Un hombre que fue juzgado el pasado abril en la Audiencia de Gipuzkoa por abusar sexualmente de forma continuada de una niña de seis años, sobrina de su compañera sentimental, ha sido condenado a once años y medio de prisión, tal como reclamaban la Fiscalía y la acusación particular.
Según han informado a EFE fuentes del caso, además de la citada pena de prisión, el procesado deberá compensar a su víctima con 18.000 euros, no podrá aproximarse ni comunicarse con ella durante 18 años y, tras su excarcelación deberá permanecer siete años en situación de libertad vigilada.
Durante el juicio por estos hechos celebrado los pasados 12 y 13 de abril en la Sección Primera de la Audiencia, varios testigos explicaron que los abusos sucedieron en diferentes ocasiones, en los años 2015 y 2016, cuando el inculpado aprovechaba que la víctima y su hermana menor se encontraban pernoctando en su casa para someter a la mayor de las niñas a distintos tocamientos.
El episodio de abusos se produjo en el contexto de la separación de los progenitores de las niñas, durante algunos de los fines de semana que por el acuerdo que regulaba la custodia de las menores les correspondía estar con su padre. Éste en algunas oportunidades las dejaba al cuidado de su hermana y tía de las niñas, quienes pasaban la noche en su casa junto a sus tres primos, primero en una domicilio y luego en otro, en dos localidades del interior de Gipuzkoa.
Debido a su corta edad, la pequeña no tuvo que declarar en las sesiones del juicio, en las que en cambio se proyectó a puerta cerrada su testimonio grabado con antelación como prueba preconstituida en la fase de instrucción. Por su parte, la madre de las niñas explicó que no supo lo sucedido hasta abril de 2017, cuando escuchó una discusión entre ambas hermanas en la que la pequeña amenazaba a la mayor con "chivarse" de que el acusado se metía en su cama.
La progenitora declaró que al pedir explicaciones sobre este asunto a la niña, ésta se puso "muy nerviosa" y no quería contarle nada, si bien posteriormente le dijo que el inculpado "se metía por la noche en su cuarto, le tocaba en sus partes, le intentaba besar" pero ella "no se dejaba" y que la hermana pequeña había sido testigo de ello. Tras conocer lo ocurrido, la madre decidió denunciar los hechos, a raíz de los cuales su hija precisó de atención psicológica.
El relato del padre de las niñas fue coincidente con el de la madre, ya que la mayor de las hermanas le contó lo ocurrido a su compañera sentimental, quien a su vez la convenció para que se lo relatara a él.
En la segunda jornada del juicio, el procesado, que había pedido declarar en último lugar y que sólo respondió a las preguntas de su abogado, negó haber abusado de la niña a la que, según declaró, "nunca" llegó a tocar pues ni siquiera se quedó a solas con las hermanas.
El inculpado vinculó asimismo la denuncia presentada en su contra por la madre de las pequeñas al hecho de que en una ocasión ambos tuvieron relaciones sexuales y a que después él se negó a seguir manteniéndolas, una afirmación que provocó la indignación de la progenitora, presente en aquel momento, ya como público, en la sala.