Cuando uno ve la muerte de cerca comprueba lo vulnerable que es el ser humano. Y lo afronta como puede. En el caso del catedrático emérito de Sociología de la Universidad de Deusto, Javier Elzo (Beasain, 1942), con el sosiego psicológico que le proporcionaron su familia, sus amigos, su fe religiosa y la escucha del clave bien temperado de Bach. Elzo fue uno de los primeros vascos en contagiarse de coronavirus. Es muy posible que durante un viaje a París. Ingresó en el hospital en marzo de 2020 y durante cuatro días vio rondar a la Parca. Un año después, reflexionamos con el prestigioso sociólogo sobre el impacto social de una pandemia que le ha recordado a la humanidad que la realidad es siempre inesperada. Lo que sigue a continuación son extractos de conversaciones telefónicas y carteos electrónicos entre este diario y el gran profesor.
La muerte de cerca
Una PCR positiva tras un viaje de seis días en Francia le lleva a Javier Elzo a un aislamiento en la Policlínica guipuzcoana. Era 20 de marzo de 2020 y acababa de cumplir 78 años. Es una persona de riesgo. Por edad y porque padece una insuficiencia respiratoria. "Durante cuatro días, el médico, mi familia y yo vivimos con gran temor, nunca había visto la muerte tan de cerca y durante tanto tiempo", recuerda. Al quinto día, vio al médico "con una brizna de esperanza" y él comenzó a sentirse "físicamente mejor". Superó la enfermedad pero todavía se acuerda de ella cuando una mañana cualquiera, que podría ser la de hoy, se levanta inexplicablemente cansado. De su paso por el hospital extrajo "dos ideas mayores". Por un lado, reflexionó "sobre la fragilidad humana. De encontrarme razonablemente bien para mi edad, de pronto quedarme sin fuerzas y con mucho cansancio". En segundo lugar, "constatar la realidad de lo inesperado, que la humanidad se ha encontrado con un brote epidémico mundial para el que no tenía vacuna preparada. Ha infectado, a datos de febrero de este año, a 112 millones de personas en el planeta y han fallecido cerca de dos millones y medio. En Euskadi han muerto por la covid-19 más de 3.750 personas", explica.
En el hospital reflexioné sobre la fragilidad humana y pude constatar la realidad de lo inesperado: que la humanidad se ha encontrado con un brote epidémico para el que no tenía vacuna preparada
Brecha de clase en la pandemia
La crisis sanitaria por el coronavirus se prolonga en el tiempo y su impacto emocional se ha generalizado entre todos los sectores de la población. Nos afecta a todos, y ha mostrado también sin pudor la brecha de clase social. "Es evidente que ha generado serios problemas psicológicos que están requiriendo la ayuda de psiquiatras, en número anormal, en personas que pueden con el gasto financiero consiguiente. Aquí se requiere un esfuerzo de la Sanidad pública con los menos pudientes", considera Elzo, que hace unos días aportó una interesante reflexión en un conocido diario catalán sobre un fenómeno planetario que parece reproducirse entre la gente adinerada: "El aumento de personas que acuden a médicos especializados a realizar una cirugía estética, generalmente menor, en el rostro. Ante el confinamiento y la demanda de limitar los encuentros presenciales, incluso en las familias, aumenta la relación mediante WhatsApp, encuentros telemáticos... Esto conlleva que la seducción y la apariencia de las personas haya pasado del porte físico, de los restaurantes a los que se acude (por ocio o trabajo), de los coches que se puedan exhibir, haya pasado, lo repito, al rostro. Pero lo más grave reside en las familias con escasos recursos, que habitan en inmuebles pequeños donde tienen que convivir sin apenas intimidad personal. Además, si hay conflictos en el seno de las familias, la situación puede ser traumática, física y psicológicamente para algunos, si no todos, los miembros de esas familias". Unos se retocan el rostro para aparentar. Otros tienen dificultades para poder convivir en viviendas sin espacio. Es la brecha de clase que se muestra obscena durante la pandemia.
La pandemia ha generado serios problemas psicológicos que están requiriendo la ayuda de psiquiatras; aquí se requiere un esfuerzo de la Sanidad pública con las personas menos pudientes
El regreso a la normalidad
Hay quienes consideran que la pandemia cambiará ciertos hábitos sociales. ¿Qué opina? ¿Cambiarán las costumbres o todo seguirá igual? "De entrada opino que cuando pase la pandemia, la situación volverá a nuestro modo de vida anterior. Es posible que en algunas personas de edad avanzada, o que hayan pasado por la covid, unas 150.000 en Euskadi, aumenten algunas precauciones. Pero en general, se volverá a lo mismo. Además hay ganas de fiesta, de encuentros, de reuniones... Por otra parte, yo que soy melómano, hay ganas de conciertos y óperas en directo. Más aún, según algunos periodistas de música clásica, se espera un estallido de nuevas composiciones y la vuelta a las salas llenas, en contra de lo que temen algunos directores de grandes salas como la Ópera de Paris, el Musikverein de Viena o el Concertgebouw de Amsterdam".
¿Valoraremos más la libertad sin restricciones? "La libertad sin restricciones sería un caos insoportable. La sociedad se desharía. Ya tenemos bastantes conflictos con la libertad de expresión, muy, muy ideologizada. Como reflexión positiva yo apuntaría dos cosas. Por un lado, el alto grado de civismo de la gran mayoría de la población ante las restricciones que han tenido que soportar. Es algo encomiable que rara vez se destaca en los medios de comunicación, que privilegian las malas noticias. En gran parte, porque es lo que pide la ciudadanía. Cuestión de gran y grave interés, que exige tratamiento propio", considera el profesor Elzo.
Además del baño de humildad que nos ha proporcionado la pandemia, subrayaría la necesidad de tener en cuenta la complejidad de la vida, que exige debates amplios y rechazar las respuestas simples
"La segunda reflexión, que temo que sea más un deseo que una realidad futura, sería la de subrayar, además del baño de humildad que nos ha proporcionado la pandemia, la necesidad de tener en cuenta la complejidad de la vida, que exige debates amplios y rechazar las respuestas simples. La vida es poliédrica y las soluciones simples solamente las profesan los perezosos, los fanáticos que pretenden tener la verdad absoluta, los relativistas a quienes todo les da igual mientras no toquen su bienestar y el de sus próximos, los complotistas que ven demonios donde no los hay, y los negacionistas, primos hermanos de los fanáticos perezosos. Tenemos una oportunidad para debatir, entre amigos, en las redes sociales (pero no en anonimato), en los medios de comunicación etcétera, la experiencia de la pandemia y prepararnos para el futuro incierto que nos toca vivir. Necesitamos aprender a vivir en la complejidad y en el respeto a la diversidad de opiniones", señala Elzo.
La vida es poliédrica y las soluciones simples solamente las profesan los perezosos, los fanáticos, los relativistas, los complotistas y los negacionistas, primos hermanos de los fanáticos perezosos
Un refugio en Dios
Una pandemia tan dura y larga como esta, ¿refuerza la fe en Dios?. ¿Pueden las religiones sumar nuevos fieles entre quienes encuentran un refugio en Dios? "Yo soy ateo del 'Deus ex maquina', una especie de artilugio personificado que nos saca de apuros. ¿Por qué Dios va a curarme del coronavirus y no a otro paciente que está en la misma situación que yo en el hospital? Pero creo en el misterio de Dios que lo veo inasible, aunque con la convicción y el sentimiento de que 'está ahí'. Mi oración preferida, desde hace muchos años, es esta: 'en tus manos Señor encomiendo mi espíritu', al que añadía en el hospital, 'y mi cuerpo y mi vida'. Sentí una profunda paz y gran serenidad", recuerda de sus días en el hospital guipuzcoano.
"Es cierto, por otra parte, que ante situaciones dramáticas, como la de la pandemia, Dios aparece como un refugio. En realidad, yo creo que es más el misterio de Dios que propiamente Dios, del que nada podemos decir, con rigor científico. La ciencia no puede afirmar ni rechazar la existencia de Dios. Pero el conocimiento científico no es el único conocimiento. En la vida, todos experimentamos vivencias extra-empíricas, extra-cotidianas. Es la distinción del excepcional sociólogo agnóstico Durkheim, hace 109 años, cuando distingue lo sagrado de lo profano y cotidiano. Pero hay un sagrado religioso: la creencia en algo o alguien al que denominamos Dios -en los cristianos Jesus de Nazaret sería la autopista para atisbarlo-, así como hay un sagrado secular para muchos, como la Declaración de los Derechos Humanos, la patria, o la defensa del ecosistema como norte vital, etcétera. Sin que el sagrado religioso y el secular sean, necesariamente, incompatibles", concluye el gran profesor.
Mi oración preferida desde hace muchos años es 'en tus manos señor encomiendo mi espíritu', al que añadía en el hospital: y mi cuerpo y mi vida