Urkullu y una cuestión territorial más que pedregosa
El lehendakari, Iñigo Urkullu, abrió el curso político el pasado jueves con un discurso repleto de planes y promesas que parece indicar que optará a otro mandato. Le acusaron desde la oposición de "autocomplacencia", pero sus palabras incluyeron sabias autocríticas como las referentes a Osakidetza.
Que el presidente del Gobierno vasco hable de los problemas del Servicio Vasco de Salud es algo positivo. Que defienda a ultranza el euskera es bastante lógico teniendo en cuenta su sentimiento nacionalista. Sin embargo, no es positivo ni lógico que Urkullu vuelva con la cantinela del "nuevo estatus" o la "convención constitucional", ya que ese es un camino poco recomendable en estos tiempos de incertidumbres.
Los ciudadanos vascos no viven con el reconocimiento de la "nación vasca" como prioridad. Así lo dicen todos los estudios sociológicos, todos los sondeos demoscópicos y todas las conversaciones rutinarias. La cuestión es cuando menos pedregosa, porque llega junto a los planes rupturistas de Carles Puigdemont y aviva los intereses separatistas de Bildu.
La moderación de Urkullu es su mejor capital político. Mejor para él y mejor para todos será que siga instalado en ella.