En los últimos 20 años más de 8.000 personas han fallecido a causa de enfermedades relacionadas con la exposición al amianto; de ellas, más de 750 lo hicieron en Euskadi. Dos de ellos fueron Francisco Godino y su mujer; él por trabajar durante 25 años expuesto a este material, ella por lavar diariamente su ropa de trabajo. Sus casos, tal y como afirma su hija, Vanesa Godino, son solo “la punta del iceberg”, porque es una enfermedad con un largo periodo de latencia y de difícil reconocimiento pero, asegura, “han marcado un antes y un después”.
Hace un mes la familia de estos dos bizkainos ganaba en los juzgados por sentencia firme la demanda por daños y perjuicios por la muerte de su padre a la extinta Altos Hornos de Bizkaia y a Aceros Olarra. Quedó así probado que existe una sucesión de empresas en la actividad y abriendo camino a los miles de trabajadores que se calcula podrían desarrollar esta enfermedad en los próximos años.
La larga lucha de esta familia de cinco hermanos comienza en abril de 2012, cuando tras dos años de muchos ingresos sin diagnósticos claros, les confirman que su madre tenía un mesotelioma pleural, un cáncer de pleura originado únicamente por el contacto con el amianto. La noticia cayó como una bomba dentro de la familia: “A nosotros nos pilla todo por sorpresa, al primero a mi aita. Tras el diagnóstico, lo que hacen los médicos automáticamente es preguntar dónde ha trabajado, buscando el foco del contacto con el amianto. Después de decirles que fue mi aita el que había trabajado en la siderurgia lo ven claro: Mi ama había enfermado por lavar la ropa de trabajo de mi padre y contaminarse con los restos de amianto”, explica Godino.
25 años expuestos al amianto
Francisco Godino había estado trabajando entre 1965 y 1990 en dos empresas que manipulaban este material de manera habitual y contínua: Aceros Olarra y la extinta Altos Hornos de Bizkaia. Material “bueno, bonito y barato” que se utilizaba en la siderurgia, construcción y como aislante, “era incluso utilizable en las EPIs por su característica de aislante del calor”, detalla. Los trabajadores no conocían su toxicidad, “el empresario seguramente sí. No te digo desde el inicio, pero más adelante sí y no se hizo nada. La OMS ya a finales de los 70 anunció esta toxicidad y no se tomaron ningún tipo de medidas”.
Así, y durante más de 25 años, la madre de Vanesa Godino estuvo lavando esa ropa contaminada. “De todas formas, no existe un contacto mínimo. Desde que inhalas esas fibras puedes o no puedes desarrollar esa patología, e inhalarlas te produce la posibilidad de desarrollar dos tipos de cánceres, el de pulmón y el de pleura, lo que pasa es que el de pulmón muchas veces lo intentan derivar a que sea ambiental o por tabaquismo… Con el de pleura no hay duda, no tienen posibilidad de tirar balones fuera”.
Aunque en ese momento su padre no estaba enfermo ni con ningún tipo de síntoma, Vanesa relata cómo sentó el diagnóstico dentro de la familia: “Se lo comunico a mi aita y, le digo además, que ha sido por lavar su ropa de trabajo. Lo que tuvo que padecer… El sentimiento de culpa”. Existía, por tanto, cierta esperanza de que él no enfermarse, “aunque si la persona que ha tenido el contacto indirecto tiene este tipo de cáncer, la persona que ha tenido el contacto directo…”. Su mujer falleció solo dos meses después, en julio de 2012.
“Una condena a muerte”
Las enfermedades desarrolladas por contacto con el amianto son de latencia tardía, tal y como explica Osalan en un informe sobre la exposición a este material, las manifestaciones de las alteraciones de la salud debidas al amianto pueden presentarse hasta 75 años después del inicio del contacto. Razón por la cual, tras el apogeo de la siderurgia en Euskadi en los años 70 y 80 están empezando a multiplicarse los casos. A Francisco Godino lo diagnosticaron casi 30 años después de que dejase de trabajar con el material, y siete años más tarde del fallecimiento de su mujer. “Desde el diagnóstico hasta que fallecen, en el caso de mis aitas han pasado entre dos y tres meses. Es muy difícil llegar al diagnóstico pero desde que lo hay, es una condena a muerte. A día de hoy hay un tratamiento paliativo pero no hay cura, los tiempos están muy marcados”, confiesa. En diciembre de 2019 Francisco Godino falleció.
Antes de hacerlo, este hombre dejó un testimonio en vida en el que relató cuáles eran sus funciones dentro de las dos empresas en las que había trabajado como albañil. "En una de ellas, en Altos Hornos de Bizkaia -en la que se calcula en la época en la que trabajó Godino llegó a haber hasta 3.000 personas en plantilla- había un departamento en el que se almacenaba todo este material y ellos lo denominaban así: el departamento del amianto. Tal y como explicaba mi padre en el documento, si en esa zona había que hacer alguna reparación, cuando salían de ese departamento, les ponían en fila y les rociaban con un compresor para quitarles el polvo blanco. Además, la propia empresa redactó un manual para higiene y salud laboral para el puesto que mi padre tenía, donde una de las pautas era la prohibición de quitarse ellos mismos este polvo. Por lo que conocimiento de la toxicidad había".
Solo un mes después, en enero de 2020 y tras el consentimiento de su padre, la familia Godino inicia la tramitación de la demanda. “Cuando mi padre es diagnosticado le pido permiso para iniciar esta lucha. Su respuesta fue: Lo vas a hacer por tu ama, por mí y por todos los trabajadores que pueden llegar a desarrollar esta enfermedad”, detalla; “y no solo trabajadores, familiares como mi madre que podían enfermarse por estar en contacto con el polvo”. De hecho, tanto Vanesa como sus hermanos están en un programa de control ante el desarrollo de esta enfermedad.
La batalla judicial
La familia denunció a las dos empresas en las que su padre había estado trabajando durante 25 años. El juicio se celebró en febrero de 2022 resultando en una sentencia favorable para la familia, pero ambas empresas recurrieron y la demanda por daños y perjuicios por la muerte de su padre pasó al Tribunal Superior de Justicia del País Vasco. Tribunal que tardó un año en reunirse y que les volvió a dar la razón, esta vez de forma firme.
Once años después de la muerte de su madre, cuatro después de la de su padre y tres después de presentar la demanda, la familia consiguió el reconocimiento judicial de que el fallecimiento de Francisco Godino fue a causa de esa enfermedad, originada únicamente por la exposición directa y contínua al amianto. De esta manera, añade Vanesa, “queda reflejado en una sentencia firme que existe una sucesión de empresas en la actividad, ya que lo que estas estaban recurriendo era que no eran sucesores. Para mí esto es el mayor logro”. Y es que, “en el juicio lo que yo vivo es que una de las empresas solo se limita a dejar constancia de que no son sucesores de la empresa anterior, en ningún momento se reconoce que hubo amianto, ni reconocen la culpa, ni piden perdón… Y nosotros como afectados lo que buscamos es que asuman responsabilidades”.
A una de las empresas, la actual Cofivacasa, se le condena además al pago de una indemnización. Pero Vanesa insiste: “A mí el dinero no me repara absolutamente nada, ni me devuelve a mis aitas. Esta lucha no ha sido económica, para mí lo más importante es que todo trabajador que ahora mismo sea diagnosticado con esa enfermedad y pueda demostrar que trabajó en esos años y en esa empresa, ya tiene el camino allanado, ya no tiene que pelear para demostrar que esa empresa es responsable. El dinero, es absolutamente simbólico”.
Víctimas no reconocidas
La familia Godino obtuvo de esta manera justicia para su padre, algo que no ocurrió en el caso de su madre. “Cuando mi madre falleció me hablaron de la existencia de ASVIAME, la Asociación de Víctimas del Amianto en Euskadi, ahí me informaron de que en el caso de mi madre, al no tener una vida laboral, no podíamos demostrar que hubiese tenido contacto con el amianto. Así que lo único que conseguimos tras su muerte fue que pasase a formar parte de una lista de víctimas del amianto de la asociación, pero legalmente hoy en día mi madre no está reconocida como ello”, añade Godino.
Por ello, ahora esperan al fondo de compensación para estas víctimas, fondo “que espero que terminen de perfilarlo y redactar las bases pronto, porque este reconocería a muchas víctimas, entre ellas a las amas de casa”. Porque sí, tal y como afirma Vanesa Godino, hija de dos víctimas de amianto “estamos en la punta del iceberg de los casos. No son solo los trabajadores que tuvieron contacto directo, también todo su círculo íntimo”, concluye.