As Bestas ha sido la triunfadora en los premios Goya de este año. Ser la película triunfadora en los Goya significa eso y poco más, es un fin en sí mismo, ya que la proyección de este éxito es moderado, como es moderado el éxito del cine español en su conjunto. As Bestas, antes de nada, es una buena película, incluso creo que es una gran película. Es un excelente trabajo audiovisual con un marcado estilo español. Los personajes, los escenarios, los ambientes, el habla y los paisajes son profundamente locales, perturbadoramente hispanos. Nada tiene que ver con tantas imitaciones al cine americano que vemos en cualquier producción europea o de cualquier lugar del mundo.
As Bestas no es ninguna imitación salvo que lo sea de marginales realidades de España, que reproduce en el siglo XXI la misma tragedia que Blasco Ibáñez escribió en La Barraca en 1898. Si no has visto As Bestas, pero has visto Avatar, te puede servir para hacerte una idea de lo que es esta película de Rodrigo Sorogoyen que recrea un crímen cometido en Galicia en el año 2010. Te podrías hacer una idea porque la una es todo lo contrario de la otra, son antítesis. Su única coincidencia es ser creaciones audiovisuales para ver en pantalla, y aún esta es discutible, ya que Avatar emula la visión en tres dimensiones.
El guión de Avatar presenta una reivindicación ecologista de los individuos nativos frente a la pretensión depredadora de los extraños. En As Bestas, es lo contrario, son los locales quienes aspiran a sacar provecho de una inversión industrial en las tierras de sus antepasados, algo muy frecuente en la realidad, aunque menos romántico que lo que se relata en el universo virtual de James Cameron.
Avatar es una película sin actores. As Bestas es una película de actores. Vaya que sí lo es. Denis Ménochet ha ganado el premio a mejor actor protagonista por una excelente interpretación del bueno de la película. Resulta tan creíble en su personaje de tipo bueno que hace más relevante a su antagonista, Luis Zahera, premio Goya como mejor actor de reparto, quien ejecuta el siempre más estimulante papel de villano. Creíamos que Zahera era un malo urbano, un poli corrupto, un traficante peligroso, pero resulta que Zahera es un tipo rural, es un aldeano ceñudo y torvo. Es el peor vecino en un paisaje húmedo y sombrío, es un tipo siniestro que pastorea vacas y se enseñorea en la taberna jugando al dominó y bebiendo orujo y escupiendo en la cara de quienes le estorban sus esperanzas de dejar de vivir limpiando estiércol. No estaría bien decir que su actuación es brillante, porque su personaje es pardo, es mate, intimida e inquieta. No lo quieras de vecino, no lo quieras cerca. Vaya tipo, qué coraje, qué soberbia representación.
La producción americana Avatar: El sentido del agua es una sucesión de imágenes oníricas e idílicas. Es un paraíso, es un vergel, es un reino de abundancia que puede verse frustrado por la ambición de explotar irracional y excesivamente sus recursos. En la aldea gallega, el paisaje es abrumadoramente lóbrego, íntimamente sombrío. Los frutos se obtienen con mucho esfuerzo, hincando las rodillas, plantando en la tierra con las manos y pastoreando entre caminos de barro y muros de piedra. Su dureza ha expulsado a los paisanos, que han ido a buscar fortuna a otros lugares, y, quienes allí quedan, tan solo tienen esperanza en que la fortuna llegue de fuera, porque, allí, todo lo que nace cuesta más de lo que vale.
Avatar tiene un ritmo ágil, trepidante. Tiene la vertiginosa métrica de un anuncio comercial, de un videoclip de tres horas. As Bestas tiene un ritmo calmado, pausado, la cadencia de la lluvia fina, del orballo pacífico, apacible. Los planos son largos, en ocasiones sorprendentemente largos, pues a pesar de su duración y de su calma nunca se hacen aburridos, por el contrario, estremecen, son turbadoramente inquietantes.
Avatar II tuvo un coste de unos 250 millones de dólares entre la producción y el marketing y aspira a una recaudación que supere a la primera de la saga, que alcanzó los 2.900 millones de euros de ingresos por taquilla. Por su parte, algunas previsiones auguran que As Bestas alcance los tres millones de ingresos, lo que haría rentable una producción de la que se desconoce su coste, pero que es sustancialmente inferior a esa cifra. Y es en estos últimas cifras en las que Avatar supera terminantemente a As Bestas. La superproducción americana tiene un modesto guión interpretado hieráticamente por seres virtuales, pero es un gran espectáculo, es un alarde de color, de técnica, de sonido y de movimiento, es sorprendente, insólita y deslumbrante. As Bestas no lo es, no es un espectáculo, es una historia humana, magníficamente contada, que despierta un discreto interés para un público que, tal como indican los datos, se decanta por la exhibición, la ostentación y la fantasía en la que Avatar triunfa exponencialmente.