Encontrar a Miguel Ángel Blanco con vida "era la prioridad absoluta que no se consiguió". El juez de la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón, al que correspondió coordinar la angustiosa búsqueda contrarreloj del joven concejal del PP en Ermua secuestrado y asesinado por ETA hace ahora 25 años.
"Esto lo hago por Miguel Ángel Blanco", explica en una entrevista que ha aceptado a Efe. El titular del Juzgado Central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional, puesto al que regresó en 2017 tras ejercer como juez de enlace en Italia y Francia, recuerda unas agónicas 48 horas sobre las que prefiere no dar muchos detalles en las que se plantearon otras opciones pero lo fundamental "era encontrarle vivo". No obstante, el magistrado asegura que pese a la excepcionalidad del caso, lo vivió como una parte más de su trabajo: "Como vivo los asuntos y ustedes viven los suyos en su trabajo, profesionalmente".
Manuel García Castellón, 25 años después, vuelve a sumergirse profesionalmente en este atentado ya que investiga si la cúpula de ETA es responsable del secuestro y del fatídico desenlace, de modo que hay cuestiones sobre las que se abstiene de pronunciarse. No obstante, tras ser cuestionado por si se pudo haber hecho más, ataja que "no", ya que "trabajar con psicópatas es muy complicado".
Aquel atentado marcó un antes y un después en la opinión publica vasca sobre ETA. La gente perdió el miedo y salió a la calle no solo en País Vasco, sino en toda España. Las ciudades se inundaron de manos blancas. Fue un asesinato que "nos afectó en el corazón", reconoce García Castellón, "supuso un antes y un después" en la sociedad española porque, aunque "había habido otros crímenes que habían supuesto un antes y un después", el del joven edil, fue, al menos como él lo vivió, "más intenso".
ETA ya había matado en 1995 al concejal del PP en San Sebastián, Gregorio Ordoñez, y protagonizado secuestros como los del funcionario de prisiones José Ortega Lara o el del industrial Julio Iglesias Zamora, con el que surgió el símbolo del lazo azul. Una insignia que, junto a las manos blancas, inundó las calles e incluso sustituyó a los logotipos de las cadenas de televisión durante el rapto de Miguel Ángel.
Educar a las nuevas generaciones
En 2011 la pesadilla finalizó tras décadas de terror. No obstante, García Castellón advierte que "si no se continúa la labor de educación a las nuevas generaciones, eso cada vez se va a desconocer más". El magistrado lamenta que lo que pasó con Miguel Ángel Blanco y en Ermua es "totalmente desconocido" para muchos jóvenes. Por ello, inssite en que "la educación tiene que incidir en aquella época horrible para que de alguna manera, o no se vuelva a reproducir, que puede pasar; o, por lo menos, tener las armas morales para poder defenderse si aparece de nuevo".
No obstante, García no considera que la sociedad esté pasando página con "maldad". Explica que se debe a un factor generacional por el que "se va cambiando de piel, la gente se va muriendo, enfermando, naciendo nuevos niños, va cambiando de piel". Más allá de un acto de "maldad", el juez lo ve "como un defecto de la programación de la educación, simplemente. A diferencia de aquellos sucesos mucho más terribles como es una guerra mundial, este nos afectó en el corazón (...) y eso quizá hay que preservarlo".
Los asesinos materiales -con Francisco Javier García Gaztelu, Txapote, a la cabeza- fueron finalmente detenidos años después y condenados, por lo que el caso no quedó pendiente de resolver como si han quedado cerca de 300. García es cuestionado por si se llegó a saber con exactitud qué hicieron con el concejal esas agónicas 48 horas. Una pregunta que el magistrado explica que no puede responder.