Lejos han quedado los tiempos de salir de pintxos con los amigos o de disfrutar de un buen concierto en una sala abarrotada de gente. El coronavirus ha provocado un cambio drástico en nuestras vidas y en la forma que teníamos de divertirnos y de entretenernos. Nos hemos convertido en una sociedad que necesita una continua distracción. Es imposible pensar en no estar conectados a las redes sociales, en aburrirse o en quedarse un rato a solas. Esta dependencia de la tecnología y de las redes sociales, agravada por la pandemia y su confinamiento, ha dado la bienvenida a un ‘hiperentretenimiento’ generalizado.
Hace ya casi un año que comenzó la pandemia. Desde ese momento, el uso de las pantallas se ha incrementado de manera exponencial. España se ha convertido en el país europeo con mayor uso de redes sociales, que en los meses de confinamiento aumento en un 55% su actividad, según Comscore. “Parece que no sabemos estar sin nada que hacer, sin tener una pantalla cerca”, comenta Jon Antón, presidente de Ekintza Aluviz y Aluviz Bilbao, dos asociaciones que ayudan a personas afectadas por la ludopatía y otras adicciones sin sustancia de Bizkaia. La situación provocada por la covid-19 ha generado una tendencia al alza en el uso de las redes sociales “que irá en aumento a partir de ahora”, de acuerdo a un informe de Deusto Formación.
Ahora estamos en una situación de “normalidad”, ya que en el confinamiento “había que llenar las horas del día y hemos notado un incremento en el uso de las tecnologías y todas las plataformas de entretenimiento”, asegura Cristina Isasi, psicóloga y responsable de PSIMEBIBilbao, un centro de psicología y mediación. Ante una situación pandémica, “las redes sociales y las pantallas ofrecen constantemente una excitación, un refuerzo, una liberación de dopamina, de adrenalina y de sustancias muy gustosas para las personas, que nos hacen sentir bien y nos producen emociones positivas” explicaba Ana Estevez, doctora en Psicología y profesora titular de la Universidad de Deusto, experta en adicciones comportamentales. La ausencia de estas sustancias en la pandemia han provocado que la sociedad se refugie en plataformas que les proporcionan esas emociones, como puede ser un 'me gusta'. “Al final, nos habituamos y queremos más”, dice Estevez.
Sin embargo, un uso abusivo de estas pantallas puede desencadenar en adicciones y la pandemia ha facilitado mucho esta situación. “Encerrados no había mucho más que hacer”, confiesa Antón. Desde su asociación han notado un aumento en el uso de la tecnología, “el confinamiento ha suprimido el juego presencial, pero ha generado un aumento en las pantallas”, asegura su presidente. Hay determinados motivos por los que se juega que son muy diferentes los unos de otros. Hay muchas personas que por ejemplo lo hacen para evitar el malestar emocional, la tristeza, la ansiedad, como manera de evadirse. Y otros que lo hacen por la sensación de riesgo y de novedad, de probarse a uno mismo”, detalla la doctora en Psicología.
Estar a solas
El sobre entretenimiento en el que se encuentra la población no es nuevo. La pandemia y los meses de encierro han agravado y facilitado este hiperentretenimiento. En 2014, la Universidad de Virginia realizó un experimento para averiguar si las personas, desde los 18 a los 77 años, eran capaces de “entretenerse con sus propios pensamientos”, teorizaba Tom Wilson, responsable de la investigación. Los participantes debían estar en una sala vacía, sin ningún tipo de distracciones por 15 minutos con la única posibilidad de darse descargas eléctricas. En un primer momento todos se negaron a recibirla. Sin embargo, transcurrían los minutos y la mitad de los participantes decidieron darse una descarga eléctrica. Esta mitad prefirió el dolor a el aburrimiento. “Los participantes de nuestra investigación demostraron de forma consistente que preferirían tener algo que hacer a no tener nada más que sus propios pensamientos”, concluyó Wilson.
“Lo tenemos tan a mano que no sabemos parar, puede ser que no sepamos estar con nosotros mismos, ni desconectados”, acepta la responsable de PSIMEBI. “Es difícil. Para muchas personas hacerse preguntas y pararse a pensar, dependiendo de lo que ocurra alrededor, es extremadamente doloroso”, confesaba Estevez acerca del experimento. “La pandemia ha obligado a parar y ha desvelado como son nuestras vidas y en muchas ocasiones la foto que ha salido de eso es profundamente dolorosa y no creo que todo el mundo sea capaz de hacer esa introspección”, explicaba Estevez. Destaca también, que “existen personas que son buscadoras de sensaciones y buscan experimentar cosas nuevas, distintas”. Son este tipo de personas, quizá, las que más riesgo han tenido en el confinamiento, ya que necesitan esas sustancias y esos impulsos. Su facilidad para ‘engancharse’ y no saber limitarlo puede ser muy perjudicial, incluso "acabar en adicción", confiesa Antón.
Isasi está de acuerdo y desde PISEMBI resaltan la importancia de "llegar a un equilibrio". La pandemia ha supuesto en muchos casos un aumento en la soledad, la depresión y la ansiedad. Las pantallas, las redes, los juegos online y este tipo de tecnologías y plataformas se usa como elemento de distracción, comunicación y socialización, que “es lo que queremos las personas. Si algo te agrada o te produce bienestar, lo sigues haciendo, muchas veces sin tener en cuanta las consecuencias”, concluye Isasi.