“Estamos ante una auténtica epidemia de menores que tienen acceso a contenidos pornográficos. Uno de cada cuatro jóvenes de menos de 12 años ha tenido o tiene acceso y consume porno. Y esto no es puritanismo. Esto afecta a la formación de nuestros adolescentes y también a los comportamientos futuros que puedan tener”, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciaba así -en una entrevista para El País- hace apenas dos semanas el impulso de una ley para proteger a los menores de la pornografía y la creación de un Comité de expertos para protegerlas de la misma.
El Gobierno central no es el único agente que ha querido tomar cartas en este asunto. Y es que en las mismas fechas, el Departamento de Educación del Gobierno vasco celebró en el BEC una jornada formativa dirigida a los docentes sobre los efectos del acceso y el consumo de la pornografía en adolescentes y en jóvenes. Parece que la temprana edad en la que los jóvenes tienen su primer acceso a este tipo de contenidos -según datos de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, los niños comienzan a ver pornografía entre los 8 y 12 años- y las consecuencias que esta puede tener en su desarrollo, preocupa a expertos, profesores y familias; sin embargo, muchos de ellos advierten “no es posible, ni aconsejable, regular este tipo de contenido”.
“Es cierto que ha habido un aumento del consumo de este contenido, por supuesto no explosivo ni alarmante. Hay que tener en cuenta factores que antes no entraban en juego como el aumento de tecnologías digitales y la facilidad para su consumo a través de ellas”, explica Mikel Resa, sexólogo y miembro de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología.
Entre los efectos que su consumo podría tener en las mentes más jóvenes Resa recalca la posibilidad de que estos entiendan la pornografía como algo real, ya sea por la corta edad o porque a través del porno tienen su primer y único contacto con el mundo erótico. Esto podría provocar “confusión” a la hora de entablar una primera relación e incluso que el menor experimente esa experiencia “sin la diversión que le transmitía el porno”. Además, y aparte de la inexistencia en la mayoría de casos del uso del preservativo, el sexólogo insiste en la visión “masculina y heterosexual” de esta industria, donde “los deseos de las mujeres están reprimidos, y se entiende a la mujer como un objeto, más que como un sujeto”. Sin embargo, todo esto, al fin y al cabo resulta “entendible”, porque la pornografía, dice, “es un gestor de la imaginación y las fantasías, no se le pide que sea educativa”.
¿Ficción o realidad?
Y es que, según el experto, la clave de esta problemática reside en una educación que debería originarse en casa y en las escuelas, y que ponga en el foco la capacidad crítica de los jóvenes. “Dotarlos de herramientas para que en el caso de que, queriendo o no, vean ese contenido tengan la capacidad crítica de saber que no es la realidad. El porno es ficción y hay que dar herramientas para que los jóvenes puedan realizar esa distinción”, asegura el sexólogo.
Y es que aunque el profesional asegura que “es innegable que ahora mismo la población joven está más instruida que hace 20 años”, según un estudio de Save the Children del año 2021 (Des)información sexual: pornografía y adolescencia”, el 47,4% de los adolescentes que ha visto contenido pornográfico ha llevado alguna escena a la práctica. Por eso, y pese a que Resa rechaza totalmente la prohibición de este tipo de contenidos, insiste en la formación: “Ante la falta de educación sexual y para que la pornografía no la sustituya, hay que dotar a los docente de herramientas y recalcar que esto es ficción”.
Pide una educación sexual reglada e integral en el ámbito educativo, impartida por los propios profesionales y controlada a través de una ley creada con el conocimiento de los profesionales. En esta línea, el Parlamento vasco aprobaba este mismo jueves - con el voto a favor de todos los grupos de la cámara a excepción de PP y Vox- una proposición no de ley para incorporar este tipo de educación en el sistema educativo vasco. En el ámbito familiar, donde esta cuestión en ocasiones supone un tabú, Resa anima a padres y madres a informarse, poner límites, abordar el tema con tranquilidad ”sin presionar, pero abordarlo porque el silencio también es una forma de educar”.
La violencia en videojuegos…¿Un precedente?
Porque al fin y al cabo lo que hay que entender, explica, es que la pornografía es algo que “ha estado y está ahí”, de hecho, la plataforma de cine para adultos Pornhub sitúa a España en el puesto número 13 de consumo de este tipo de contenido. Eso sí, destaca el miembro de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología, pese a lo que muchos señalan “no se puede demostrar que el consumo del porno esté relacionado con cuotas altas de violencia”. Y va más allá: “Este tipo de imaginarios violentos no se encuentran solo en la pornografía, son difundidos en diversas manifestaciones culturales”.
Como por ejemplo los videojuegos violentos, “de los que hace 20-30 años se hablaba mucho asegurando que estos iban a crear asesinos en potencia”, algo que no ha sucedido. Este tema ocupó portadas y parte de la agenda política cuando ya en 2007 los ministros de Justicia e Interior de la UE expresaron su preocupación e insistieron en la necesidad de impulsar diferentes leyes nacionales para evitar la venta de este tipo de productos a menores y lograr controles más efectivos en Europa. Sin embargo, y años después, son muchos los expertos que rechazan este argumento asegurando que estos no supondrían un factor de riesgo para los problemas de salud mental.
“Las prohibiciones nunca son interesantes”
Mikel Resa no es el único profesional que hace esta comparación, el sexólogo y politólogo experto en interculturalidad y perspectiva de género de Xelebreak, Aritz Resines, comparte esta opinión: “Se está sobreestimando la influencia del porno. Pensar que un adolescente por ver una película porno va a querer hacer todo lo que sale ahí es dar por hecho que todos los jóvenes son idiotas”, e insiste en que “ellos tienen muy claro cuáles son los valores en los que nos movemos y qué está bien y qué está mal. La violencia ha existido toda la vida, y antes no había Internet ni pornografía”.
Por eso, y en la misma línea que Resa, este profesional pone el foco en otro efecto o consecuencia: la distinción entre realidad y ficción. Y es que según los últimos datos de Save The Children, casi 1 de cada 6 adolescentes no diferencia entre la ficción de las escenas y sus propias experiencias sexuales. “Hay que cambiar la visión de cómo se ve el sexo, que suele representar únicamente el coito, porque no se ven representados los deseos de las mujeres. Se deja fuera el placer femenino, las parejas no heterosexuales, se adapta al mensaje social dominante…”, explica.
Rechaza y desmiente que estemos ante un “epidemia de pornografía” y asegura que estamos ante datos que se han mantenido estables desde que hay Internet. Y señala, “es cierto que se puede dar que a un niño de ocho años le ‘salten’ estos contenidos mientras navega por el móvil, pero normalmente los cierran porque a esa edad tan temprana no están a eso, no les interesa el porno en su vertiente erótica. Es en la pubertad, en torno a los 12 años cuando, en muchos casos por presión social, lo empiezan a buscar de manera activa”.
Ante esto, “las prohibiciones nunca son interesantes, porque si lo quieren encontrar, lo van a encontrar y si lo quieren ver, lo van a ver”. Lo que hay que hacer, insiste en la misma línea que Resa, es educarles en reforzar las cualidades positivas de este contenido, el respeto y el intercambio y “hablarles de trucos para que ellos sepan que eso está teatralizado y que no es la realidad”.
Por eso aconseja a padres y madres, “no sentar cátedra sobre algo que ellos mismos han experimentado en el pasado, quizá no a través de Internet pero sí a través de revistas, por ejemplo”. También ver pornografía y preguntar al menor por qué la ve y que tipo de contenido, crear un clima de confianza que ayude desde casa a luchar contra la desinformación sexual que hay hoy en día y contra la que los expertos quieren ayudar porque, concluye, “todo el mundo piensa o ve el sexo como algo frívolo pero íntimo a la vez. Todavía nos queda mucho por pelear”.