A los 11 años diseñaba disfraces y utilizaba a su hermano como maniquí. Poco después pidió 1.900 pesetas a su madre para pagar la matrícula de la Academia de corte y confección. Entre eso y pasarelas tan prestigiosas como Gaudí o Nueva York media mucho trabajo, sacrificio y esfuerzo que le han llevado a convertirse en una de las diseñadoras más prestigiosas. Isabel Zapardiez vuelve a las pasarelas después de una pandemia que le ha servido para volver a los orígenes y presentar 'Celullar', su nueva colección.

También la moda ha sufrido los efectos del virus. Ahora toca volver a empezar y pedir a quien corresponda que eche una mano a la moda, que no es otra cosa que arte y cultura.

¿Había ya ganas de volver a subirse a la pasarela, de recibir el calor del público y, aunque sea con mascarilla y distancia, sentir de nuevo que estamos vivas?

Ha sido increíble volver, casi como cuando tenía 20 años y me subía a una pasarela por primera vez. Parece mentira que en solo año y medio hayamos echado tanto de menos el momento en que enseñas tus creaciones y miras a los ojos a quienes ven tu trabajo.

¿Qué ha cambiado para la moda? Todos los artistas dicen que el público se emociona más, siente de una manera más intensa.

Esa sensación también la tengo yo. La sensación de que estamos trabajando de una forma diferente para poder estar en pasarle hace que te emociones más. Eso y pensar que podemos recuperar nuestro trabajo como antes.

¿Cómo cuadra la mascarilla con la moda?

Pues la verdad, no cuadra. Por mucho que pretendamos lo contrario, la mascarilla es un accesorio al que le podemos buscar una cierta estética pero no la tiene. Yo he creado mascarillas para mujeres que decidieron casarse y tenían que llevarla, las hemos hecho lo más bonitas y que no desentonasen con el conjunto. Pero la expresividad de la cara queda oculta detrás de la mascarilla bien quirúrgica o de diseño. Les hacíamos mascarillas en tejidos bonitos y que no chirriasen.

 

Las nuevas generaciones también van a optar por la moda kilómetro cero y sostenible

 

Claro, para hacer por ejemplo un vestido de novia es necesario ver el rostro de esa persona. La expresión facial da muchas pistas.

¡Claro! El ángulo de la cara o la forma de la barbilla es muy importante a la hora de diseñar un vestido porque marca mucho la morfología de la cara. Poner un escote u otro depende del rostro. Ver la cara nos da un montón de pistas. Todos estamos deseando ver la cara de otra persona y hacerlo nos sorprende mucho, ni para bien ni para mal, pero nos está sorprendiendo vernos el rostro.

¿Qué tiempo de ayudas necesita la moda para volver a sacar la cabeza?

El sector de la moda es muy amplio e incluso hay diseñadores que se han visto favorecidos, especialmente los que se dedican a la moda más casual o deportiva. En mi caso, lo mío son los grandes eventos así que yo lo que necesito es que se reactive la vida social. Nadie se plantea invertir en ropa especial para teletrabajar o no poder salir. Hasta que no se vuelvan a celebrar los eventos como antes nos costará volver a los niveles de antes.

¿Vestimos ahora de una forma más informal y abusamos de las prendas de deporte? El chándal ha vuelto con fuerza.

Si, si, es cierto. Sucede por nuestra nueva forma de vivir. Al no haber eventos, al trabajar en casa, hemos cambiado la ropa que vestimos. Nuestra vida ahora nos lleva a eso. Para ir a un teatro o a un restaurante te arreglas un poco más pero si solo salimos para dar un paseo no necesitas un vestido más especial. Ni siquiera vamos tanto a la peluquería ni nos maquillamos. Nadie contrata a una maquilladora para ir a dar una vuelta por el monte.

 

El uso de la mascarilla nos dificulta el diseño. Ver el rostro completo ayuda a decidirte por un escote u otro

 

El backstage de los desfiles se ha complicado mucho.

Fíjate, el fiting, una de las partes más importantes de un desfile, ya se ha complicado. La prueba de vestimenta se hace por tramos horarios, no hay ensayos, hay que hacer PCR para que las modelos puedan desfilar sin mascarilla… mucho más complicado todo

Vamos con tu trayectoria. Con 11 años y la ayuda de tu hermano diseñabas disfraces.

Siempre he querido ser lo que soy. Entonces yo hacía mis diseños y usaba a mi hermano, que es un santo varón, como maniquí. Yo usaba los retales de las telas que sobraban de hacer mis vestidos para hacer los trajes para las muñecas. Y mi madre, que siempre me ha apoyado, salía a la calle el día de San Sebastián con mis primeros diseños. En aquel entonces se estilaba estrenar ropa ese día grande y ella, muy orgullosa, se ponía lo que yo había diseñado. Hoy le digo que cómo tenía el valor de salir con esos diseños y ella dice que le parecía divino que una niña le diseñase sus trajes. Me alegro de haber vivido en una familia que me ha permitido dar rienda suelta a sus inquietudes.

Así que no te sucedió como a otros muchos artistas que sus familias les permitían realizar sus sueños pero les obligaban a estudiar “algo de provecho”.

Sobre todo en el colegio les pareció que no era una buena idea que me apuntase a una academia de corte y confección. Yo era muy buena estudiante y les parecía que yo tenía que hacer una carrera universitaria y no dedicarme a un oficio. En aquel momento parecía que estaba dando un paso atrás pero aquellas 1.900 pesetas que me costó apuntarme a la academia me cambiaron la vida. Me siento afortunada por el apoyo que me han dado siempre desde mi familia.

Llegó Nueva York, Gaudí y otras tantas pasarelas internacionales prestigiosas. ¿Cómo recuerdas esos pasos tan importantes?

Con mucha ilusión, naturalidad y con mucho cariño. Yo siempre he soñado en grande y he trabajado mucho para conseguir que se cumpla. Todo surge de la constancia, el esfuerzo y la dedicación. No puedes pararte. En la vida hay dos opciones: cuando llueve mucho puedes quedarte en casa y esperar a que escampe o puedes coger un paraguas y salir a cruzar la calle. Si optas por la segunda opción, cuando deje de llover tú ya habrás llegado al otro lado.

 

A los 11 años me inscribí en una academia de corte y confección. Pague 1.900 pesetas de matrícula

 

Se te conoce mucho por los vestidos de novia pero lo cierto es que has hecho de todo.

Es que me apasiona el diseño, la moda y todo. He hecho desde vaqueros hasta bañadores pasando por joyas. Fíjate, el otro día estuve con una amiga que es ciclista y ya empezamos a pergeñar cosas… Ahora me dedico a los grandes eventos pero no descarto hacer otro tipo de colecciones. Acabé en esto porque la deslocalización de la moda te obligaba a irte a China o a India durante varios meses al año y yo quería ser madre. Me parecía que ambas cosas eran incompatibles así que decidí volver a los orígenes y dedicarme a la moda kilómetro cero, a los tejidos sostenibles, a la calidad…

¿Qué opinas de esa moda de usar y tirar que nos lleva a llenar los armarios de prendas baratas, poco sostenibles y de baja calidad? Deberíamos pensar un poco más en lo que hay detrás de todo esto.

La moda es otra cosa. Lo que hay que tener es un armario inteligente con ropa que te acompañe durante muchos años, de calidad. Yo creo que estamos en un momento de cambio que estamos transmitiendo a las nuevas generaciones, que van a ser las grandes consumidoras del futuro. Es importante que sepan de donde viene esa prenda que lleva, porqué la viste y que muchos años después de estrenarla sigue siendo una de sus prendas estrellas. Y es fundamental que sepamos a qué se dedica cada partida del precio que pagamos por una prenda.

'Celullar', tu nueva colección con la que quieres volver a los orígenes. Hay algo muy novedoso en ella, las prendas sin género.

Cuando hablas de los inicios de la vida ves que el ser humano se vestía sin género. En las antiguas civilizaciones, en Egipto o en Roma, las prendas no tenían género y las diferencias eran mínimas. Fue en el Renacimiento cuando las cosas empezaron a cambiar y la vestimenta comenzó a marcar el género, el estatus. En la ropa casual es más habitual ropa sin género pero lo diferente es hacerlo en ropa para grandes eventos. Y no estamos hablando de prendas unisex sino de ropa neutra, que pueda usarla cualquiera que quiera vestirse de Isabel Zapardiez. Una persona coge una ropa y la hace suya. El patronaje y el diseño harán que se adapte a cualquier persona