La paralización del proyecto de la central nuclear de Lemoniz fue uno de los mayores 'triunfos' de la banda terrorista ETA. Los movimientos ecologistas ya estaban en marcha y desde 1974 se sucedían las enormes movilizaciones para protestar y defender una Euskadi no nuclear. La negativa social ante esto era masiva y en algunas de estas protestas llegaron a movilizar a más de 70.000 personas. El escenario repleto de público perfecto para que ETA hiciera su aparición.
Fue el 17 de marzo de 1978. La banda hizo una llamada a la emisora Radio Popular avisando de la colocación de una bomba en las instalaciones. Sin embargo, para cuando el aviso llegó a las oficinas de la central, ya era tarde y la explosión ya había resonado. Con este bestial ataque no consiguieron paralizar el proyecto pero se llevaron por delante las que serían las primeras víctimas de este episodio. Dos operarios, Andrés Guerra y Alberto Negro murieron y hubo 140 heridos.
Un año después, en 1979, colocaron una segunda bomba que provocó la muerte de otro trabajador, Angel Baños. La escalada de violencia no paró aquí y el 29 de enero de 1981, ETA militar fue un paso más allá y secuestró al ingeniero jefe de la central, Jose María Ryan. Al día siguiente, la banda difundió un comunicado en el que condicionaba la liberación del ingeniero a la decisión del Gobierno español de demoler, en un plazo de siete días, la central nuclear.
En ese momento, miles de personas se echaron a las calles para pedir a los terroristas que no cumplieran la amenaza. Esta respuesta social tan grande era la primera vez que ocurría en Euskadi. Pero esto de nada sirvió. La noche del 6 de febrero, los terroristas le dispararon a bocajarro y dejaron su cadáver abandonado en un camino forestal de la localidad vizcaína de Zaratamo. Ahora, se cumplen 40 años de este asesinato.
Esta acción de ETA logró paralizar las obras de Lemoniz, pero no por mucho tiempo. Semanas más tarde, se recobró la actividad y la organización acabó con la vida del sustituto del ingeniero, Ángel Pascual Múgica, al que dispararon delante de su hijo. En este momento sí se paró por completo el proyecto y ETA lo convirtió en una gran victoria para ellos.
“ETA, Lemóniz, goma-dos”
El movimiento ecologista que surgió para hacer frente al proyecto de Lemoniz fue muy amplio en Euskadi. A las movilizaciones acudían miles y miles de personas que de forma pacífica protestaban por este proyecto. Hasta el momento en el que ETA entró en escena. A partir de ese instante, el movimiento se fue debilitando a medida que la organización terrorista va intensificando su actividad y violencia contra Lemoniz con atentados, boicots a la maquinaria, a las sedes de Iberduero y por supuesto, los atentados personales.
Sin embargo, el fundador y director de Bakeaz, Josu Ugarte y el escritor y profesor de Historia, Javier Merino, creen que el gran problema fue que no hubo una respuesta rotunda desde el moviento ecologista frente a lo que estaba ocurriendo. “Yo recuerdo el comunicado que se envió desde el comité por una costa vasca no nuclear tras el asesinato de Ryan y sí, mostraban su desconcierto, pero no citaban en ningún momento a ETA ni se pronunciaban en contra del asesinato” cuenta Javier Merino.
Y la pregunta es, ¿por qué no hubo una respuesta firme en contra? Para Merino está muy claro y responde a una mezcla entre miedo y un sentimiento de “son de los nuestros”. “No solo no se oponían, sino que había muchas manifestaciones en las que se gritaba “ETA, Lemóniz, goma-dos” y no había nadie que dijera no, aquí no se grita esto. Aquel lema se extendió de la misma manera que lo hizo el famoso “algo habrá hecho”.
El colectivo ecologista era muy plural, heterogéneo y con gran adhesión pero la llegada de ETA lo rompe por completo. “Sustituyó al movimiento, y esto es algo que nunca puede ocurrir. En aquella época la banda tenía mucho apoyo y la oposición a ellos no se da hasta mediados de los 80, una vez acabado el conflicto de la central”, explica Josu Ugarte.
“Ayer Lemóniz, hoy Leizarán, mañana la autodeterminación”
Tras el “éxito” de Lemoniz, ETA vió en el ecologismo una vía para seguir ganando simpatizantes y repitió el mismo esquema con otras dos acciones: la autovía de Leizarán y el tren de alta velocidad. El proyecto de la autovía se firmó en 1986 y provocó la oposición de varias asociaciones, entre ellas la coordinadora Lurraldea, al mando de Jonan Fernández, que actuó de pantalla de Herri Batasuna y, en último término, de ETA puesto que muchos de los que la componían estaban vinculadas a su entorno.
No obstante, ni las circunstancias, ni el contexto, ni la fuerza que tenía la organización en ese momento eran iguales a las de Lemóniz pero emplearon las misma vías de oposición: boicots contra la maquinaria, cartas amenazantes a las empresas responsables de las obras y además fue amedrentando durante años a políticos, técnicos, ingenieros y propietarios de las empresas que construían la autovía.
Y lo peor de todo fue una vez más las vidas que se cobraron. El 12 de junio de 1991, Andrés Muñoz y Valentín Martín, dos artificieros de los Tedax, murieron en Madrid desactivando un paquete-bomba enviado por ETA contra Construcciones Atocha, una de las empresas participantes en la obra.
Finalmente, tras lograr un acuerdo entre las autoridades vascas, navarras y Lurraldea y tras una visita de Herri Batasuna a los empresarios en la que les “recomendaron” no iniciar las obras, el proyecto se modificó cediendo en parte a las pretensiones terroristas. “Los que salen inmediatamente a celebrar este acuerdo son los de Herri Batasuna y además lo hacen al grito de “ayer Lemóniz, hoy Leizarán, mañana la autodeterminación”, cuenta Javier Merino.
El asesinato de Ignacio Uria
Llega el siglo XXI y la acción violenta de ETA se mantiene, aunque con mucha menos fuerza. La banda ya está débil pero decide inmiscuirse en otra lucha supuestamente ecologista, esta vez contra el tren de alta velocidad, TAV. Su capacidad de incidir en el proceso es mucho menor. El PNV y el PSOE, en aquel momento en el Gobierno, tienen una voluntad muy decidida de llevarlo a cabo y una gran parte de la población de muestra favorable al proyecto.
La intervención del movimiento ecologista es también menor y en Euskadi ni hay una capacidad de movilización muy fuerte en aquel momento. Si surgen a movimientos a nivel nacional que protestan contra el TAV como Ecologistas en Acción o Greenpeace.
El 3 de diciembre de 2007, ETA vuelve a matar y lo hace asesinando a tiros en Azpeitia al constructor Ignacio Uria por su relación con las obras y después de haberle hecho llegar varias cartas de extorsión. Uria se convirtió en el último empresario que murió a manos de ETA.
“Por primera vez, sí hay una respuesta clara y tajante por parte de las asociaciones contra la intervención y la violencia de ETA. Esta era su lucha y querían llevarla de manera pacífica y cuando volvió a llegar la sangre, estos movimientos a nivel nacional sí mostraron su condena”, cuenta Merino.
Acción “perversamente” instrumental
Para Josu Ugarte, este tipo de acciones de ETA son el mejor ejemplo del oportunismo político en mayúsculas. “En algunos de estos temas, ellos tenían en un principio una posición favorable. Existen documentos en los que se muestran a favor de la energía nuclear porque podía servir para la soberanía energética del País Vasco. Son acciones perversamente instrumentales y no les importaba hundir otros movimientos.
Esta estrategia, según explica Javier Merino, responde a un diseño y un planteamiento muy hábil por parte de la organización. Tenían una estrategia muy clara y era la fagocitación de todos los movimientos que contaban con el favor mayoritario de la población. “Esto era una pantalla, un discurso amable. ETA lo hizo muy bien y asumió, con la complacencia de los demás, la dirección de esos movimientos y se hizo con su bandera. Se les dejó hacer, no se les plantó cara ni hubo la menor denuncia”, considera Merino.
Para él, esto ahora sigue igual y lo hace en manos de EH Bildu. “Ellos son ahora sus herederos, aunque afortunadamente por medios políticos y eso no se puede comparar. No han condenado, ni condenaran porque son ellos y siguen aplicando la misma política, es el nacionalismo radical”.
Las movilizaciones contra ETA no fueron muy masivas hasta mediados los años 90, salvo en los casos como el del asesinato de Ryan y sobre todo, con el de Miguel Ángel Blanco. “Esto que se nos dice de que la sociedad vasca ha terminado con ETA es un cuento chino. Los apoyos fueron disminuyendo, pero no ha habido un posicionamiento masivo contra ellos y la prueba está en que EH Bildu es el segundo partido, tiene el 25% de los votos y no hay ningún tipo de deslegitimación de esa gente. Son lo que son, hay que caracterizarlos y oponerse a ellos. Eso en la sociedad vasca no esta difundido”, termina Javier Merino.