Iago y Adriana han regresado al papel. Después de doce años de constantes peticiones de los lectores y una determinación interna de Eva García Sáenz de Urturi por cerrar el ciclo de 'La saga de los longevos', el primer libro de la autora vasca (2012) ha vuelto a las librerías esta semana. Este thriller retoma el mito de la inmortalidad y vuelve a explorar la realidad de la longevidad.

¿Qué te ha hecho regresar a la trilogía de los Longevos?

Me han impulsado dos cosas. Primero, los lectores de Longevos, quienes durante 12 años no dejaron de pedir la reedición en papel de la saga, junto con Los hijos de Adán. Y, segundo, la necesidad de cerrar la trilogía con la tercera novela. 

¿Cómo te pedían esa reedición? 

En presentaciones, firmas y redes sociales, siempre había alguien levantando la mano y preguntado que “para cuándo los Longevos”. Pasaban los años y ese interés no decrecía, sino al revés. Estaba empezando a haber un fenómeno de culto y en las webs de segunda mano se estaban vendiendo los Longevos a 700 euros.

Llegó un punto en el que dijimos: "Esto es una locura", y vimos claro que había que reeditar La vieja familia y terminar la trilogía.

Y, ¿qué significa para ti?

Como escritora, después de nueve novelas, significa cerrar un ciclo. Había dejado el libro a medio escribir cuando empezó el éxito de la saga 'Kraken', y luego escribí una novela tras otra, hasta que el proyecto quedó pospuesto por demasiado tiempo. Pero era algo que necesitaba terminar, un ciclo que empezó en 2009 y que debía cerrar.

¿Te resultó difícil volver a los inicios e introducir cambios? 

Más que añadir, fue una labor de poda. Al reelerlo vi que había muchas subtramas relacionadas con el día a día en el museo. Muchos de estos personajes, especialmente arqueólogos, ya no aparecen en la segunda parte, y mucho menos en la tercera. Fue como podar un árbol que había crecido demasiado. 

Mantuve la historia troncal, la trama madre, los conflictos entre los longevos y su relación con Adriana; más que añadir, lo que hicimos fue desbrozar, eliminando varias decenas de páginas, sin añadir nada. 

Qué surgió primero, ¿la idea de longevidad o las cuevas? 

Primero fue la idea de la longevidad. Me obsesionó desde el momento en el que se me ocurrió, y a medida que pasaba el tiempo, la idea crecía en mi cabeza, cada vez con más detalles, personajes y diálogos. Tenía que escribirla y plasmarla en papel. 

Y, ¿el proceso de documentación? 

Fueron tres años en los que visitaba Cantabria todos los veranos y en los que me recorría la Costa Quebrada. Me alojaba en agroturismos, especialmente en casas de indianos para ambientar el museo en una de estas casas. Quería hacerme a la época, captar la atmósfera de las casas de indianos, su crujir de las maderas y baños de cerámica azul y blanca. 

Además, no solo me documenté en prehistoria, sino también en las épocas celtas, escitas y otras.

Y, ¿respecto a la idea de la longevidad?

En 2009 investigué especialmente sobre la teoría de los telómeros, que en ese momento estaba siendo estudiada para frenar el envejecimiento. Ser de ciencias puras y mi formación en bioquímica porque soy óptica―, me ayudó mucho a entender este campo.

Ahora, tras 15 años, he vuelto a ponerme al día y he visto cómo ha avanzado el estudio de los telómeros. El objetivo actual de los laboratorios que investigan cómo frenar el envejecimiento es lograr que los telómeros se alarguen mediante la telomerasa, pero sin inducir cáncer. Este es el enfoque principal en el que se centran los estudios en todo el mundo sobre cómo frenar el envejecimiento. 

Los personajes tienen mucho peso en la trama, ¿cómo desarrollas la psicología de estos personajes?

He trabajado alrededor de seis meses en cada personaje. Por ejemplo, Nagorno viene de la cultura escita que se caracterizan por ser guerreros que, desde pequeños, saber cabalgar. Se basaban en la cultura del caballo y eran seminómadas. 

Nagorno hace unas piezas de oro impresionantes, con sus manos es muy bueno haciendo esculturas y pequeñas piezas de febrería, pero también viene de una cultura muy violenta y salvaje. Cogían el craneo de sus enemigos, lo cortaban, lo doraban lo revestían de oro y con eso tenían sus cálices.

¿Cómo llevas al presente alguien que ha nacido en ese entorno? 

En el caso de Naborno, no es psicópata, sino que es sociópata. El entorno le ha enseñado a no sentir empatía por el enemigo al que mata. En el Siglo XXI tiene que disimular esa sociopatía porque podría ser descubierto. Es un personaje maquiavélico y seductor. 

¿Seductor?

Es seductor, es maquiavélico, es longevo. Es el que menos se ha adaptado y más fosilizado está porqué aunque Iago y Héctor nacieran en la prehistoria, también en épocas muy violentas y turbulentas, son mucho más humanos y empáticos. 

Cada hermano longevo muestra una forma distinta de adaptarse a la longevidad. Iago y Héctor, aunque nacieron en épocas violentas, se han adaptado a la moralidad actual. La psicología de cada uno es totalmente diferente. 

Y, ¿como es Adriana? 

Adriana es el personaje de "toma de tierra" en la historia. Es cada uno de nosotros. Es una arqueóloga muy preparada que ha estudiado Historia y que es la número 1 de su promoción. Se ha recorrido todos los yacimientos y tiene un conocimiento vastísimo de la prehistoria.

Pero cuando se enfrenta a Iago, alguien que ha vivido todo lo que ella ha estudiado y que por lo tanto sabe mucho más, se produce una confrontación fascinante entre ciencia y experiencia. No es solo una historia de amor o tensión sexual no resuelta, es una confrontación entre la ciencia y la experiencia; entre alguien que estuvo ahí, y alguien que lo ha estudiado, pero no estuvo ahí. Y esta confrontación es muy bonita. 

En estos años, ¿has aprendido más de historia y ciencia que durante tus estudios?

En cuanto a la ciencia, concretamente el envejecimiento, lo he seguido muy de cerca y por eso he aprendido más durante estos 15 años. Ahora hay investigaciones fascinantes que podríamos discutir.

En cuanto a la historia, me arrepiento de no haberla estudiado formalmente. Este proceso de documentación despertó en mí un amor por la historia que me llevó a escribir novelas históricas como Aquitania. Ahora, en cada periodo histórico que estudio, me pregunto: "¿Qué harían los personajes de La vieja familia en esta situación?"

¿Te ha sorprendido algún descubrimiento personal durante la documentación?

Sí, hice un análisis de ADN y descubrí que tengo ancestros vikingos (800-1142), celtas, e incluso de la Francia de las Galias, hace 2000 años. Resulta que muchas de las épocas con las que sentía afinidad corresponden con mi propio pasado genético, tanto en Gran Bretaña, como en Irlanda, pero justo en la época de los celtas. Mucha parte de mi ADN clamaba a gritos que estaba escribiendo de mi propio pasado. 

¿Cuántos años te gustaría vivir?

De momento, estoy bien con la edad que tengo. Vengo de una familia muy longeva, con abuelos que vivieron hasta los 97 años. Además, los tests genéticos indican que tengo el gen de la longevidad. Para mí, hacerme mayor se traduce en una mayor experiencia.