La mitología está llena de seres y personajes que reflejan las fuerzas de la naturaleza, los miedos ancestrales y las creencias más profundas de las culturas. Entre estas figuras, Mari ocupa un lugar destacado en la mitología vasca, como la reina de la naturaleza y la tierra. Su presencia en el folklore refleja la conexión íntima entre los seres humanos y su entorno, así como las explicaciones mágicas que nuestros ancestros daban a los fenómenos naturales.
Mari es una diosa femenina que encarna la naturaleza en toda su dualidad: puede ser bondadosa y generosa, pero también vengativa e implacable si no se le respeta. Es una figura compleja, lejos de ser completamente agradable o temible.
Representa el equilibrio, recompensando a quienes cuidan la tierra y castiga a quienes la maltratan. Su imagen varía: a veces aparece como una mujer hermosa y majestuosa, y otras como una anciana severa. Siempre lleva consigo un aura de poder y misterio.
Mari es única en su contexto vasco, pero su esencia se refleja en otras mitologías. Figuras similares existen en la mitología griega, como Gaia, la diosa de la Tierra, o en la nórdica, como Jörð, madre de Thor y símbolo de la fertilidad y la naturaleza.
Aunque Mari es específicamente vasca, su carácter universal como espíritu protector y castigador de la naturaleza resuena en muchas tradiciones. Sin embargo, su aceptación se limita principalmente a las tierras vascas, donde su influencia cultural es más profunda.
¿Cuál es el origen de Mari, la reina de la naturaleza y la tierra?
El origen de Mari se encuentra en las antiguas creencias de los vascos, que veían la naturaleza como algo vivo y sagrado. Antes de la llegada del cristianismo, Mari era parte de un panteón de seres mágicos que gobernaban los elementos y velaban por el equilibrio natural.
Su historia se transmitió oralmente, lo que permitió que sus características evolucionaran a lo largo de los siglos. Sin embargo, siempre se le ha reconocido como la gran madre de la tierra, conectada a las montañas y a las fuerzas primordiales.
Según el portal web Guuk, Mari suele representarse con cuerpo de mujer, vestida con ropajes verdes, y en ocasiones como un árbol o rodeada de fuego. También adopta formas impresionantes, como un arcoíris en llamas o una figura femenina con rasgos animales. Su consorte es Sugaar, y de su unión nacieron Mikelatz y Atarrabi.
Habita principalmente en las cimas de los montes vascos, destacando el Anboto como su residencia principal. Mari se alimenta de la vida misma: bebe de manantiales y pozos, absorbe la energía del Sol y la Luna, y se nutre de la tierra húmeda.
¿Cuál es la labor de Mari?
La función principal de Mari es mantener el equilibrio en la naturaleza y actuar como guardiana de las leyes morales y naturales. Castiga la avaricia, la mentira y la falta de respeto hacia el entorno. Aunque algunos relatos la presentan como una figura intimidante, no es un personaje creado para asustar a los niños. Más bien, sus historias sirven como advertencias sobre la importancia de vivir en armonía con la naturaleza y con los demás.
El Eguzkilore, la "flor del sol", es un símbolo protector que Mari respeta y bendice. Según la tradición, esta flor, colocada en las puertas de las casas, sirve como amuleto contra los males nocturnos, como el temido Gaueko, espíritu de la noche.
Mari, como protectora de quienes honran la naturaleza, refuerza su poder para mantener a raya a estas fuerzas oscuras. En esencia, el Eguzkilore es una conexión entre los hogares humanos y la protección divina de Mari, garantizando la seguridad y la paz.