El parlamentario de EH Bildu Julen Arzuaga es un hombre comprometido contra la violencia. A menudo denuncia los abusos policiales, los casos de terrorismo de estado sin resolver, etcétera. Todo ello son causas nobles y dignas de aplauso. Pero Arzuaga nunca llama "terrorista" a ETA ni condena sus atentados ni nada por el estilo. O sea, el doble juego tradicional de la izquierda abertzale.
No sorprende, por tanto, que esta semana, en el inicio de la XIII legislatura de la Cámara de Vitoria, este elegido por Bildu aprovechase para enviar un mensaje de respaldo a los reclusos de ETA. Esos a los que lleva "en su corazón" y que debieran salir la cárcel para verlos "en casa".
Lógicamente asociaciones como Covite o la Fundación Buesa denunciaron en las redes sociales este atropello ante el silencio generalizado de la mayoría de una sociedad vasca cada vez más amnésica. La actitud de Arzuaga, en todo caso, evidencia que a la coalición abertzale todavía le falta transitar el célebre "recorrido ético" que sí, puede que no consiga votos, pero sí otorga dignidad.