea del terrorismo. Pero más que analizar el por qué de la cuestión, por qué no tienen ni idea, me interesaba ir un pasó más allá, ver qué pasa si un grupo de jóvenes que no sabe nada se pone a entrevistar a víctimas. Uno tiene curiosidad y la necesidad de sorprender al público con un tema que está en la actualidad, sí, pero contado desde un punto de vista diferente. Ese planteamiento de alguna manera naturalista, sin artificios, que un chico piense por primera vez en este tema y que le interese, nos parecía una propuesta estupenda.
De repente los nacionalistas han descubierto que les viene bien estar cerca de las víctimas o al menos compensar el trato equidistante que dan a los terroristas. Es increíble, pero el nacionalismo todavía nos puede engañar porque hay gente que compra si discurso. Para mí es una situación bastante perversa
¿Cómo les ha cambiado o transformado a ellos, a esos jóvenes, hacer la película?
Se lo que se ve en la película. Después de acabar el rodaje, más allá de la despedida, no hemos vuelto a hablar de esto. Les voy a ver en los próximos días con motivo del estreno y mi pregunta a va a ser precisamente esa, cómo les ha transformado. La experiencia que han vivido... creo que la tienen que madurar como algo personal que quizás de inmediato no calibras su verdadera importancia. Después de medio año del rodaje, creo que lo interesante es precisamente eso, me das la idea de que les grabe..
Bromas aparte, en la película ese cambio se palpa, se deja ver, en el coloquio final. El planteamiento o el reto de la película es ese, pero yo ya intuía que les iba a interesar, porque eso abre la curisodad sobre algo que extrañamente nadie les ha contado. Ese 'abrir los ojos' es esperanzador frente a lo que dicen las encuestas. La primera juventud es un poco distraída, pero siempre ha sido así.
¿Debiera estudiarse este tema en las escuelas?
Naturalmente que sí. Una de las causas de ese desconocimiento es precisamente que no se estudia en las escuelas. En los colegios hemos aprendido muchas cosas por obligación. Ya sé que va contracorriente hablar así hoy, pero si no es así, no se aprende, porque yo tampoco quería que me hablasen de los reyes católicos pero lo aprendí. Debería ser una obligación darle un tratamiento intenso a esto en las escuelas.
¿Por qué no se hace?
Ahí se mezclan muchas cosas, como los traumas de los que lo han vivido y no quieren ni saber nada de ello... y luego los intereses políticos, de los gobiernos nacionalistas, no solo el vasco, que no quieren ligar el nacionalismo con esta barbarie. Quieren el 'no tiene nada que ver con nosotros'. Es claro su interés en blanquear la implicación del nacionalismo al amparar o contemporiazar con el terrorismo. Eso perturba a algunos y eso lo sufren los jóvenes en clave de silencio o de mala información.
Tener la sensación de que hay gente cerca a la que le parezca bien que se mate es espantoso para cualquer ciudadano, pero terrible para las víctimas
Esta es una historia de reencuentro. Porque usted se reencuentra con los protagonistas del corto de hace 20 años... ¿Cómo han cambiado las víctimas que protagonizan las dos películas?
Creo que hay una cosa común en las víctimas: la permamencia del hecho violento en su memoria. El recuerdo es inagotable, toda nuestra vida nos acordamos de personas que se han muerto, eso está en cualquier ser humano. Y si es una muerte traumática, más aún. Y si a eso se le añade que exista la justificación hacia los asesinatos y los asesinos, por una vinculación ideológica, eso crea una desazón imborrable que está presente en la película. Las víctimas tienen que contemplar 30 o 40 años después que quienes participaron o defendieron todo aquello sigan con su mismo discurso, sin ninguna perspectiva de arrepentimiento sincero de lo que hicieron.
Eso es una espina en el corazón de toda esta gente. Porque vive unos tiempos en los que no sólo no se ha apartado el discurso de los terroristas, sino que se exhibe. Se exhiben esa 'hazañas', se les recibe com héroes, participan en la política nacional, provincial o municipal. Esa visualización permanete de que te digan que esa injusticia tampco fue para tanto... Y eso está patente en la película y en las víctimas que yo conozco. Y las víctimas vascas tienen el añadido de que los terroristas viven en tu pueblo, donde está la manifestación, los carteles y toda esa imaginería que pervive. Tener la sensación de que hay gente cerca a la que le parezca bien que se mate es espantoso para cualquer ciudadano, pero terrible para las víctimas.
Dedicarse a estos temas de memoria sobre ETA, ¿abre o cierra puertas en Euskadi?
Yo las tengo cerraditas hace bastante tiempo. Desde la primera película se me catalogó de fascista, solo por haberne acercado a las víctimas, el mundo nacionalista supo que yo no era de su cuerda y, claro, lo habitual: 'este es un españolazo, un fascista o un antinacionalista'. En estos años ha cambiado el nacionalismo, en el sentido de que las políticas de convivencia, los encuentros restuarativos, etcétera salen del propio nacionalismo, para mí con el interés de blanquear su pasado. Ahora parecen ellos tan interesados en las víctimas como yo hace 20 años. Primero me cuesta creerlo, y luego, qué hacían hace 20 o 30 o 40 años. De repente han descubierto que les viene bien estar cerca de las víctimas o al menos compensar el trato equidistante que dan a los terroristas. Es increíble, pero el nacionalismo todavía nos puede engañar porque hay gente que compra si discurso. Para mí es una situación bastante perversa.
Las víctimas tienen que contemplar 30 o 40 años después que quienes participaron o defendieron todo aquello sigan con su mismo discurso, sin ninguna perspectiva de arrepentimiento sincero de lo que hicieron
Usted, en sus películas, señala a los terroristas y sus cómplices, por sus responsabilidades directas, pero también apunta al nacionalismo en su conjunto... ¿Cómo definiría lo que hace el nacionalismo vasco en políticas de memoria?
La voluntad de todo nacionalista es cambiar la historia. Como decía un amigo hace años, para un nacionalista la historia es imprevisible. Lo que sea, hoy dicen una cosa y mañana otra. En este caso la implicación del nacionalismo casi familiar con le terrorismo viene de antiguo, está en las hemerotecas, ahí están las declaraciones de los dirigentes del nacionalismo de toda la vida como Arzalluz, ahí está la permanente defensa de la negociación con los terroristas o ahí está la confesión de avalar el proyecto político al compartir los fines pero no los medios... Todo esto está ahí y con esas políticas de convivencia, que les llaman así, pretenden dar una imagen mucho más cercana las víctimas, de una forma bastante teatral.
¿En qué sentido?
Se trata de reducirlo todo a la sentimentalidad, pero hay un plano político, no les mataron por el islam ni para robarles, les mataron por una cuestión nacionalista, independentista, y eso lo quieren obviar. '¡Pobre gente que perdieron a sus familiares', pero en el plano político, el por qué se les mató, y cómo es posible que el discurso y las aspiraciones de los que mataron siguen presentes, de eso no hay que hablar. Es como si hubieran nacido ayer y se hubieran encontrado con mil pesonas que han sufrido no se qué enfermedad y 'vamos a ayudarlas'. Ellos no han estado en el pasado, ni sus antecesores tampoco. Nadie critica a Arzalluz ni las cosas que decía Egibar ni Ibarretxe. Todo reducido a la sentimentalidad, con un dolor, además, que ponen al mismo nivel de los que sufren los padres de los presos o los pobres presos que están en la cárcel. Esto es extraordinariamente tóxico y genera más confusión. El plan estratégico del PNV es ese: salvar estos años con esta postura aparentemente humanista y conciliadora y que la historia les perdone por omisión lo que hicieron.