No somos aquí amigos de soflamas. Pero hay algunas necesarias. Una de ellas, sin duda obligatoria, consiste en pedir la libertad para el periodista vasco Pablo González. Como contó este diario la pasada semana en un completo reportaje, el informador está malviviendo un calvario en Polonia que parece imposible de creer. Sí, en el año 2023 en un país miembro de la Unión Europea y, por tanto, socio de España. Un año detenido. Una sola visita de su familia en este tiempo. Una hora al día para salir de la celda. Un régimen de incomunicación. Una media de dos meses de tardanza en las cartas entre él y su familia. Esta situación inédita no puede aguantarse. Libertad para Pablo González. Ese es el grito que debería escucharse a todas horas.