Un grado de discapacidad del 69%: reducción de movilidad, problemas cardíacos, visión reducida y una rotura de fémur han sido las causas que han llevado a Carlos Alende a trabajar durante casi 20 años como vendedor de la Once. Sin embargo, este trabajo le ha brindado la oportunidad de conocer el lado más humano de las personas.
Desde el 2001 las calles de Bilbao La Vieja han sido su mejor aliado. “Empecé trabajando como cubreturnos y un año más tarde me hicieron contrato indefinido. Desde entonces he estado casi 16 años en el mercado de la Ribera”, señala con una sonrisa que se escapa entre sus labios.
Sus inicios no fueron nada fáciles. Había que vender un cupo mínimo a finales de mes, y la presión le invadía no dejándole trabajar bien en diversas ocasiones. Lo que entonces no sabía Alende era que la salvación estaba delante de sus ojos. “La gente que me conocía se empezó a volcar conmigo y a comprarme muy a menudo. Ahí es cuando empecé a comprender que también existen personas buenas en el mundo”, confiesa emocionado. “Lo bonito de la calle es que te encuentras con gente bondadosa. Ahora ya no solo tengo clientes, sino amigos de verdad que me voy a llevar para toda la vida”, añade.
A sus 48 años, Alende es risueño y esperanzador. Cree que todo lo que pasa en la vida está conectado. Tiene claro que aunque realizara un grado de administración y finanzas el mundo quiso que acabara trabajando para la Once. “Me llamaron de unas bolsas de trabajo para entrar en una empresa como contable pero era para cubrir una baja de tres meses. No me daban la seguridad de seguir, por lo que lo rechacé. Ahora se que mi camino no estaba ahí y que si no terminé trabajando como administrativo fue porque mi hueco en la vida no era ese”, asegura.
En invierno el frío aprieta y los labios se agrietan, pero los comercios siempre le han dado cobijo. “No me puedo sentir más afortunado”, confiesa. Claro, que no todos son rosas. “Siempre hay gente que quiere engañarte y meterte algo falso o intentar robarte, pero son cuatro contados. No se puede generalizar”, señala. Desde luego que la reducción de visión no le impide ver el lado positivo de las cosas.
Requisitos indispensables para repartir alegría
Para entrar en la Once es necesario realizarse un reconocimiento médico completo en el que figure el grado de discapacidad que padeces. El mínimo que exige la organización es un 33%, ya sea visual o de cualquier otro tipo. La afiliación es posible a partir del 66%. Carlos entró a formar parte de este segundo grupo nada más comenzar en el mundo de la venta de cupones. Alende describe su trabajo como fácil y sencillo. “Además la TPV (la máquina para saber si los cupones están premiados) es muy fácil de utilizar y la puedes adaptar a tu medida, con diferentes colores, contrastes, tamaños y voces”, confiesa.
La Once le ha dado a Carlos Alende la oportunidad de ser él mismo, de sentirse realizado y de adquirir su propia independencia. Pero también ha repartido alegría e ilusión. “Una vez di un premio de 20.000 euros. Sabía de gente que tenía el número y lo necesitaba de verdad. Fue el mayor regalo que este trabajo podría hacerme y eso no hay ningún puesto laboral en el mundo que pueda reemplazarlo”, confiesa emocionado.
Otros afortunados
El Grupo Social ONCE ha logrado mantener la cobertura integral en 2020 a pesar de la la pandemia de la covid-19, si bien la rotura de facturación media ascendía a un 20% y hasta un 32% en Euskadi respecto a 2019 "con cierres perimetrales y restricciones más duras" que en el resto del país. Así lo afirma su delegado territorial en Euskadi, Juan Carlos Andueza. "Ha sido un año complicado, en 82 años nada nos había echado de las calles hasta la llegada de la pandemia", afirma Andueza, que alude al mantenimiento del empleo durante la pandemia a pesar de las dificultades.
Según han informado, el grupo cerró 2020 con una plantilla de 8.903 trabajadores en Euskadi y firmó 68 contratos indefinidos de los 3.433 firmados durante el pasado ejercicio, 17 agentes vendedores en la ONCE y 51 empleados de Ilunion, en total 45 más con respecto al ejercicio anterior. Con estas nuevas incorporaciones ONCE contaba al cierre del 2020 con 69.973 trabajadores, de los que un 58% sufren algún tipo de discapacidad y un 43% son mujeres, lo que le convierte en el cuarto empleador a nivel estatal.
Asimismo, Euskadi incorporó el pasado ejercicio a 128 nuevos afiliados a la Organización, cifra que asciende 2.139 en el conjunto de comunidades que forman parte de las 71.009 personas ciegas afiliadas