La pandemia de coronavirus que llegó hace ya más de un año ha reavivado el sentimiento religioso de muchas personas. Durante el confinamiento, todas los sectores tuvieron que reinventarse para adaptarse a la nueva situación y a las nuevas tecnologías y así poder seguir con su actividad. Las religiones también tuvieron que sumarse a esta modernización y las distintas comunidades islámicas, católicas y evangélicas buscaron nuevas fórmulas para comunicarse con sus fieles, principalmente a través de las redes.
Expertos como la doctora de Antropología y profesora de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC, Elisendra Ardèvol, explican que se ha dado un repunte en la fe ante una situación de crisis. Esta investigadora señala que, aunque la práctica religiosa es cada vez menor en España, sigue habiendo una cultura católica muy afianzada y en momentos de crisis, como este generada por la pandemia, hace que nazca un intento de recuperar la confianza en la adversidad.
El barómetro del CIS cifra en un 22,7% el porcentaje de católicos practicántes entre la población de España y en un 44,7% el de católicos no practicantes. Sin embargo, el porcentaje de ateos, agnósticos o no creyentes sigue siendo mayor que el de católicos practicantes, un 29,1%. En Euskadi, en 2020, el 69,6 % de la juventud de entre 15 y 29 años se autodefine en materia religiosa como no creyente, atea, agnóstica o indiferente. Sin embargo, parece que la llegada de la pandemia y la incertidumbre generada por la misma ha hecho que esta fe se haya intensificado entre la población vasca.
Cesar tiene 31 años y siempre ha tenido un vínculo muy fuerte con la religión pero asegura que durante el último año se ha intensificado. "Ha sido un periodo de inflexión que te lleva a hacerte muchas preguntas pero también ha conectar mucho contigo mismo y esto me ha hecho ver mucho más claras mis ideas y mi relación con Dios", asegura. Él siempre ha desempeñado labores de voluntariado y en estos meses también se ha vuelto más habitual y ha echado una mano en el reparto de alimentos y medicamentos colaborando con diversas parroquias.
El caso de Manuel es algo diferente. Él tiene 25 años y asegura que aunque sí, su religiosidad se ha vuelto más fuerte, él es creyente pero vive la religión adaptada a sus circunstancias personales y "a su manera de ver las cosas". "Creo que la Iglesia aún no está totalmente adaptada a la juventud pero quizás con la pandemia ha sido una oportunidad de hacerlo, de acercarse a nosotros por otras vías, otros medios y de otras maneras", opina.
Aún así, Sara, que tiene 24 años y cuya familia vive de manera muy intensa la religión, cree que aún no está totalmente integrado en la normalidad de la sociedad el "ser joven y tener una fé tan fuerte". Para ella, estos meses han sido muy dificiles y ha encontrado en la oración un pilar en el que apoyarse aún más. "Aún hay quien te mira raro pero creo que hay cada vez más jóvenes que queremos cambiar las cosas a través de la religión y abrir las mentes", concluye.