Hasta qué punto se han cerrado las heridas causadas por el terrorismo en Euskadi. Esa es la pregunta a la que busca dar respuesta, desde la ficción, 'Purgatorio'. La primera novela del periodista vasco Jon Sistiaga. Una historia de arrepentimiento y perdón ambientada en el País Vasco en la que tratar de plasmar que no se puede pasar página tan rápidamente, y menos sin leer la letra pequeña. Un thriller en el que las culpas "no se entierran ni se esconden, sino que afloran y se reconocen". Precisamente, la cuenta que queda pendiente en el País Vasco. Una tierra "sembrada de armas oxidadas en los zulos, abandonados, de traiciones, lealtades y secretos atroces, de terroristas arrepentidos, terroristas orgullosos y víctimas que no pueden cerrar su duelo". Ese es el 'purgatorio' que es Euskadi.
¿Por qué 'Purgatorio'?, ¿A la sociedad vasca aún le quedan muchas cosas por purgar?
El purgatorio no deja de ser una metáfora de ese lugar que la tradición cristiana denomina el espacio en el que tienes que ir a purgar tus pecados o expiar tus penas, o purificarte. Y sí, creo que debería haber una serie de purgatorios móviles en Euskadi, en algunos lugares especialmente, aunque fueran invisibles, para que fuera entrando gente a pensar un poco en su pasado.
¿Hay gente que todavía no ha hecho ese examen?
Yo creo que todos tenemos que hacernos examen siempre de nuestro pasado y ver qué hicimos mal. No necesariamente tienes que haber vivido los peores años en el País Vasco. Pero sí nos ceñimos un poco a la temática de la novela, claro que hay mucha gente que todavía no ha purgado su pasado y no ha reconocido el mal que provocó. Y sobre todo, no se ha mirado a dentro de sí mismo para darse cuenta de que cuando quitas una vida, de alguna manera, también te estás matando un poco a ti mismo. Y eso con los años pesa. No eres el mismo una vez que has cometido una atrocidad así.
Debería haber una serie de purgatorios móviles en Euskadi para que fuera entrando gente a pensar un poco en su pasado
Y dentro de ese proceso, ¿en qué punto está ahora mismo la sociedad vasca? ¿Le quedan todavía heridas por sanar?
Sí, porque hay heridas que no se curaron bien. Pasamos en ese momento mágico de hace diez años que el terrorismo se acabó, se dio por acabado a pasamos a una cotidianidad y una normalidad, como si no hubiera pasado nada. Eran tantas las ganas de dejar de vivir entre la violencia y entre la tensión que nos olvidamos de cerrar bien algunas heridas y pasamos rápidamente las páginas que quedaban por llegar a la normalidad, sin leer la letra pequeña ni las notas a pie de página. Y de esto va 'Purgatorio', de que hay muchas notas a pie de página que te remiten a otras historias y que normalmente nos saltamos.
¿Y secuelas?
También quedan todavía un montón de secuelas porque hay muchas víctimas que todavía no han podido rehacer su vida, pese a que ya no tienen el miedo de encontrarse con alguien o que sigan ocurriendo cosas. Simplemente, porque no se les ha dado una explicación, porque no se les ha dicho por qué, porque no se les ha razonado por qué se eligió a su familia o cómo ocurrieron los hechos. No se les ha permitido cerrar el duelo, que muchas veces consiste simplemente en saber la verdad. Ni siquiera en saber quién era el culpable último, que da un poco igual. Este libro habla no sólo de los que pegan el tiro, ni tampoco de los que lo ordenaban, sino de los que convencieron a todos estos anteriores de que había que matar por una idea, por un fin, por una causa. Que esa era la única solución, que la solución final era eliminar.
Hay mucha gente que todavía no ha purgado su pasado y no ha reconocido el mal que provocó
Y en todo ese entramado que tú mencionas, entran en juego todos los polos de la sociedad, desde la propia organización, hasta los medios que la sustentaban, el brazo político...
Sí, eso es. Cuando una sociedad se ve atenazada por el uso de la violencia por parte de una minoría que busca aterrorizar para lograr sus objetivos, provoca que la inmensa mayoría de la gente se acabe poniendo de lado. Eso quiere decir que es una actitud consciente de un “paso de todo y que no me pille el siguiente bombazo por el medio” o simplemente me acostumbro a una normalidad en la que esto es mi día a día. En Euskadi durante 50 años lo habitual era alejarte a metros de un coche de policía en un semáforo porque no te fuera a tocar el bombazo.
Quedan heridas, quedan secuelas... ¿También sigue habiendo latentes resquicios de terrorismo? Aún hay episodios violentos, pintadas, pancartas, gritos de "gora ETA"...
Claro que queda, y precisamente por eso ‘Purgatorio’, porque en Euskadi todavía tenemos que conseguir eliminar la mitología de la violencia y conseguir que los jóvenes no canalicen su agresividad, o su protesta, o su rabia contra la sociedad o el sistema desde un lado que les pueda legitimar. Porque esas agresiones ocurren en Madrid todos los días, están a navajazos y a cuchillazos y a machetazos. Pero claro, son trinitarios, entonces ellos no tienen esa legitimidad supuesta de que tienen una política detrás o una ideología.
Los 'ongi etorris' son uno de los grandes filones que están sobre la mesa, ¿esos recibimientos respetan a las víctimas y su dolor?
Lo que ocurre es que siempre nos fijamos en el homenaje que se produce, pero, ¿y los que no se producen? Por cada uno que hay, hay ocho que salen de la cárcel y que no quieren saber nada, que no quieren recibimientos, ni aplausos, ni pancartas. Que dicen “me he comido 25 años y no quiero saber nada con vosotros, y menos de unos que ahora viven estupendamente mientras yo estoy en la cárcel pudriéndome”. Los ‘ongi etorris’ son una escenificación de una especie de cofradía de socorros mutuos pero, ¿de esas 300 personas a quién conozco?. A 20, y de esos 20, ¿cuántos han ido a visitarme en la cárcel en los últimos 20 años? Hay muchos que ya han pasado su purgatorio, que han comido techo 25 años y que ya no quieren saber nada.
Y evidentemente, los recibimientos en público son intolerables. Que un familiar reciba a su expreso en casa o que cierren una sociedad para una cena entre varios, vale, pero de puertas para adentro. Pero me gusta ir un poco más allá, a una visión un poco global, porque si nos fijamos en las pequeñas piedras, estas indican que sigue habiendo heridas sin suturar.
Uno de las momentos clave que queda por pasar en este gran purgatorio que es Euskadi, es que la izquierda abertzale reconozca que fue un error
¿Y cómo se tienen que curar esas heridas?
Lo que plantea el libro desde la ficción es el hecho de que es bueno hablar y es bueno ser escuchado. De que es bueno una revisión crítica del pasado, aunque eso signifique una especie de enmienda a la totalidad de toda tu vida. Es bueno el remordimiento, no es vergonzante, el arrepentimiento es bueno, la contrición es buena, incluso la mortificación. El que te duela, el cómo has sido o lo que has hecho es sanador, es purificador pasar por ese purgatorio. Y sobre todo, si ya das el siguiente paso, que no necesariamente tiene que ser en público, pero si hacerlo llegar a la víctima. Por eso yo estoy fascinado con los encuentros restaurativa. Me parece tan valiente por parte de las víctimas, sobre todo, pero tan valiente por parte de algunos victimarios que deciden mirar y decir: “Fue así, así actuamos, así era aquel yo que no es el mismo yo de ahora. Era otro más joven, más impulsivo, más fácilmente engañado”.
En ‘Purgatorio’ intento hablar de cómo se generaban las condiciones para el encantamiento de la violencia, para que algunos cayeran en ese lado oscuro. Y creo que parte de la sanación es eso, restar esa épica para que no se repita y para que esas heridas dejen de supurar.
Todo ese proceso que mencionas, está todavía pendiente en la izquierda abertzale porque solo hemos visto pasitos...
Sí, hemos visto pasitos, pero van a su ritmo y yo creo que deberían ya entrar la fase de la aceleración. No hay posibilidad de una vuelta atrás a la violencia. Quedan unos cuantos presos, y los que quedan son del núcleo duro que es reticente a dar el paso y reconocer que lo que hicieron estuvo mal. Pero yo creo que uno de las grandes momentos que queda por pasar en este gran purgatorio que es Euskadi, es que la izquierda abertzale, y especialmente ese núcleo, reconozca que fue un error. Que la decisión de ejercer una solución final sobre otros ciudadanos de Euskadi para conseguir la independencia lo único que trajo fue muerte y desolación. En algún momento hay que decir lo siento.
Otro factor clave, y que es la gran asignatura pendiente, es la educación, ¿qué es lo que ha fallado ahí?
Es evidente que hemos fallado en educar a nuestros jóvenes en memoria. Soy el primero en tener una niña de 18 años que no tiene ni idea de quién era Miguel Ángel Blanco, que ha leído este libro y me ha dicho: “Pero aita, ¿todo esto te lo has imaginado o pudo ocurrir?" Somos los primeros en dejar a nuestros críos en los libros de historia que se paran en los años 80 y que pasan de tapadillo por lo que fue el fenómeno del terrorismo. Creo que esto responde a esas ganas de volver a regresar a la normalidad hace diez años que hizo que muchos nos olvidáramos de los deberes de contar lo que había pasado a nuestros hijos. Y sí, es evidente que eso es un grave fallo que tenemos que subsanar.
Por cada 'ongi etorri' que hay, hay ocho que salen de la cárcel y que no quieren saber nada, que no quieren recibimientos, ni aplausos, ni pancartas
Ha comentado en alguna ocasión que "hay que hablar del pasado, porque si no puede volver"
Si puede volver sí. No en el sentido de que vaya a volver el terrorismo, pero sí es verdad que el pasado te vuelve en la medida en que los hijos de los hijos van a repetir las mismas ideas que aquellos que las defendieron a través de la sangre. Y se va a crear una especie de mitología en torno a eso que muchos dicen de que “se está imponiendo un relato”. Pero eso no está pasando. Lo que se necesita es que hablemos más, y sobre todo que algunos sean escuchados. Si no sacas ese pasado, por muy doloroso que sea, al final va a aflorar en forma de pulso. Y creo que cada uno tenemos nuestras verdades y todas son imperfectas, pero si reconocemos que la nuestra es imperfecta a ojos de otros, también reconoceremos que las de otros también pueden ser imperfectas. Y ahí, ahí nos uniremos.
Hablar es sanador para la víctima y es purificador para el victimario. De alguna manera es reconocer los hechos y colocarlos en el contexto de diez o 20 años después. Insisto, con decir lo siento a mucha gente le vale.
Ha mencionado que no cree que se haya impuesto un relato sobre el otro, pero, ¿hemos llegado a construir un relato único de lo que pasó?
No, aunque estamos muy cerca. El relato único tiene que llegar hasta el punto de reconocer que asesinar estuvo mal y que fue una atrocidad. A partir de ahí puede haber otros subcapítulos. Pero mientras no lleguemos a ese punto común, mientras siga habiendo relatos que justifiquen el matar, seguiremos con relatos divergentes. 'Purgatorio' va de todos aquellos que generaron esa narrativa. Yo escucho a Putin y me parece lo mismo que en Euskadi hace 50 años. Se habla de una amenaza existencial para la nación, después se habla de asesinatos o genocidio contra los nuestros. Se habla de utilización de la violencia para conseguir acabar con el nazismo, el fascismo, el franquismo. Es un poco lo mismo. Si alguien decide matar a alguien porque se cree amenazado, utiliza una violencia que para él es virtuosa
¿Y esta la sociedad vasca realmente preparada para hacer frente a los 40 años vivió de terrorismo?
Si, y ya le ha hecho frente. La sociedad vasca le ha hecho un corte de mangas a ETA desde hace diez años. La mayor tragedia para ETA fue que se volvía irrelevante de repente, de un día para otro dejó de estar. Es como Trump, que le quitaron Twitter y desapareció de nuestras vidas. Contra lo que yo escribo en ‘Purgatorio’ es contra esa idea de que se puede pasar página tan rápidamente. Decirles a los tipos que estuvieron años matando, que se han vuelto irrelevantes, fue desolador para ellos. Pero hay que hacerles entender que aquello estuvo mal y que en cuanto dejaron de matar, la sociedad vasca dejó de pensar en ellos o dejó de tenerlos presentes en sus vidas.