El verano vasco es sinónimo de viajes nacionales e internacionales. Cada año, son miles los viajeros los que pasan por 'La Paloma', el aeropuerto de Bilbao. Ejemplo de ellos son los 6,7 millones de viajeros del año pasado, según la empresa de gestión de navegación aérea, Aena.
En 2024, el aeropuerto vasco alcanzó su récord histórico de pasajeros, una cifra que representa más del 7% en comparación con el 2023. Además, la cifra de pasajeros domésticos aumentó un 3,4% y la de los internacionales creció un 12,3%. Motivo por el que se refuerza la seguridad y se realizan nuevos trucos ante las posibles amenazas.
Seguridad reforzada en Bilbao
Las aduanas de un aeropuerto son un control que tienen que pasar centenas de pasajeros cada año. Un momento del viaje en el que existe una vigilancia constante y en el que algunos aprovechan para cometer fraudes.
Es en este lugar donde se halla la Unidad Fiscal y de Fronteras de la Guardia Civil, que actúa para controlar la entrada de mercancías. Su trabajo se centra en evitar el contrabando y en asegurarse de que todo lo que entra en el país cumpla con las normas y con la legalidad, además de que no presente riesgo para la seguridad.
Este control exhaustivo suele ser discreto. Los agentes analizan decenas de equipajes al día, así que requiere mucha concentración. Primero, y para garantizar un análisis adecuado, filtran algunos pasajeros. Esta filtración comienza antes de que las maletas lleguen a la cinta.
Se fijan en las etiquetas de las maletas desde el primer momento, que son clave. Rebeca Ramos, portavoz de la Comandancia de la Guardia Civil de Bizkaia, explica para DEIA en su artículo El filtro silencioso que controla cualquier riesgo en el aeropuerto de Bilbao, que lo primero que hacen es "visualizar las maletas".
"Si es etiqueta verde significa que ese pasajero llega desde dentro de la Unión Europea". Esto quiere decir que ya ha pasado el control de aduanas. Sin embargo, si las etiquetas son blancas significa que ese equipaje ha venido de un lugar extranjero ajeno al espacio Schengen.
Una vez vista las etiquetas, los guardias civiles realizan una toma de contacto con el pasajero, así como un análisis de riesgo que los agentes deciden a quién hacer. Dentro de este se incluyen patrones detectados por los agentes y pasajeros que suelen tener mayor incidencia.
“Dependiendo de los indicativos que nos dé más los análisis de riesgo que hayamos hecho previamente, valoramos si hacemos un filtrado con el escáner de rayos X”, añade la agente para el medio.
Si la Guardia Civil lo necesita, las maletas pasarán por una máquina de rayos X para detectar, de una forma más rápida y precisa, los dobles fondos que puedan ocultar algo, objetos ocultos u objetos fraudulentos.