La marcha de José Ignacio Munilla ya es una realidad en la diócesis de San Sebastián. El obispado más complicado de Gipuzkoa dice por fin adiós a un sacerdote polémico como pocos y que deja como legado una iglesia donostiarra crispada por la diferencia entre el prelado donostiarra y sus predecesores: Setién y Uriarte. El tono nacionalista de los segundos fue respondido por Munilla con un empeño decidido por desvincular a la iglesia de toda relación favorable a ETA . Un objetivo cumplido a medias y que ha dividido al clero guipuzcoano entre partidarios y detractores. Aun así, Munilla no ha evitado las polémicas durante estos años fuera del ámbito identitario, con afirmaciones como que "los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados" o que las relaciones sexuales seguras "no existen porque cada año hay más de 100.000 abortos en España".
Munilla tenía esperanzas de ser promovido a algún cargo eclesial con mayor relevancia que el de obispo de San Sebastián... y se ha encontrado con que el cambio que él esperaba ha sido exactamente el inverso. Frente a sus aspitaciones de un arzobispado como el vecino de Pamplona, Roma le ha mandado a una diócesis —la de Orihuela-Alicante, con la catedral en la primera localidad, una ciudad de 76.000 habitantes situada a unos 30 kilómetros de Murcia— con poca fuerza dentro de la iglesia española y eclipsada por el cercano arzobispado de Valencia que detenta el cardenal Cañizares. El Vaticano ha cambiado las cartas y ha optado por Francisco Pérez, de 75 años y en proceso de dejar la archidiósesis de Pamplona como su sustituto interino bajo el cargo de administrador apostólica, una figura interina que regentará el obispado guipuzcoano hasta que se nombre un sustituto definitivo.
La maniobra realizada por el Papa Francisco no es baladí. De no haber nombrado el Sumo Pontífice un administrador apostólico habría sido el propio clero guipuzcoano el responsable de darse un obispo interino. Algo que podría haber resultado letal para una iglesia donde las costuras abiertas entre los afines a los últimos obispos. Un nombramiento de una u otra cuerda habría ahondado en la grieta entre los curas afines a Munilla y los que estuvieron más cómodos con Setién y Uriarte, con el agravante de que estas diferencias se habrían escenificado públicamente.
En cualquier caso, el cambio de Munilla es sustancialmente diferente al de un Mario Iceta que, por ejemplo, dejó la diócesis de Bilbao para convertirse en arzobispo de Burgos. Fuentes del obispado donostiarra han señalado a 'Crónica Vasca' que la interinidad de Pérez. que ya ha tenido que lidiar con la realidad del nacionalismo eclesiástico en Navarra, podría extenderse hasta más de un año.
En los mentideros eclesiásticos se da por descontado que Roma va a buscar un sustituto para Munilla que esté a caballo entre él y sus predecesores, pero que sea jesuita y nacionalista. Mientras, la sede de San Sebastián tendrá que encarar un periodo indeterminado de interinidad mientras Munilla come el popular arroz y costra de Orihuela y conoce a una feligresía de carácter agrícola y muy conservadora, más acorde a su perfil eclesiástico.