Enclavadas en el Valle Salado de Añana, en la provincia de Álava, País Vasco, se encuentran Las Salinas de Añana, consideradas una de las fábricas de sal más antiguas del mundo.
Con más de 7.000 años de historia documentada, este singular enclave no solo es testimonio de la relación ancestral entre el ser humano y la naturaleza, sino también un ejemplo vivo de sostenibilidad, ingeniería y patrimonio cultural.
El origen salino del valle
La salinidad del Valle Salado de Añana se debe a un fenómeno geológico único. Las aguas subterráneas fluyen a través de estratos salinos formados hace millones de años por la evaporación de antiguos mares.
Al emerger a la superficie en forma de manantiales salados, las aguas son aprovechadas por las salinas, que transforman este recurso natural en sal mediante un proceso tradicional de evaporación solar.
Una estructura ingeniosa
Lo que más llama la atención de Las Salinas de Añana es su diseño. Miles de eras, plataformas de madera y piedra, junto con canales de distribución de agua, forman un complejo sistema de terrazas adaptado a la pendiente del valle. Este sistema ha permanecido casi intacto desde la época romana, siendo mejorado por generaciones de salineros que perfeccionaron la extracción y producción del "oro blanco".
Las eras, construidas con técnicas tradicionales, se llenan con agua salada que, tras la evaporación, deja cristales de sal listos para recolectar. Este sistema, completamente manual y ecológico, permite una producción de alta calidad y resalta el respeto por el medio ambiente.
La sal: motor económico y cultural
Durante siglos, la sal de Añana fue una de las más apreciadas de Europa. Su pureza y calidad la convirtieron en un bien de comercio esencial para la conservación de alimentos, la ganadería y la industria. En la Edad Media, el control de las salinas era una fuente de riqueza para los señores feudales, lo que llevó al desarrollo de pueblos y rutas comerciales en torno a este recurso.
Con la llegada de la sal industrial en el siglo XIX, Las Salinas de Añana entraron en declive, pero gracias a un esfuerzo conjunto de restauración iniciado en los años 90, se han recuperado tanto su valor económico como su relevancia cultural y turística.
Reconocimientos y turismo sostenible
Hoy en día, Las Salinas de Añana son más que un sitio de producción de sal. Reconocidas como Bien Cultural de Interés Nacional en España, y candidatas a ser Patrimonio Mundial de la UNESCO, son un modelo de preservación de tradiciones y turismo sostenible. Los visitantes pueden explorar el valle, aprender sobre las técnicas tradicionales de extracción, e incluso participar en la recolección de sal.
El enclave también promueve la biodiversidad y ha sido integrado en proyectos de investigación y conservación ecológica. Además, su sal ha recuperado su fama, siendo utilizada por chefs de renombre y exportada a mercados internacionales.
Un puente entre pasado y futuro
Las Salinas de Añana son mucho más que una fábrica de sal; representan la conexión entre el pasado y el presente, un lugar donde las tradiciones milenarias dialogan con los desafíos contemporáneos. Este valle salado, con su belleza única y su historia cargada de esfuerzo humano, continúa inspirando a quienes lo visitan y contribuye a valorar la importancia de un recurso tan fundamental como la sal.
En el corazón del País Vasco, Las Salinas de Añana son un recordatorio viviente de cómo el ingenio y el respeto por la naturaleza pueden perdurar a lo largo de los siglos.