Los efectos del confinamiento al inicio de la pandemia no tardaron en notarse en el Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona, uno de los institutos más avanzados y combativos en España en políticas de igualdad de género en el ámbito de la ciencia. Entre otros, cuenta con un programa para contratar investigadoras jóvenes de alto nivel, que conforman casi el 50 % de la plantilla y que suelen tener hijos pequeños. Quizás por eso, de forma más aguda que en otros casos, cuando comenzó el encierro empezaron a constatar que muchas de sus científicas tenían verdaderas dificultades para continuar con su trabajo.
“Se puede teletrabajar en situaciones como la mía, que no tengo que ocuparme de nadie y estoy en casa, tranquila, sin ruidos, y me puedo concentrar”, considera Isabelle Vernos, investigadora Icrea al frente de la comisión de igualdad de género en el CRG. “Pero en casos en los que hay niños, y sobre todo cuando son pequeños, es muy, muy complicado, porque no tienes ni un segundo y el rato que te queda cuando se van a dormir estás agotada, con el cerebro vacío. ¿Cómo vas a escribir un artículo así? Por más que te turnes con la pareja, tienes poco tiempo de calidad”, señala esta bióloga a SINC.
Teletrabajar con hijos o personas dependientes afecta tanto a hombres como a mujeres que se encargan de los cuidados, pero las cifras constatan que siguen siendo ellas quienes se llevan la peor parte, un hecho que se ha agudizado durante la pandemia
Roni Wright, investigadora posdoctoral de este centro, asiente con vehemencia. Con tres hijos pequeños, antes de la pandemia ya hacía verdaderos malabares entre hacer experimentos, solicitar becas, coordinar al equipo, preparar manuscritos, investigar, dar clases en la universidad y la crianza.
“Una locura, pero lo hacía como tantos otros investigadores, y funcionaba”, explica Wright, quien confiesa que cuando se decretó el confinamiento total en marzo de 2020 “era optimista y pensaba que, al no tener que ir al laboratorio, tendría más tiempo para escribir y también para disfrutar en familia. ¡Qué naif fui!”.
En una conferencia online celebrada en septiembre e impulsada por el Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL) en Barcelona, esta investigadora escocesa relató cómo durante meses tuvo que trabajar en la cocina, con su portátil, “con tres niños que me interrumpían continuamente porque tenían hambre, estaban aburridos, se peleaban o tenían que hacer deberes del colegio que no entendían. Era imposible concentrarse así. Por la noche, cuando se iban a dormir, estaba totalmente exhausta”.
Y no era la única. Al poco se vio intercambiándose correos y mensajes con otras investigadoras en su misma situación, que sufrían altos niveles de estrés y ansiedad.
Si cuidan más, publican menos
Aunque el hecho de tener que teletrabajar con hijos o personas dependientes en casa afecta tanto a hombres como a mujeres que se encargan de los cuidados, las cifras constatan que siguen siendo ellas quienes se suelen llevar la peor parte, un hecho que se ha agudizado durante la pandemia y que está reforzando la brecha de género en ciencia e investigación.
“Es la misma tormenta, pero con barcas distintas”, considera Wright en referencia a la experiencia de hombres y mujeres y parafraseando un poema del escritor británico Damian Barr. Y “la forma en que experimentamos esta pandemia, en que capeamos con ella y cómo saldremos de ella será muy distinta en función de la barca en la que estemos”, remacha.
Los estudios realizados a lo largo de 2020 sobre el impacto de la covid en la carrera investigadora de las mujeres han alertado de que ellas han escrito de forma significativa menos artículos científicos que ellos y que el motivo principal son los cuidados, de los que siguen haciéndose cargo de forma mayoritaria. Que publiquen menos es grave, porque implica que están pudiendo investigar menos.
Que las científicas publiquen menos es grave, porque esto hará que accedan a menos ayudas o becas, y que también sean promocionadas menos
Y como la manera de evaluar a los científicos sigue siendo a través de qué publican y dónde lo publican, que ellas se queden rezagadas en publicaciones hará que accedan a menos ayudas financieras o becas, y que también sean promocionadas menos.
Por si fuera poco, sus voces no se oirán, lo que repercutirá sobremanera en la calidad de la ciencia. “Necesitamos representación de la diversidad en los equipos científicos y en la investigación que se lleva a cabo, porque nuestras sociedades son diversas. Si no, el riesgo es dejar de lado dimensiones”, advierte Sabine Oertelt-Prigione, catedrática de Género en Medicina de la Universidad holandesa de Radboud.
Estrategias para minimizar el impacto
Ante esa situación, centros de investigación y universidades de todo el planeta se han puesto manos a la obra para intentar corregir y mitigar el impacto de la covid.
“En el CRG habíamos sido muy activos en trabajar para proporcionar igualdad o ayudar en casos de dificultad antes de la crisis, por tanto no íbamos a quedarnos de brazos cruzados con la pandemia”, afirma Vernos, que explica que desde la Comisión de Igualdad de Género de ese centro se creó un equipo de trabajo especial, una task force, que revisaba cada caso y trataba de buscar las mejores soluciones posibles.
En líneas generales, decidieron flexibilizar por completo los horarios y revisar los objetivos de cada grupo para hacerlos más realistas y acordes con la situación personal de cada investigadora o investigador.
Crearon una red de apoyo mutuo para las familias, a través de las que podían comunicarse, intercambiar información y recursos —como qué campamentos de verano había o propuestas para compartir canguro por horas—, una especie de tribu-CRG.
Vivir del salario de una posdoc no es nada fácil. Mi compañero no habla castellano ni catalán, lo que dificulta conseguir un empleo. No tenemos familia aquí que nos eche un cable (Malgorzata Siudek, cosmóloga becada por el programa ‘Mothers of Science’)
También valoraron la opción de dar becas de ayuda económica a familias monoparentales (mayoritariamente madres solteras), a investigadores cuyas parejas hubieran perdido el trabajo durante la pandemia o a aquellos con sueldos más bajos.
“Llegué España con mi pareja y dos hijos. Vivir del salario de una posdoc no es nada fácil. Mi compañero no habla castellano ni catalán, lo que dificulta que pueda conseguir un empleo. No tenemos familia aquí que nos eche un cable cuando los niños están enfermos o en situaciones como esta”, se lamenta Malgorzata Siudek, investigadora posdoc Marie Curie-PROBIST en el Instituto de Física de Altas Energías (IFAE), que ha sido una de las diez receptoras de una beca mensual de 400 euros de ayuda dentro del programa competitivo ‘Mothers of Science’, del Instituto de Ciencia y Tecnología de Barcelona (BIST), una fundación científica integrada por siete centros de investigación en Cataluña.
Además de ayudas económicas, muchos centros pusieron en marcha recursos de ayuda emocional y psicológica para lidiar con el estrés y la ansiedad provocada por la situación, consumidos principalmente por mujeres. Por ejemplo, en el Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO) de Castelldefels reorientaron los programas de bienestar emocional y psicológico que tenían para apoyar a su personal investigador durante la pandemia.
Qué se está haciendo en otros países
A escala internacional, la alianza integrada por 14 centros europeos de investigación biomédica de excelencia EU-LIFE ha optado por extender el contrato a las líderes de grupo júnior durante al menos un año, así como a posdocs y estudiantes de doctorado cuyos proyectos se han retrasado por culpa de la pandemia, cuenta su coordinadora Marta Agostinho. Y han optado mayoritariamente por establecer turnos flexibles.
“Esa flexibilidad, que suena muy bien, necesitamos que sea real. ¿Dejarán que padres y madres trabajen por la noche? Porque quizás para poder conciliar les va bien ir al laboratorio a partir de las ocho de la tarde o en fin de semana”, cuestiona la investigadora Icrea Núria Montserrat, del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC), que, como Wright, también tiene tres hijos pequeños.
El Instituto Babraham, en Cambridge (Reino Unido), ha ido un paso más allá y ha extendido una iniciativa en marcha desde 2018 para apoyar a las investigadoras durante su baja de maternidad a todas aquellas científicas que la necesitaran. Se trata de la figura del investigador de soporte temporal, que se convierte en los ojos y las manos de la investigadora principal en el laboratorio para que esta pueda continuar con su trabajo a distancia, desde casa, sin perder competitividad.
Se necesita un cambio global
A pesar de que esas medidas han supuesto una ayuda, cada vez son más las voces que se alzan para reclamar que no son suficientes y que se requieren políticas a escala macro que evalúen y corrijan el impacto de la covid en la carrera de las científicas. Una de las medidas más demandadas es la de fomentar más participación femenina como primeras o últimas autoras en estudios y artículos científicos.
“Las revistas científicas pueden ser una palanca de cambio importante para incrementar de manera efectiva la igualdad de género”, considera Ana-Catarina Pinho-Gomes, líder de un trabajo publicado en BMJ Global Health. Por ello, hay que “empujarlas” a apostar porque publiquen artículos con más mujeres como primera y última autora, lo que hará que más científicas sean invitadas a participar en investigaciones.
Las mujeres necesitan ser autoras principales, liderar la investigación. Eso irá generando cambios en la mentalidad de la ciencia, que es lo que necesitamos: dejar de discutir ya de algo que tiene que ser natural (Ana-Catarina Pinho-Gomes)
“Las mujeres necesitan ser autoras principales, liderar la investigación. Eso irá generando cambios en la mentalidad de la ciencia, que es lo que necesitamos: dejar de discutir ya de algo que tiene que ser natural”, añade esta investigadora.
En ese sentido, un artículo reciente publicado en PNAS y liderado por Jessica Malisch, profesora de fisiología del St Mary’s College de Maryland, en EE UU, constataba que en tiempos de crisis los procesos de tomas de decisiones eran más sesgados, ya fuera para contratar a un investigador o para valorar si publicar o no un estudio; y que eso repercutía de forma negativa en las mujeres. Por ello, proponía la creación de un comité especial que se encargara de evaluar los méritos de las investigadoras utilizando nuevas métricas, en las que se pudieran hacer constar los cuidados.
Asimismo, el trabajo analiza la prórroga de contrato que muchos centros y universidades han ofrecido a sus investigadoras para mitigar la pérdida anticipada de productividad atribuible a la covid, y reclama que esas extensiones vayan acompañadas de mecanismos de financiación adicionales. Alerta de que las mujeres, en general, suelen ser penalizadas por la pérdida de productividad cuando se las compara con hombres.
Datos para respaldar medidas
“La solución pasa por, en primer lugar, investigar hasta qué punto [la situación covid] afecta a las mujeres y otras minorías y, luego, responder con un plan estratégico de acciones, que incluya en las métricas las responsabilidades individuales, para lidiar con los cambios de productividad”, afirman en el artículo.
En respuesta a ese trabajo, investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chicago proponían en esa misma publicación repensar el curriculum vitae, que es el instrumento que se usa para evaluar a los científicos, para reflejar las contribuciones y dificultades durante la pandemia de las investigadoras e incluso proponían una plantilla para elaborar ese nuevo CV y contabilizar los cuidados.
La situación excepcional propiciada por la covid puede ser el revulsivo para provocar un cambio social. Y eso pasa primero por un análisis en profundidad y la implementación de estrategias en función de los datos obtenidos (Zulema Altamirano)
Para Zulema Altamirano, directora de la Unidad de Mujeres y Ciencia del Ministerio de Ciencia e Innovación, la situación excepcional propiciada por la covid puede ser el revulsivo para provocar un cambio social. Y eso pasa primero por un análisis en profundidad y luego por la implementación de estrategias en función de los datos obtenidos.
“Estamos estudiando en profundidad el impacto a corto, medio y largo plazo en la carrera de las jóvenes científicas para ver cuáles son las medidas más efectivas. Pero antes necesitamos datos con los que respaldar iniciativas. Queremos que los resultados sirvan para avanzar en el programa de estabilidad de la carrera investigadora con perspectiva de género”, afirma Altamirano.
“Todo lo que ha pasado es una oportunidad para aprender”, opina Elena Marbán, investigadora de ISGlobal y coautora del informe sobre impacto de la covid y género. “Tenemos la oportunidad de lograr una sociedad más equitativa y no la podemos desaprovechar”.