Hace 25 años, en la localidad Navarra de Estella-Lizarra, se celebró una de las cumbres más relevantes en la historia reciente del nacionalismo y soberanismo vasco, pero también del terrorismo en Euskadi y Navarra, el conocido como Pacto de Lizarra. El 12 de septiembre de 1998, hasta 25 asociaciones, entidades, sindicatos y partidos políticos independentistas se reunieron con el objetivo de abrir un "proceso de diálogo y negociación" para alcanzar el cese de la actividad terrorista por parte de ETA.
Aquel acuerdo, que reunió a partidos políticos, entre ellos el PNV; sindicatos como ELA y LAB; y otras asociaciones nacionalistas, -y que seguía el ejemplo del proceso de paz alcanzado en Irlanda del Norte y el IRA que se conoció como el acuerdo de Viernes Santo-, debía englobar a todas estas formaciones bajo un solo paraguas, pero acabó por tener el efecto contrario y dividió a la sociedad vasca en dos bandos.
De esta forma, aquel pacto fue, como señaló este lunes el portavoz jeltzale en el Congreso de los Diputados, Aitor Esteban, "un gran compromiso para de verdad lograr la paz", pero acabó siendo enturbiado "por el interés político por parte de ETA y de la izquierda abertzale" para dar una imagen que no era real hacia la sociedad.
ETA "cuando quiso se marchó"
Ahora, echando la vista atrás a este encuentro y con el coordinador de EH-Bildu, Arnaldo Otegi, insistiendo en reeditar el Pacto de Lizarra para avanzar en "la liberación de Euskal Herria", el diputado del PNV en la Cámara Baja asegura que tiene "un mal recuerdo" de aquella firma y asevera que para él, esta "no fue una buena experiencia", porque ETA "cuando quiso se marchó y la izquierda abertzale no condenó esa huida".
Esteban recuerda que la banda terrorista vasca abandonó aquella tregua firmada en 1998 tan solo un año después, con un comunicado en el que responsabilizaban al Partido Nacionalista y a Eusko Askatasuna (EA). Un fin a ese "alto el fuego total e indefinido" que se rompió con el asesinato del teniente coronel Pedro Antonio Blanco, el 21 de enero de 2000. Este suceso, al no ser condenado por Herri Batasuna, propició que se extinguiera la colaboración alcanzada por el Pacto de Lizarra.
Las razones, como recordó este lunes Esteban, fueron las diferencias entre la izquierda abertzale y otros sectores del nacionalismo vasco, pero más allá de eso fue la visión de la banda terrorista contra el PNV y EA, a quienes acusaba de interesarse más por la paz y el fin del terrorismo, que por la soberanía y la ruptura con las "fuerzas enemigas de Euskal Herria".
Un acuerdo totalmente roto
25 años después, el Pacto de Lizarra sigue levantando tensiones entre las diferentes voces del independentismo vasco. Mientras en el PNV y los sectores más moderados lo recuerdan de forma bastante agria y guardan un "mal recuerdo" de este, como ha insistido Aitor Esteban; en la izquierda abertzale, sobre todo en los sectores más extremos, piden "reeditarlo" y desarrollar un encuentro similar, esta vez no con el objetivo de buscar un proceso de paz con una banda terrorista, sino de centrar los esfuerzos de los partidos, sindicatos y colectivos nacionalistas en alcanzar finalmente la soberanía de los "siete territorios de Euskal Herria".
Siete territorios a los que se refirió Esteban este martes aseverando que "por supuesto que hay que defender" el concepto de Euskal Herria "como nación", solo que para el PNV existen "distintas dinámicas" entre ellos y deben afrontarlos sus problemas "en diferentes situaciones", pese a que desde la izquierda abertzale les achaquen que para los jeltzales "solo existen tres territorios".
Por otra parte, la intención de EH-Bildu es totalmente distinta. Otegi apuesta por un discurso de unidad entre las fuerzas independentistas y habla de "liberar Euskal Herria" y de luchar por "el reconocimiento nacional y el respeto al derecho a decidir como pueblo", mientras en Madrid mantiene una imagen cada vez más cercana a los partidos del Estado y se hace un hueco entre las fuerzas políticas de la izquierda progresista que tratan de alcanzar acuerdos. Una doble faceta difícil de equilibar, y que con reclamaciones como la reedición de un Pacto de Lizarra se ve descompensada, aunque en ciertos sectores de Madrid se desconozca el contexto de dicho acuerdo.