A Pepa Bueno, periodista, le habían propuesto escribir sobre periodismo, sobre feminismo y sobre otras muchas cosas, pero fue cuando se encontró con la terrible historia de los hermanos Jose Mari y Víctor Pino, a quienes el terrorismo de ETA arrebató a su padre, a su madre y a su hermana, cuando se decidió a hacerlo y publicó 'Vidas arrebatadas'. Hablamos de los supervivientes del terrorismo, de su soledad cuando políticos y periodistas se alejan, de la vida rota. Y aprovechamos también para hablar de cómo el periodismo ha afrontado la pandemia.

¿Fatiga pandémica después de tantos meses hablando de lo mismo?

Ha tardado en llegarme. Aguanté muy bien toda la tensión informativa de los primeros meses de la pandemia pero cuando vi que se sucedían las olas y que cada noche me sentaba delante del ordenador y solo hablaba de virus, muertos y pandemia fue cuando empecé a sentir esa fatiga.

¿Damos a los oyentes lo que quieren o somos los periodistas quienes determinamos lo que les de interesar y lo que no?

¡Cuántas veces me hago yo esa misma pregunta! Pero lo cierto es que la audiencia y la ciudadanía debe saber las cosas que les contamos. Es difícil salir del bucle porque la pandemia ha abarcado todos los ámbitos de la vida: la educación, la economía, la sanidad, la política… todo está marcado por un acontecimiento que nos afecta también a los periodistas como ciudadanos. Cada día debemos analizar cómo contamos las cosas, con rigor, pero intentando no olvidarnos de otras historias al margen del virus.

 

La capacidad de adaptación del ser humano a la pandemia ha sido espectacular

 

¿Nos pilló la pandemia con el pie cambiado?

Desde luego no lo esperábamos. Si alguien nos lo hubiera dicho hace diez o quince meses no lo hubiésemos creído y diríamos que hablaba de ciencia ficción. La agenda sigue marcada por los mismos temas que hace un año pero la capacidad de adaptación del ser humano y de los periodistas ha sido espectacular. Podemos colgarnos una medalla porque también los medios han continuado haciendo su labor con las redacciones metidas en casa, las fuentes alejadas… La primera vez que me vi haciendo un programa de radio desde mi casa sentí que estábamos dando un salto brutal. Veremos ahora qué de todo esto se queda y qué desaparece.

¿La radio ha salido fortalecida con la pandemia?

¡Sin ninguna duda! La radio es muy compatible con la vida de nuestros oyentes. Estén haciendo lo que estén haciendo pueden sentirse partícipes de lo que les contamos. Creamos una sensación de comunidad que ha quedado clara en la pandemia porque hemos ayudado a muchas personas a paliar la soledad. Es el medio más bidireccional que existe y que ofrece más posibilidades de ser protagonista. Quienes trabajamos con la voz tenemos la suerte de que quienes nos escuchan, nos quieren.

 

Cuando las experiencias traumáticas acaban, las sociedades miran hacia delante y olvidan

 

Vamos a hablar de una parte de nuestra historia, la protagonizada por el terrorismo, que ha sido la que a ti te ha hecho publicar tu primer libro. Te habían ofrecido escribir sobre periodismo, sobre feminismo, pero no ha sido hasta que te encontraste con la historia de los hermanos Pino cuando te decidiste a escribir.

Es una historia concreta de seres humanos que tratan de reconstruirse desde la muerte. Cuando esta historia llega tus manos solo puedes contarla. Quise conocer a sus protagonistas y cuando lo hice supe que esta era la historia que quería contar.

Año 1987. Jose Mari y Víctor Pino vivían junto a su familia en la Casa Cuartel de Zaragoza y un día su casa voló en pedazos como consecuencia de una bomba colocada por la banda terrorista ETA que voló el edificio. Solo quedó una pared en pie. Murieron su padre, su madre y su hermana.

Cuando las experiencias traumáticas acaban, las sociedades miran hacia delante y olvidan. Hay que reivindicar que la educación, los planes de estudio, expliquen el mundo en el que vivimos. Yo he querido contar esta historia de vida que es parte de la historia de nuestro país. “Vidas arrebatadas” es una forma de incorporar al conocimiento social nuestro pasado más reciente.

 

Hemos olvidado a los supervivientes, a aquellos que están más necesitados de cariño y atención

 

La historia de Jose Mari y Victor es terrible. Acabaron en un orfanato de la Guardia Civil, entraron a formar parte del cuerpo, salieron de él… Recomponerse como persona de una experiencia tan traumática es casi imposible sin ayuda. ¿Hemos olvidado a las personas que sufrieron los efectos del terrorismo, las víctimas que no murieron?

Hemos olvidado a los supervivientes, a aquellos que están más necesitados de cariño y atención. A las víctimas mortales hay que rendirles homenaje y dedicarles respeto pero los supervivientes son las víctimas que están aquí y llevan el sufrimiento sobre los hombros. La historia de Jose Mari y de Víctor es muy valiente porque ellos han querido contar lo que pasa de puertas para adentro, la tragedia íntima, lo que sucede cuando te quedas solo con tus pérdidas, con el dolor de ser víctima del terrorismo. Ese cúmulo de sentimientos les llevaron incluso a separarse durante algún tiempo. Todo ese cúmulo de pérdidas te convierten en un ser diferente. Víctor ha contado cómo cayó en el alcohol, cómo tuvo que abandonar el cuerpo porque era incluso peligroso para los demás en cada una de sus actuaciones profesionales, sus fracasos, sus fantasmas presentes en su día a día. Esa parte más íntima y personal es la que cuentan, la parte que aparece cuando no estamos delante los periodistas, los políticos, etc. Que contemos su historia es una forma de resarcirles del olvido al que se somete a los y las huérfanas de ETA.

Pepa Bueno ha sido la primera mujer en hacer muchas cosas en el mundo del periodismo. ¿Qué tenemos que hacer las mujeres para ocupar un espacio propio?

Tenemos un camino enorme por recorrer en el mundo del periodismo. Especialmente en el mundo de la opinión siguen regateándonos la opinión. Ellos son los que ocupan el espacio en las tertulias, hacen exposiciones más largas, se retuitean entre ellos y confunden afirmaciones hechas por mujeres con las que hacen los hombres. Nosotras hablamos más rápido solo para que no nos quiten la palabra. Nos queda un trecho enorme. Seguimos con turbulencias pero nuestro oficio siempre las ha vivido.