Este martes se cumplen 40 años del día en el que la joven democracia española pasó por su momento más difícil. A las 18.23 horas del 23 de febrero de 1981, el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, irrumpió en el Congreso de los Diputados al frente de 200 guardias, cuando se votaba la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como nuevo presidente del Gobierno. Simultaneamente, en Valencia, el capitán general de la III Región Militar, Jaime Milans del Bosch, proclamó el estado de excepción y sacó los tanques a la calle, ocupando la ciudad. La democracia pendía de un hilo. España estaba sufriendo un golpe de Estado.
El miedo se volvió la tónica general de toda la sociedad española, y también de la vasca, que se mantuvo encerrada en casa pendiente de la televisión. Esa incertidumbre se prolongó hasta la 01.14 horas, momento en el que el rey Juan Carlos, con uniforme de capitán general, dirige un mensaje a los españoles a través de la radio y la televisión, en el que hace valer su autoridad y ordena el mantenimiento del orden constitucional.
El rio Urumea parecía "una papelera"
Ningún partido político estaba preparado para un golpe de estado, no tenían un plan, y en Euskadi esto se ve aún más evidente. A excepción del PCE-EPK, la LKI y alguna otra fuerza de extrema izquierda, el resto de fuerzas políticas carecían de planes de contingencia y se limitaron a esconder a sus dirigentes y deshacerse de los documentos comprometidos. "Nadie estaba preparado. A pesar del ruído de sables, y de que Suárez había dimitido el mes anterior diciendo que temía que la democracia fuera un paréntesis más, nadie sabía qué hacer. El grupo que menos preparado estaba fue Herri Batasuna y la propia ETA. Este golpe a ETA militar le rompe los esquemas porque en sus discursos ellos dicen que hay una dictadura encubierta, que la transición era mentira y entonces no pueden explicar un golpe dentro de otro, no les cuadra y se retiran", explica el historiador Gaizka Fernández Soldevilla.
Hay un caso al que Fernández Soldevilla hace referencia porque fue muy conocido y fue el de Francisco Letamendia, 'Ortzi'. Él era diputado en el Congreso por HB y lo que hace tras el golpe es coger un barco y se escapa a Francia. "Tuvo toda la mala suerte de que el barco se queda anclado en la bahía de Bizkaia y una patrulla de la Guardia Civil tiene que ir a rescatarlo. Es la supuesta voz de los gudaris y termina escapando y encima es rescatado por los tíos que supuestamente eran sus enemigos", cuenta.
Este golpe a ETA militar le rompe los esquemas porque en sus discursos ellos dicen que hay una dictadura encubierta, que la transición era mentira, y entonces no pueden explicar un golpe dentro de otro, no les cuadra y se retiran
A la mañana siguiente, el rio Urumea "parecía una papelera" así lo describió el semanario 'Ere'. Dirigentes políticos y tambien militantes sentían miedo y habían pasado la noche tirando y quemando papeles que pudieran incriminarles.
Euskadi, ajena a las manifestaciones
Durante los días siguientes, en toda España hubo manifestaciones multitudinarias en defensa de la democracia y la Constitución, la de Madrid por ejemplo, llegó a reunir a más de un millon de personas. Sin embargo, en Euskadi, el Gobierno vasco se mantuvo pasivo y fueron el PSE y EE los que tomaron la iniciativa. "Para no molestar a los nacionalistas, los partidos acceden a que en el lema de la convocatoria no se haga ninguna referencia a la Constitución como sí se hacía en el resto del país. Por consecuencia, esto llevó a que UCP y AP se descolgaran", detalla Fernández Soldevilla.
Unos días antes, ETA político militar había secuestrado a tres consules. El PNV exige entonces a Euskadiko Ezkerra que condene ese secuestro y pidiera su libertad. EE abandonó esas conversaciones y los jeltzales, alegando que se había malogrado la unidad, hizo lo mismo. Finalmente, EE opta por sí cumplir las condiciones pero el PNV puso nuevas trabas por lo que se abstuvo de manera definitiva. Por tanto, las manifestaciones solo contaron con el respaldo del PSE, EE, el PCE-EPK, UGT y CCOO. "El PNV no muestra un apoyo contundente, no se atrevió, le faltó valor histórico", opina el historiador.
Para él, lo más "sangrante" fue que HB no solo no formara parte de la movilización, sino que preparó sus propias contramanifestaciones que provocaron cargas policiales en Bilbao y San Sebastián. "Esto demostró su posición frontal contra la democracia", dice Fernández Soldevilla. En el País Vasco no hubo una unidad a favor de la democracia y en contra de la violencia y para este historiador esta fue una de las causas que permitió la larga duración de la banda terrorista ETA.