El consejero de Economía y Hacienda, Pedro Azpiazu, ha tenido una semana de claroscuros. Por un lado, suscribía con el Gobierno un nivel de déficit del 0,6% para el próximo ejercicio, lo que supone que se dispondrán para gastar casi 500 millones más (493 millones) y que, sumados a los 82 millones que podrán gastar las diputaciones forales, conforman un desvío de 570 millones. Cifras mucho mejores que las del resto de comunidades autónomas, puesto que la mayor parte podrán gastar porcentajes menores. 

Sin embargo, al mismo tiempo Azpiazu, que parece un eterno optimista, presentaba las previsiones de crecimiento del Ejecutivo autonómico para lo que queda de 2022 y para 2023. Y lo que presentó para el año próximo es una rebaja a la mitad, del 4,1% que pronosticaba en primavera al 2,1% que vaticina ahora. Lo hacía además con la seguridad de que no habrá recesión en Euskadi, pero los datos indican que, como publicó este diario, la industria, gran motor de la economía vasca, sí entrará en recesión