La fiebre del patinete eléctrico inunda las calles de las ciudades, consolidándose como un medio de transporte urbano más. El crecimiento que ha experimentado durante los últimos años ha sido considerable, y la llegada de la pandemia lo ha acelerado pasando por una de sus mejores etapas comerciales. La ciudadanía lo ha normalizado como un vehículo de propiedad más, que facilita la tarea de moverse por trayectos cortos sin la necesidad de utilizar el transporte público o el coche. Algunos como Fernando Arango, lo consideran la mejor alternativa económica y segura para trasladarse desde su domicilio al trabajo.
Los patinetes eléctricos necesitan unos chips semiconductores. Estos son una parte básica para la fabricación de todo tipo de dispositivos electrónicos cuya escasez ha esquilmado la producción de ciertas fábricas. Sin embargo, parece que la falta de estos elementos estratégicos en la economía no ha llegado hasta las empresas vascas de patinetes. “Hasta el momento no hemos tenido ningún problema con la falta de material. Estamos pudiendo cubrir toda la demanda que nos llega y eso que el 75% de nuestras ventas se lo lleva este nicho”, señala Antonio Gómez, responsable Ciclos Deusto.
De hecho, algunos como Xabi Borinaga, empleado de Kilker Mobility, encuentran mayor problema en las baterías de los patinetes (elemento que alimenta al motor para su puesta en marcha) donde los precios comienzan a ser desorbitados. La mayoría de estas piezas provienen de proveedores de Estados Unidos y de Asia, por lo que el trabajo a distancia desemboca en una ruptura de stock difícil de estabilizar. “Hemos tenido que subir el precio de nuestros productos para poder sacar rentabilidad”, cuenta Borinaga. Sin embargo, buscan alternativas como encontrar nuevos proveedores, recurrir a contactos para encontrar los suministros de los que carecen o cambiar unas piezas por otras. Los tiempos de espera también han aumentado. La startup mencionada trabajaba con periodos de retraso de hasta dos meses.
El precio de estos vehículos puede variar en función de la calidad de los materiales. Se pueden encontrar desde 300 euros hasta cerca de 3000. En vista de la demanda de los usuarios por un patín para un uso prolongado, muchas compañías han optado por pasarse a las ventas de alta gama del producto. “La gente viene buscando un medio de transporte que sea lo más parecido a un vehículo. Están cambiando su forma de ver la movilidad y quieren algo que les sirva a largo plazo. Entienden la compra como una inversión de cara a los próximos años”, manifiesta David Rodríguez, trabajador de Urbing Urban Mobility.
Según los comerciantes del sector, los principales factores que generan este crecimiento son: un modelo más sostenible, la agilidad con la que te puedes trasladar de un punto a otro y la evitación del transporte público, en ocasiones demasiado concurrido para los usuarios. En la mayoría de los casos se trata de un público que ronda los 40 años y cuenta con una economía más estable.
Falta de stock en otros productos
Las tiendas de ordenadores no corren con la misma suerte. La escasez de semiconductores y las consecuentes limitaciones de suministro de componentes han encarecido sobremanera algunos modelos PC y equipos informáticos en los establecimientos vascos que encaran un mes de septiembre con stock límite y pedidos bajo reserva a la espera de una tendencia a la baja de los precios que no prevén hasta 2022. Los vendedores apuntan a un incremento de precios que los proveedores han trasladado al usuario final llegando a triplicar el de aquellos bajo mayor demanda en la industria tecnológica como las tarjetas gráficas, debido al desabastecimiento de chips, altamente vinculados al sector telecomunicaciones e informática.